86 años después, un nuevo pogrom

El ataque en Ámsterdam contra aficionados del Maccabi Tel Aviv no es un hecho aislado, es un síntoma alarmante del resurgimiento del antisemitismo en pleno siglo XXI, es la vuelta del odio en su cara más sangrienta

Ataques de grupos propalestinos a hinchas del Maccabi Tel Aviv en Ámsterdam

La escena es demasiado familiar. Hordas de civiles, en este caso militantes pro palestinos, avanzan violentamente contra un grupo de israelíes, con afán de destrucción. No se trata de Israel el 7 de octubre de 2024, y los agresores no son terroristas de Hamás. Esta vez, la escena tuvo lugar en el corazón de Europa, en la víspera de un nuevo aniversario de la Noche de los Cristales Rotos, luego de un partido de fútbol entre el Ajax holandés y Maccabi Tel Aviv.

El 7 de octubre de 2023, Israel sufrió el ataque más brutal en su historia a manos de Hamás. Este acto de terrorismo no sólo se cobró miles vidas inocentes, sino que también avivó las llamas del odio en diferentes rincones del mundo. Es preocupante cómo el conflicto en Medio Oriente se ha “importado” a otras latitudes, convirtiendo calles que deberían ser escenario de convivencia en campos de enfrentamiento.

Los manifestantes llamaron a sus seguidores a “esconder sus keffyes y banderas palestinas” hasta el inicio de la movilización, tomando por sorpresa a los seguidores del Maccabi Tel Aviv en puntos estratégicos de la ciudad: se escondieron en callejones, a la salida de los trenes y las cercanías de los hoteles donde los israelíes estaban alojados. Al verlos llegar, los interceptaron violentamente en un ataque organizado que incluyó palos, cuchillos y hasta gente atropellada en las calles. Fue un verdadero pogrom.

¿Y qué es un pogrom? Hagamos por un momento un poco de historia para entenderlo. Hace exactamente 86 años, en las calles de Austria y Alemania, tuvo lugar un ataque organizado contra sus comunidades judías. Hordas de alemanes, incitados por el antisemitismo promovido desde el Estado, salieron a las calles a linchar judíos, destruir sus comercios y quemar sus sinagogas. Más de 91 judíos fueron asesinados, y 7.000 comercios y 1.000 sinagogas destruidas a mazazos o quemadas. Aquella trágica noche pasó a la historia como “La Noche de los Cristales Rotos”, aunque ese 9 de noviembre se rompieron mucho más que cristales. Es que aquella jornada fue el preludio del horror que estaba por venir, el plan sistemático para asesinar a la comunidad judía de todos los países que alcanzara el nazismo.

Imagen de la Noche de los cristales rotos - @ElishevaAvital twitter

Hoy, casi un siglo después de esa noche, nos encontramos nuevamente frente a imágenes que creíamos relegadas al pasado. Esta vez no lo leímos en un libro de historia, o a través de viejas fotografías en blanco y negro. La violencia fue captada a través de videos filmados desde los celulares de los mismos agresores, y compartidos en sus redes sociales. Eufóricos, hicieron del odio una celebración. Y al igual que el 7 de octubre, la transmitieron en vivo y en directo para todo el mundo.

El ataque en Ámsterdam contra aficionados del Maccabi Tel Aviv no es un hecho aislado; es un síntoma alarmante del resurgimiento del antisemitismo en pleno siglo XXI, es la vuelta del odio en su cara más sangrienta. Porque este odio ya no está relegado a foros en línea y redes sociales, sino que subió un nuevo escalón para convertirse en violencia física y organizada en el mundo real. Los pogroms parecen haber encontrado eco en nuestra época. Lo que sucedió dos días atrás es un recordatorio doloroso de que el antisemitismo sigue latente, camuflado muchas veces bajo la bandera de causas políticas o sociales. Cuando se incita de manera constante al odio más profundo, con discursos e imágenes sensacionalistas, la teoría pasa a la práctica. El odio se vuelve violento, destructor, y -si no lo frenamos a tiempo- asesino. Lo vimos en Europa en 1938. Lo vimos en Israel el 7 de octubre de 2023. Lo vimos en Ámsterdam apenas dos días atrás.

Es fundamental entender los peligros de trasladar conflictos internacionales a nuestras sociedades. Cuando permitimos que el fanatismo y la intolerancia se expresen sin límites, estamos socavando los pilares de la democracia y la convivencia. No se trata solo de defender a una comunidad en particular, sino de proteger los valores que nos unen como humanidad.

La historia nos ha enseñado, a un costo demasiado alto, hacia dónde conducen el silencio y la inacción frente al antisemitismo. La Noche de los Cristales Rotos no ocurrió de la nada; fue el resultado de años de permisividad y complicidad ante el creciente odio. Hoy tenemos la responsabilidad moral de alzar la voz y detener este ciclo antes de que sea demasiado tarde. La rueda del odio y la violencia, tristemente, ya comenzó a girar.

No podemos permitir que las nuevas generaciones crezcan en un mundo donde estos sucesos sean moneda corriente, porque el odio y la violencia sólo conducen a más odio y más violencia. Es tarea de todos rechazarlos, vengan de donde vengan. Debemos educar en la tolerancia, el respeto y la empatía.

El camino hacia la paz y la convivencia no es fácil. Hay noches donde los cristales parecen volver a estallar, donde las heridas y el trauma de todo un pueblo se vuelven a abrir con imágenes que creíamos haber dejado en otro siglo. Pero lo seguimos intentando, y elegimos, con cuidado y delicadeza para no lastimarnos, juntar esos trozos de cristal para convertirlos en un futuro de paz. Elegimos recordar el pasado, aprender de él y trabajar día a día para construir el futuro que queremos. Un futuro de paz.