El regreso de Trump y la reconfiguración del orden global

El mundo se aleja del multilateralismo mientras se refuerzan los intereses nacionales y de seguridad a corto plazo

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El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump

El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca tras vencer a Kamala Harris marca el inicio de una nueva etapa de tensiones y profundas repercusiones para la política global. Con su enfoque centrado en el nacionalismo, Trump no solo retoma su mandato anterior, sino que da impulso a una política de contención que redefine el papel de Estados Unidos en el mundo. Durante su primer mandato, la política exterior estadounidense adoptó un enfoque unilateralista que priorizó los intereses nacionales sobre cualquier consideración global, lo que creó una creciente desconexión con los aliados tradicionales y una disminución de la cooperación internacional.

Ahora, con su regreso, es probable que Trump intensifique esta postura, lo que podría desencadenar una nueva era de incertidumbre en las relaciones con Europa y Asia. En particular, las relaciones con Europa y la OTAN se presentan como un desafío central. Durante su primer mandato, Trump cuestionó la utilidad de la OTAN, sugiriendo que los miembros deberían aumentar sus contribuciones y no esperar una defensa colectiva automática. Esto generó desconfianza en los aliados europeos, quienes vieron con esperanza la vuelta al multilateralismo bajo Biden. El regreso de Trump podría renovar la incertidumbre sobre el respaldo de Washington en caso de crisis en Europa, lo que obligaría a los países europeos a asumir un papel más activo en la seguridad colectiva, aunque sin la certeza de contar con el apoyo estadounidense.

Otro de los ejes importantes será el conflicto en Ucrania, que marcó la administración de Biden. Trump podría adoptar una postura más pragmática, limitando el apoyo a Kiev y reduciendo la implicación de Estados Unidos en un conflicto que muchos consideran ya no una amenaza directa para la seguridad nacional estadounidense. Este enfoque dejaría a Europa enfrentando el conflicto sin el respaldo de Washington, lo que podría tensar aún más las relaciones con Rusia y complicar la seguridad en la región. Al mismo tiempo, la rivalidad con China continuará siendo una de las prioridades de la administración Trump. Durante su primer mandato, el presidente adoptó una postura agresiva, imponiendo aranceles y cuestionando las prácticas comerciales de China, lo que desató una guerra comercial que impactó la economía global.

Este conflicto no ha cesado, y bajo Trump, es probable que se intensifique, particularmente en el ámbito de la tecnología, el comercio y la seguridad cibernética. Un tema clave será Taiwán, cuya seguridad es cada vez más vulnerable a la presión de China. Aunque Trump ha mantenido una postura ambigua sobre el apoyo militar hacia la isla, su regreso podría llevar a un refuerzo de la presencia estadounidense en la región, aumentando las tensiones con Pekín. La disminución de la influencia estadounidense en otras áreas podría permitir que China expanda su poder en el Asia-Pacífico, situación que tendría un impacto significativo en las dinámicas de poder globales.

En cuanto al Medio Oriente, Trump adoptó un enfoque pragmático centrado en acuerdos bilaterales más que en intervenciones militares directas. Durante su primer mandato, facilitó la normalización de relaciones entre Israel y varios países árabes, un cambio importante para la región. Con su regreso, podría retomarse este enfoque de diplomacia directa, alejándose de las intervenciones militares. En cuanto a Irán, Trump ya mostró su rechazo al acuerdo nuclear, y no parece inclinado a comprometerse con nuevas negociaciones. Su estrategia probablemente se centre en aumentar las sanciones y presionar al régimen iraní, lo que podría generar un vacío de poder en la región y abrir la puerta a que otras potencias, como Rusia o China, aumenten su influencia en el Medio Oriente.

A nivel doméstico, el regreso de Trump promete agudizar la polarización política. La división entre los progresistas y los conservadores se profundiza, y su retorno podría intensificar los conflictos dentro de la sociedad estadounidense. Su agenda, centrada en recortes fiscales para grandes corporaciones y en la reducción de programas sociales, generaría un rechazo masivo entre los movimientos progresistas, quienes ya ganaron fuerza bajo la administración de Biden. La política interna de Trump también podría acentuar las desigualdades económicas y sociales, especialmente entre la clase media y baja. La falta de políticas progresistas para abordar las necesidades sociales podría empeorar la situación económica de estos grupos, creando tensiones políticas adicionales.

En términos económicos, la política de Trump podría generar crecimiento a corto plazo mediante recortes de impuestos y desregulación. Sin embargo, la falta de inversión en infraestructuras clave y la continua brecha entre ricos y pobres podría erosionar los beneficios a largo plazo. De hecho, su regreso podría resultar en un aumento de la desigualdad, afectando principalmente a las clases más bajas y medias de la población. En el ámbito global, el regreso de Trump no solo tiene implicaciones para Estados Unidos, sino que podría desencadenar una reconfiguración del orden internacional. Un Estados Unidos menos dispuesto a mantener su papel hegemónico podría crear un mundo más fragmentado, donde emergen nuevas potencias dispuestas a asumir un papel más proactivo. Esto podría llevar a una competencia más intensa entre naciones, así como a nuevas alianzas y reconfiguraciones del poder global. Las naciones tendrían que encontrar formas de colaborar sin depender completamente de una única potencia dominante.

A pesar de las tensiones y los riesgos, el regreso de Trump abre la puerta a un nuevo equilibrio mundial, más diverso y menos centralizado, donde los actores internacionales deberán negociar de manera más estratégica y cooperativa. Trump no solo representa el regreso de una figura populista en Estados Unidos, sino también la reafirmación de una visión de política exterior que se aleja del multilateralismo y se enfoca en intereses nacionales y de seguridad a corto plazo. El impacto de su retorno será profundo, no solo en la política interna estadounidense, sino en la manera en que el país interactúa con el resto del mundo.

Si bien es posible que algunos países busquen una mayor cooperación con Estados Unidos debido a su poder económico y militar, también es probable que surjan tensiones con aquellos que no compartan su enfoque unilateralista. Lo anterior podría dar pie a nuevas alianzas y redefinir las relaciones entre potencias tradicionales y emergentes, configurando un mundo más competitivo y menos predecible. El futuro inmediato está marcado por la incertidumbre. El segundo mandato de Trump podría ser tanto una oportunidad como un desafío para las naciones que buscan equilibrar sus intereses en un mundo que ya está siendo remodelado por las tensiones geopolíticas y económicas. Las naciones deberán encontrar formas de colaborar sin depender completamente de una potencia dominante. A pesar de las tensiones y los riesgos, el regreso de Trump podría también generar un nuevo equilibrio mundial, más diverso y menos centralizado, donde los actores internacionales tendrán que negociar de manera más estratégica y cooperativa.

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