Corren días de gloria en el metro cuadrado mileísta. El arrasador triunfo de Donald Trump liberó la euforia contenida.
Los contundentes resultados electorales convalidaron la eficacia de los malos modos, métodos y pareceres del trumpismo para avanzar en un contexto de insatisfacción con los servicios de la democracia y un rotundo cambio de paradigmas a escala global.
Los sueños de grandeza planetaria que engolosinan a Milei lo ubican en tiempo y espacio junto a Trump. Fue el mismísimo Presidente el que plantó esa storytelling.
“Les duele que yo sea uno de los dos políticos más relevantes del planeta Tierra, uno es Donald Trump y el otro soy yo”, declaró Milei en medio de la refriega con la “casta parlamentaria” durante el debate de la Ley Bases.
El diseño y diseminación en las plataformas mediáticas y digitales de supuestas nuevas verdades es una estrategia que penetra y prende en las mayorías necesitadas de relatos y liderazgos.
Trump, como ocurre con otros populistas de este tiempo, utilizó todas las herramientas y estrategias del ecosistema digital para diluir el concepto de verdad. Dispone de un aliado absolutamente potente, Elon Musk.
La derecha populista avanza encendida y Elon Musk, el dueño de X, es un referente excluyente de este nuevo tiempo. De buena relación con Milei, abanderado estrella de esta nueva era, Elon Musk tallará fuerte en el gobierno republicano aplicando todo el arsenal tecnológico del que dispone para avanzar en la contienda por imponer los valores que dice representar. Musk encarna como nadie a los referentes de un nuevo poder transnacional.
Las primeras señales que emitió Trump después del supermartes que lo ubicó por segunda vez en la presidencia de los EEUU; hablan de un regreso recargado.
El Trump que se viene se prepara para avanzar rápido con las políticas que anunció en campaña. Nadie espera que no cumpla las promesas preelectorales que muchos emparentan con la venganza.
La idea de que Trump es un “perseguido político” penetró hondo en millones de estadounidenses que no dudaron en devolverlo al poder pese a haber sido encontrado culpable de delitos que lo convirtieron en el primer criminal convicto electo presidente de Estados Unidos.
Por primera vez Trump ganó con el voto popular, una avalancha que dejó sepultados a consultores y encuestadores. También por primera vez se quedó con el voto latino. Los analistas políticos indagan en las razones de la composición de este voto y concluyen que el distanciamiento de esta franja de los demócratas está relacionado con la defensa de los valores conservadores frente a las posiciones demócratas relacionadas con las cuestiones raciales, de diversidad y género que muchos evalúan como “extremas”.
Se votó con el bolsillo y en contra de la cultura “woke”, la inflación y el aumento del precio de los alimentos en la postpandemia. Se votó a favor de recuperar el bienestar económico perdido y sin reparar en los riesgos a los que se expone la institucionalidad y la constelación de derechos relacionados con la igualdad y la diversidad.
“Estados Unidos nos dió un mandato poderoso y sin precedentes”, dijo Trump. Montado en el movimiento MAGA, el trumpismo ocupó el Partido Republicano y convocó impensadas adhesiones haciéndose cargo de catalizar enojos, ira y frustraciones. Una marca de época.
El análisis discriminado del tsunami electoral seguramente incentivará a Trump a escalar en algunas de sus posiciones más refractarias: misoginia, antiinmigración, diversidad y cambio climático.
Javier Milei acelera los preparativos para su encuentro con Trump. La próxima semana tiene previsto participar en la Conferencia Política de Acción Conservadora en Palm Beach.
Se trabaja para concretar una bilateral en Mar-a-Lago, el lugar en el mundo del Presidente electo. Una imagen en ese escenario plasmará la afinidad ideológica del libertario con el trumpismo y lo acercará al sueño de convertirse en el referente regional del trumpismo que pretende ser.
Es probable que los beneficios del triunfo del republicano sean, al menos en lo inmediato, más rendidores para los planes personales de Milei como líder global de la nueva derecha que para nuestro país y su gente como muchos pretenden.
Un documento de la AmCham emitido tras conocerse el resultado electoral asegura que la relación entre Estados Unidos y Argentina será fluida pero en un contexto de mayor presión sobre América Latina. Los límites que EEUU pretende imponer al avance de China en la región obligarán a Milei a reconsiderar algunos de sus últimos posicionamientos en torno al gigante asiático. Es probable que los anunciados viajes para entenderse con los dirigentes chinos tengan que ser postergados.
