Esta cronista buscó como disparador la mirada de dos prestigiosos politólogos, ante el momento político que vive el mundo. Les pregunté si Trump, Milei y Cristina Kirchner expresan el fin de la democracia tal como la conocemos.
Andrés Malamud respondió: “Estamos en la era de la rabia y el algoritmo, citando a Giuliano Da Empoli (Los ingenieros del caos). En la era digital, la democracia agrega odio en las redes en vez de ideas en las plazas”.
Por su parte, Hugo Quiroga indicó: “El escenario que veo es de amenaza hacia la democracia, una polarización extrema que puede derivar en una autocracia electiva. Esto puede suceder con Trump, y en el caso de Milei también, si le va bien en la economía y nada se construye enfrente”.
En Estados Unidos, y con la suma del poder público -en cuanto a esto último, en Argentina lo más parecido fue logrado por el gobernador santafesino Pullaro, con un agregado raro para la política: por el momento conduce al socialismo, al radicalismo y al peronismo, a diferencia de Milei-, ganó un hombre que dijo que hay que balear a periodistas. Que durante un tiempo será un dictador. Que es amigo de Putin y Orbán. Que expresó hasta el hartazgo comentarios racistas. Que atentó contra el Capitolio. Que tiene condena judicial por sobornar a prostitutas con fondos oficiales. En Argentina, fue electo Milei hace casi un año, sin estructura partidaria y prometiendo, motosierra en mano, ajustes sangrientos con desocupación y pobreza. Trump es un hombre rico y llevará a su gobierno a hombres ricos. Milei llevó a su gobierno a hombres ricos que, según declaran, se están volviendo más ricos aún. Es irritante la multiplicación de los haberes del ministro Luis Caputo en más del 2000 %, siendo el responsable del empobrecimiento de quienes poco tienen.
Para hacer política, hay que tener principalmente coraje y audacia, sin dejar atrás talento e iniciativa. Hoy, en Argentina, desertan los que dicen poder poblar las plazas con ideas.
Solo están Javier Milei y Cristina Kirchner. Como dice Quiroga, estamos en un escenario de polarización extrema, fomentado tanto por el Presidente como por la ex presidenta. CFK ya no confrontará ni con el radicalismo, ni con Macri, ni con lo que queda de ambos. Sí con Milei, y lo hace presidiendo un partido al que desprecia (Partido Justicialista), que siempre odió. En esta ocasión, su partido (Unidad Ciudadana) queda a la espera. Es la manera de defender el territorio donde más votos tiene: Buenos Aires. Milei, en el otro extremo, intenta -y lo va logrando- fagocitar a la UCR y al PRO.
El triunfo de Donald Trump, ¿lo vuelve demócrata y presentable? Indudablemente, no. ¿Contribuye su triunfo a mejorar las democracias en el mundo? Decididamente, tampoco.
Europa tal vez sea donde se perciban primero sus efectos. Según Malamud, quien junto a Jorge Sola protagonizó un conversatorio en Rosario, el sentimiento reinante en el viejo continente es el del terror. Creen que la alianza de Trump y Putin los acechará. Europa alberga a una guerra y Alemania se resquebraja políticamente. Nada de esto impide reconocer que el republicano fue votado y ganó legítimamente.
La falta de valores democráticos en el mundo comienza a ser notoria. Esto no es bueno. Y no lo es porque la democracia imperfecta es el resguardo de algo que se llama igualdad de oportunidades.
Las sociedades han cambiado mucho. La política debe entender a sus electores. Hay una evolución rápida debido a la tecnología, que para algunos es solo virtual porque su realidad no evoluciona, marca estancamiento o retroceso, y esto es letal. Y expresan su inconformismo virando hacia lo nuevo, lo distinto, aun lo extravagante, solo con la esperanza de sincronizar la evolución tecnológica posibilitadora de un mundo al que la política conocida no le permite acceder. El gran problema que tiene la política tradicional para esta adecuación que piden los electores es su falta de escucha.
Hay que ser claro en cuanto a que la apedreada democracia sufre los errores de la política, que la hacen más imperfecta de lo que es. Pero no ha fallado la democracia. Contradecir este concepto solo les sirve a los autoritarios. En Estados Unidos, su sociedad, mayoritariamente, tolera corrupción. En Argentina también.
¿Es este un punto de inflexión? Los extremos y el hartazgo del todo vale, ¿parirán una democracia distinta? Las sociedades enfermas tienden a suicidarse.
Otra pregunta: ¿qué define hoy el voto de los ciudadanos? Si miramos a la Argentina de hace casi un año y al Estados Unidos de esta semana, queda claro que se vota por la esperanza en políticos que ayuden a la sociedad a vivir mejor, con rabia o por convicción. En Estados Unidos le ocurrió a Kamala Harris lo que aquí a Sergio Massa: los gobiernos de Joe Biden y Alberto Fernández no le dieron mejor vida a la gente.
Cuando se desnaturalizan la razón de ser de los partidos o las promesas electorales, ocurre lo que les sucedió al peronismo en Argentina y a los demócratas en Estados Unidos. Ambos abandonaron a los trabajadores en cuanto a las expectativas de vida y de desarrollo.