Ya se vota en Estados Unidos en la que promete ser una de las elecciones más importantes del siglo. Se elige entre la continuidad y la disrupción, una decisión que afecta tanto el futuro del país como su papel en el escenario global. Por ello, democracias y autocracias esperan con ansias el resultado: desean saber en qué mundo despertarán el 6 de noviembre, el día después de las elecciones.
En efecto, el liderazgo estadounidense sigue siendo un factor clave en la dinámica geopolítica global, en gran medida por su todavía incontestado poderío económico, financiero y militar. Para la paz y la seguridad internacionales y de la economía mundial, Kamala Harris y Donald Trump presentan, en muchas áreas —aunque no todas— perspectivas divergentes.
La diferencia entre ambos candidatos es especialmente evidente en relación con la guerra en Ucrania. Kamala Harris daría continuidad al apoyo militar y financiero a Kiev, manteniendo una postura de respaldo firme frente a Moscú. Por el contrario, Trump parece estar dispuesto a negociar directamente con Rusia.
Respecto a una posible intervención de China en Taiwán, la postura de Washington bajo cualquiera de los dos liderazgos sería, salvo matices, similar. Tanto demócratas como republicanos han endurecido su posición frente a Beijing.
Por otro lado, el apoyo estadounidense a Israel sigue siendo prácticamente inquebrantable en las actuales circunstancias, independientemente de quién ocupe la Casa Blanca.
Solo en estos tres frentes se juegan la paz y la guerra en Europa, el Pacífico y el Medio Oriente, así como el compromiso de Estados Unidos con un orden internacional basado en reglas. Las implicaciones son vastas, incluyendo la posibilidad de que otros conflictos se intensifiquen y deriven en violencia armada, desde la península de Corea hasta la disputa entre Armenia y Azerbaiyán, e incluso en regiones africanas como el Sahel.
Son temas que pueden parecer lejanos de la vida cotidiana de los argentinos. Sin embargo, podemos estar seguros de que, tarde o temprano, sus consecuencias llamarán a nuestra puerta, ya sea por el encarecimiento de las materias primas, la valorización del dólar o el impacto de los flujos de refugiados y personas desplazadas.
En el plano de la economía mundial, si observamos la sustancia de las políticas y no el estilo de los candidatos, no encontramos tantas diferencias entre demócratas y republicanos respecto a un tema clave: la rivalidad con China y la imparable penetración internacional de productos chinos, como los automóviles. El impacto de esta competencia quedó claro con el reciente anuncio de Volkswagen, que prevé recortes salariales y posibles cierres de fábricas en la propia Alemania para reconquistar competitividad.
Abiertas las urnas y conocidas las diferencias entre los candidatos, esperamos que las elecciones se desarrollen con normalidad. Quienes pierdan deben aceptar los resultados, y quienes ganen deben mantener a Estados Unidos como un ejemplo de democracia transparente y fuerte, con los contrapesos necesarios. Nosotros, los argentinos, solo tenemos que ganar con tal ejemplo.