Sobran argumentos para profundizar un estilo tan revulsivo como eficaz.
Si bien se anticipa un alivio financiero para la Argentina por parte del FMI no está todavía claro cómo impactarán las políticas proteccionistas que, mediante una fuerte suba de aranceles, piensa imponer Trump.
La llegada de Trump al poder se traducirá entre nosotros en un mileísmo recargado.
Los buenos datos que arrojan los indicadores económicos alimentan la exaltación libertaria. Con la inflación a la baja, se espera que el IPC de octubre empiece con 2, los dólares contenidos y el riesgo país en franco descenso, el gobierno libertario vive días de gloria.
Las buenas noticias económicas suman el éxito del blanqueo, las expectativas de un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que oxigene con dólares frescos y algunos datos, aunque todavía tibios, de recuperación económica. No es poco después del durísimo ajuste que la mayoría de los argentinos sobrellevó con dignísima y esperanzada paciencia.
Con estrategias comunicacionales parecidas, Milei y Trump construyen sus propuestas políticas sobre marcadas diferencias, muy especialmente en el plano económico.
Milei confluye con Trump en los más encendidos detalles de lo que se ha dado en llamar la “batalla cultural” pero está lejos de sus conceptos económicos.
Mientras Trump tiene vocación proteccionista y se manifiesta partidario de instrumentar barreras arancelarias, Milei pregona una apertura irrestricta y se aferra de manera inclaudicable al déficit cero. Trump no reniega ni del déficit ni de la deuda si son necesarios. Otro punto de desencuentro que puede generar incomodidades a Milei es el relativo a la guerra en Ucrania.
Milei reniega del Estado y se ha definido a sí mismo como un topo que entró para romper desde adentro, Trump reivindica un Estado fuerte.
Si las diferencias corren en el plano económico hay que decir que los emparenta los modos y feroz avanzada ideológica que pretende arrasar con todo lo woke. También coinciden fervorosos en el rechazo de la agenda 2030.
Outsiders, de modos brutales y populistas, divisivos, diseñadores de una idea de antipueblo que identifican con las élites, tanto Milei como Trump han sabido interpretar, catalizar y exacerbar el fastidio, el malestar y el desasosiego de las mayorías populares frente a las defecciones de la democracia. Ambos han sido absolutamente exitosos en orden a capitalizar los enojos populares y van ganando, a fuerza de narrativa, la batalla cultural.
En el caso de Milei hay que decir que esta semana recibió una invalorable contribución de los gremios aeronáuticos. Algo que el Gobierno no pudo menos que festejar.
La protesta salvaje que desplegó Intercargo, responsable de la prestación de los servicios de rampa, dejando por horas gente atrapada en el interior de los aviones, no hizo más que convalidar el carácter extorsivo que están dispuestos a desplegar algunos medios estratégicos.
La desaprensión y el maltrato hacia pasajeros y usuarios solo sirvió para degradar aún más la reputación sindical sino que también legitimó las durísimas medidas que impuso el gobierno para garantizar el servicio convocando a las fuerzas federales y la Policía de Seguridad Aeroportuaria.
Fue para el presidente libertario una semana a pura ganancia. La rápida y contundente reacción del Gobierno para hacer frente a la embestida sindical revalidó la autoridad presidencial y seguramente impactará en los datos positivos que están registrando la imagen del jefe de Estado.
Otro asunto en el que las coincidencias entre Milei y Trump son absolutas es en cuanto a la aversión al periodismo independiente. La relación de Trump de permanente confrontación con la prensa puede resultar muy inspiradora entre los libertarios de paladar negro.
A las andanadas verbales contra los periodistas independientes, el Presidente electo sumó demandas millonarias contra CBS y The Washington Post. Con el argumento de que se hicieron coberturas críticas también canceló acreditaciones.
Los medios norteamericanos están en estado de máxima alerta. Temen una fuerte escalada que vaya mucho más allá de las amenazas y diatribas descalificadoras e incluya represalias legales y económicas sobre los grandes medios.
No se trata de una cuestión ideológica, lo que está en juego es el control de la comunicación. La libertad de expresión, uno de los pilares fundamentales de la democracia, entra en zona de riesgo. Para muchos, allá como aquí, una batalla ya perdida.