¿Sabías que las emociones no solo se sienten, sino que también se fabrican? En cada momento, nuestros cuerpos y cerebros trabajan juntos para crear las emociones que experimentamos. Y en el aula, estas emociones pueden ser la diferencia entre aprender con ganas o sentirse desconectado.
¿Te imaginás cómo sería una clase si todos estuvieran alegres y motivados? El objetivo de esta columna es contar cómo los docentes pueden ayudar a fabricar ese clima positivo y cómo esa alegría impacta en el aprendizaje.
Nuestro cuerpo y nuestras emociones están profundamente conectados, y esta relación puede ser una herramienta muy útil en el aula. Pensá en un estudiante que se siente nervioso antes de una prueba: probablemente veas en él movimientos repetitivos, como mover la pierna, o un cuello tenso. Lo interesante es que no solo nuestro cuerpo reacciona a las emociones, sino que también puede fabricarlas. Así como la ansiedad puede hacer que movamos la pierna sin parar, el simple hecho de mover la pierna puede hacernos sentir ansiosos. De la misma manera, cuando un estudiante se estira y se sienta derecho, no solo parece más alerta, ¡también se siente más alerta! La postura corporal envía señales al cerebro que activan emociones y estados de ánimo.
Entonces, ¿cómo podemos usar esta conexión para ayudar a nuestros estudiantes? Si queremos que sientan alegría o confianza, podemos guiarlos a hacer cosas que normalmente harían cuando están felices o seguros. Por ejemplo, bailar o moverse al ritmo de una música animada, incluso si no tienen ganas, puede generar esas mismas emociones de alegría. Así, estamos “fabricando” el estado de ánimo que queremos en ellos.
Pero esto no es solo para crear emociones positivas. También podemos ayudar a los estudiantes a reconocer y romper con emociones limitantes. Imaginate un estudiante que se siente frustrado: puede estar encorvado, mirando al suelo, o hablando en voz baja. Esta postura, además de expresar tristeza, refuerza esos sentimientos. Si, en cambio, lo alentamos a cambiar de postura, sentarse derecho y respirar profundamente, es probable que empiece a sentirse mejor.
Como docentes, tenemos la posibilidad de trabajar con nuestros estudiantes en el aula para que usen esta conexión cuerpo-emoción en su beneficio. Mostrarles que pueden “fabricar” alegría, calma o motivación simplemente al adoptar posturas y movimientos que evoquen estas emociones les da una herramienta poderosa para enfrentar los desafíos del aprendizaje. Los estados de ánimo no son algo que simplemente sucede; también son algo que podemos construir.
Algunas estrategias concretas para generar emociones positivas
- Algo tan simple como tomarnos unos minutos al principio de la clase para respirar juntos puede hacer maravillas. La respiración profunda ayuda a que el cuerpo se relaje y prepara el cerebro para aprender. Podés probar pidiéndoles a los estudiantes que se sienten derechos, cierren los ojos, y hagan tres respiraciones profundas y lentas. Esto ayuda a reducir el estrés y mejora el estado de ánimo de todos.
- El movimiento físico no solo es bueno para el cuerpo, sino también para las emociones. Actividades como saltar, estirarse, o incluso un baile corto pueden ayudar a que los estudiantes se sientan más despiertos y listos para aprender. Al movernos, nuestro cerebro libera químicos que nos hacen sentir bien, como la dopamina y la serotonina. El movimiento potencia el aprendizaje.
- La postura, como vimos, afecta nuestras emociones. Cuando nos sentamos derechos y erguidos, no solo aparentamos confianza, sino que también empezamos a sentirla. Esto se debe a que la postura manda señales al cerebro para que active las emociones correspondientes.
- Enseñarles a los estudiantes a usar una postura de “superhéroe” antes de un examen o actividad importante puede darles un empujón de confianza y energía. La postura del superhéroe, que consiste en pararse con los pies separados al ancho de los hombros, el pecho hacia afuera, mentón arriba y las manos en la cintura, no solo transmite confianza, sino que también tiene un impacto biológico significativo. Varios estudios han demostrado que adoptar esta postura durante al menos dos minutos puede aumentar los niveles de testosterona, la hormona asociada con la confianza y el valor, mientras que reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Practicar esta postura antes de entrar al aula para un examen puede ayudar a los estudiantes a sentirse más seguros y mentalmente preparados.
- La música tiene un efecto directo en nuestras emociones. Un poco de música alegre al principio de la clase o mientras los estudiantes trabajan en algo puede crear un ambiente más positivo. Elegí una canción animada y vas a ver cómo cambia la energía del aula.
- Nunca subestimemos el poder de una sonrisa. Cuando un docente sonríe y hace contacto visual, crea una conexión instantánea con los estudiantes. Esto hace que se sientan valorados y más cómodos, y la verdad es que todos sabemos que es más fácil aprender cuando nos sentimos bienvenidos y respetados.
- Comenzar o cerrar la clase con un momento para que los estudiantes piensen en algo por lo que están agradecidos puede ayudar a crear un ambiente positivo. Este simple acto mejora el ánimo y fomenta un ambiente de respeto y aprecio mutuo.
- Un saludo personalizado o una breve charla al inicio de la clase puede ser muy significativo. Los estudiantes se sienten importantes cuando el docente se toma un momento para reconocerlos y esto crea un ambiente de respeto y confianza.
- Cuando los estudiantes trabajan juntos, comparten emociones. Promover actividades colaborativas fomenta un ambiente de apoyo y hace que los estudiantes se sientan parte de algo más grande.
- Un par de minutos para moverse, conversar o tomar agua permite a los estudiantes recargar energías y reducir el estrés. Estas pequeñas pausas activas los ayudan a sentirse mejor y volver al aprendizaje con más ganas.
Con estas estrategias simples, podemos transformar el aula en un espacio donde cada emoción se construye intencionalmente, y donde aprender se convierte en una experiencia plena y significativa.
La fórmula es simple: hacer con el cuerpo lo que haríamos si ya nos sintiéramos de esa manera. ¿Quién diría que sentarse derecho y sonreír podría ser el primer paso para un mejor día de aprendizaje?