Existen en la actualidad muchos indicadores para medir la gestión fiscal y financiera de un estado nacional o subnacional. Algunos de estos indicadores son más objetivos, como el resultado fiscal, la deuda neta o la liquidez de corto plazo, que surgen de las Cuentas de Ahorro, Inversión y Financiamiento que se presentan anualmente. Existen otras medidas más subjetivas, como por ejemplo el Índice de Confianza del Consumidor, que a través de encuestas mide la percepción de la situación macroeconómica.
En menor o mayor medida, dichos resultados son elaborados por instituciones que pueden tener cierta parcialidad al momento de publicar los resultados. En cambio, en materia fiscal y financiera, existe un mecanismo claro e imparcial para comparar estados y es a través del precio de los bonos y sus rendimientos. Esto por la simple razón de que el que compra y vende estos activos está arriesgando su propio capital, en función de la confianza hacia esas administraciones.
Esto se aprecia claramente en la performance en el mercado secundario de la deuda internacional de la Ciudad de Buenos Aires, de la Provincia de Buenos Aires y del Estado Nacional, donde, por ejemplo, el Bono CABA 27 cotizaba, a comienzos de noviembre, USD 99,77 dólares mientras que el bono de referencia soberano AL30 se encontraba en USD 65,20 y el BA37 (PBA) en USD 57,20, prácticamente la mitad del valor del bono de la Ciudad.
Pero esto es sólo una foto. Los precios no sólo miden la solidez financiera actual, sino también la reputación fiscal y crediticia. Es por eso que resulta interesante mirar la evolución de los rendimientos de los bonos entre el 2015 y 2023. Se puede observar claramente la diferencia entre los dos periodos de gestión. El primero, el PRO gobernó las tres jurisdicciones y los rendimientos se mantuvieron estables.
En el segundo periodo, que el PRO gobernó sólo la Ciudad de Buenos Aires y el kirchnerismo lo hizo a nivel nacional y en la Provincia, se puede advertir claramente un salto abrupto de los rendimientos de estos dos, ya que ambas jurisdicciones defaultearon su deuda en dicho periodo, para luego reestructurarla. En cambio, la Ciudad de Buenos Aires nunca defaulteó en su historia. Decisiones como esas se trasladan –para bien o para mal– directo al precio de los bonos.
Pero esto no es casual. Cuando uno analiza el historial fiscal y financiero que nuestro país viene recorriendo durante las últimas décadas, no podemos pasar por alto el virtuoso camino que, desde hace ya 17 años, viene transitando la Ciudad de Buenos Aires en materia de ordenamiento de sus cuentas públicas. Esto no es un trabajo de un día para otro, y se puede ver claramente en la evolución del resultado primario desde el 2015 al 2023.
La prudencia fiscal siempre fue una absoluta prioridad en las distintas gestiones que el PRO tuvo y tiene actualmente en la Ciudad. En ese sentido, el jefe de gobierno Jorge Macri presentó recientemente el proyecto de presupuesto 2025 con equilibrio financiero, resultado que se repite por cuarto año consecutivo. Además, se sostiene desde hace ocho años (sin contar el año de la pandemia) un resultado primario superavitario.
Sin embargo, estas prioridades adoptadas en materia financiera por el PRO no sólo se dieron en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires, tal como se refleja en los rendimientos históricos de los bonos. De hecho, durante la presidencia de Mauricio Macri, el resultado primario pasó de -2,13% en el 2016 a un resultado positivo de 0,29% en el año 2019. A partir del cambio de gobierno, este resultado volvió a desmoronarse, registrando un -2,89% en el 2023.
Panorama similar podemos observar en los resultados primarios obtenidos durante la gestión de María Eugenia Vidal en la Provincia de Buenos Aires, donde también primó la decisión innegociable de ordenar las cuentas públicas. El desempeño fiscal de la PBA mejoró notablemente en el periodo 2016-2019, pasando de un resultado primario de -4,58% a un +4,19% en 2019. A partir del año 2020 se puede observar, claramente, que esos resultados se revirtieron totalmente, volviendo al -4,47% en el 2023.
Estos resultados –alcanzados en poco tiempo– necesitan ser perdurables. Necesitan consolidarse. Una política fiscal seria y responsable sólo rendirá frutos si son sostenibles en el tiempo. Nuestro país debe dejar de ser pendular en estas cuestiones tan claras y concretas.
Nosotros lo hemos hecho cuando nos tocó gobernar. Lo hicimos en el Gobierno nacional, en la Provincia de Buenos Aires y, más concretamente, en la Ciudad de Buenos Aires, donde la posibilidad de gobernar durante los últimos 17 años nos posibilitó impulsar la sustentabilidad fiscal como política de estado, al mismo tiempo que alcanzamos niveles de inversión en infraestructura históricos, permitiendo hacer las grandes transformaciones que se ven hoy en la Ciudad.
El cambio de tendencia del periodo 2019-2023 resulta dolorosamente crudo porque permite observar cómo la Argentina deja pasar grandes oportunidades de cambiar el paradigma de las últimas décadas.
Por tal motivo, desde el PRO celebramos que hoy el equilibrio fiscal sea uno de los estandartes en los cuales se apoya el gobierno nacional para llevar adelante su política económica. Como queda en evidencia tras los datos aquí brindados, se trata de una de las banderas irrenunciables que impulsamos cuando gobernamos, en pos de alcanzar el tan preciado crecimiento y desarrollo económico. Y esto no lo decimos nosotros. Lo dice el precio de los bonos.
El autor es Ministro de Hacienda y Finanzas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires e integrante de los equipos técnicos de la Fundación Pensar (el texto fue publicado en el último informe de la Fundación Pensar)