Este martes, Estados Unidos vuelve a elegir a su presidente en una tradición que lleva más de dos siglos. Sin embargo, esta no es una elección más. Por las propuestas de ambos candidatos, estamos frente a dos visiones muy diferentes de la política doméstica e internacional. En el plano global, Donald Trump presenta un enfoque de “desentendimiento” (disengagement) de los Estados Unidos en resolución de los conflictos geopolíticos. Esto tiene particular impacto en Europa, donde el candidato republicano expresa con meridiana claridad que la determinación de los de los enfrentamientos en estos territorios (léase Ucrania) es un problema que deben resolver ellos mismos. Por el contrario, Kamala Harris enarbola las tradicionales banderas demócratas de defensa de las democracias y los derechos humanos en el planeta con un enfoque multilateralista.
A pesar de esta mirada, el candidato republicano presenta intereses concretos en nuestra región. Con él se revive la Doctrina del Presidente James Monroe, que en 1823 la sintetizó con una frase: “América para los americanos”. En ese entonces su réplica era contra la creciente influencia europea en nuestro continente. Luego, este enfoque se “aggiornó” en la Guerra Fría, cuando el enemigo era el avance soviético sobre nuestra región. Hoy en día, la amenaza que los Estados Unidos tienen en el mundo y en América Latina en particular, es la creciente presencia china y el desafío que la potencia asiática representa.
Al sur del Río Grande, los Estados Unidos tienen una agenda en dónde predominan la siguiente temática: política inmigratoria, política comercial, política energética, Venezuela, Cuba, el Atlántico Sur y la Antártida. Frente a este panorama y bajo una mirada “monroniana” Trump deberá buscar aliados en la región y dentro de los países más grandes. Tanto en términos geográficos como productivos, el único y gran candidato es la Argentina.
Analicemos cada uno de los ejes de sus prioridades. En materia de inmigración, mientras el republicano sostiene su iniciativa de deportar once millones de indocumentados, su rival demócrata plantea un mayor control en la frontera. De resultar victorioso Trump, impactará en los costos laborales de la economía de su país, pues los inmigrantes trabajan a un costo horario que es solo una fracción del salario percibido por un ciudadano americano. El impacto de esta medida sería muy diferente en México y el resto de Centroamérica y Ecuador, pues las remesas de trabajadores representan un promedio de una cuarta parte de sus exportaciones.
Más aún, Trump plantea la renegociación del tratado de libre comercio con Canadá y México, con la visión de generar mayor empleo industrial fronteras adentro de su país. Su mantra es “América primero” (América First). Muy diferente será el enfoque de Kamala Harris, que privilegiará la política de tener proveedores confiables en nuestro continente para la industria y los servicios de su país. Las diferencias son aún mayores cuando el candidato neoyorkino propone aumentar todos los aranceles para productos importados que provengan de países que no poseen tratados de libre comercio.
La oportunidad más importante para la Argentina es en política energética. Mientras Trump plantea un enfoque contrario a subsidiar la transición hacia renovables, su política impulsará la producción de combustibles fósiles, dándole un gran impulso al petróleo. Nuestro país ya produce 725.000 barriles diarios y solo consumimos 520.000. Esta capacidad exportable hoy se encuentra limitada por los costos de transporte y que solo tenemos un oleoducto desde Vaca Muerta hacia el Atlántico. Sin embargo, bajo la iniciativa privada, en marzo de 2025, se inaugurará Oldelval II para transportar 230.000 barriles adicionales. Es decir, que una alianza energética continental en materia petrolera encontrará en este escenario a nuestros dos países empujando del mismo carro.
Mientras tanto, la candidata demócrata profundizará las leyes aprobadas bajo la presente administración de subsidiar toda la producción de electromovilidad. En este caso, Argentina deberá impulsar el valor agregado sobre la incipiente y prometedora producción de litio. En este punto también existe una grieta entre ambos candidatos con respecto a la cumbre sobre cambio climático que se llevará a cabo en Brasil el año que viene.
Con una mirada hacia adelante, Argentina debe trabajar tanto en el frente comercial, como en el de las inversiones. En la mirada mercantilista de Trump, nuestro país presenta un déficit comercial crónico con los Estados Unidos, por lo tanto, no podemos ser “acusados” de quitarle empleos a los ciudadanos de su país. Si, en cambio, triunfara Kamala Harris, debemos impulsar nuestras credenciales de acreedor medioambiental global, ya que nuestra producción agrícola-forestal genera una absorción neta de dióxido de carbono.
En materia política, Argentina puede jugar un rol más activo en incrementar las sanciones hacia la dictadura de Venezuela y Cuba, sin dudas con más eco en una nueva administración Trump. Si estuviéramos frente a un nuevo gobierno demócrata, este debe reevaluar su estrategia, frente al evidente fracaso de los intentos de llevar adelante elecciones limpias.
En ambos casos, Argentina no será prioridad para Estados Unidos. Por lo tanto, está en nosotros tomar la iniciativa, que a no dudar tendrá eco en la nueva administración. Aquí van algunos vectores de trabajo que a mi entender deben estar en la futura agenda bilateral.
- Solicitar el ingreso de Argentina a la Americas Partnership for Economic Prosperity. Es una iniciativa que busca ser una fuente adicional de financiamiento para el desarrollo. Ya forman parte 11 países, entre ellos: México, Chile, Uruguay y Colombia.
- Negociar un nuevo Tratado Bilateral de Protección de Inversiones de última generación.
- Impulsar el Comité Permanente Conjunto de Cooperación en Energía Nuclear con el propósito de fortalecer el sistema científico-tecnológico y nuestra producción nuclear con fines pacíficos.
- Negociar nuestra participación en el Partnership for Global lnfrastructure and lnvestment (PGII). Tiene 15 miembros, incluyendo varios países en vías de desarrollo. El objetivo es movilizar inversiones por al menos 600 mil millones de dólares.
- Generar instrumentos de cooperación en el combate a la pesca ilegal en el Mar Argentino.
- Coordinar una agenda de trabajo conjunto con agencias de inteligencia y seguridad en la lucha contra el crimen organizado, el terrorismo y el narcotráfico.
- Negociar el ingreso de biodiésel y acero. El combustible aún sigue sin poder ingresar al mercado estadounidense por las medidas antidumping impuestas por Estados Unidos en 2017. También se impusieron medidas similares a los tubos de acero para campos petrolíferos.
- Hidrovia Paraná-Paraguay. En septiembre de 2021 finalizó el contrato concesión de la Hidrovía, lo que despertó el interés chino. Así, se impulsó el interés de Shanghai Dredging Company, cuyo CEO dijo que la Hidrovía estaba “alineada con los principios de la Franja y Ruta”. Es necesario generar una licitación internacional en la que participen las mayores empresas de dragado del mundo.
- Establecer ejercicios conjuntos con la Armada y la Fuerza Aérea en el Atlántico Sur, para entrenar a nuestro personal, en particular a nuestros pilotos.
- Incrementar y profundizar la relación con el Comando Sur, adoptando una visión estratégica hacia nuestra región.
En definitiva, esta nueva etapa en la política estadounidense abre diferentes oportunidades de acuerdo a quién resulte ganador. Argentina debe tomar la iniciativa con un enfoque pragmático y transaccional. La política internacional debe tener en claro que en cada negociación debemos lograr mayores empleos y más dólares para impulsar la producción nacional. Argentina primero.