En las próximas horas, el debate sobre el paro girará alrededor del reclamo gremial, los derechos de los trabajadores y la interpretación política de la medida de fuerza. Sin menospreciar ninguna de estas realidades, estamos olvidando una muy valiosa: el golpe que significa para el turismo y el costo que esto tiene en nuestra imagen frente al mundo.
No estoy diciendo con esto que los conflictos sindicales no sean parte de la realidad de otros países -porque lo son-, pero estamos ante la sexta medida de fuerza en lo que va del año que afecta al sector aeronáutico, el mismo que no le hizo ningún paro al Gobierno anterior, aún cuando los aviones estuvieron sin volar durante meses.
¿Qué imagen proyectamos cuando, frente a un conflicto interno, nuestra conectividad y accesibilidad entran en jaque?
Además de ser muy dañinos para las aerolíneas, ya que los costos para reponer lo perdido son muy altos, los paros afectan la credibilidad de las compañías indirectamente implicadas y la experiencia de miles de visitantes. Por ejemplo, el paro previo al de esta semana, que tuvo lugar el 13 de septiembre, obligó la cancelación de 319 vuelos, afectando a más de 37.000 pasajeros y, según estimaciones de Aerolíneas Argentinas, produjo a la empresa un costo económico de 3 millones de dólares.
Esta conducta afecta de lleno la previsibilidad -un factor clave en el turismo ya que los viajes a destinos remotos como el nuestro suelen planificarse con tiempo- y merman la imagen del país como un destino confiable y accesible. Que los visitantes no pierdan la confianza en Argentina como un destino atractivo es fundamental, ya que el turismo es un sector clave para su crecimiento económico.
Los argentinos tendemos a ver el vaso medio vacío de nuestra realidad, pero si analizamos el contexto global de conflictividad social e inmigración que están viviendo en otras partes del mundo, no valoramos como deberíamos que tenemos un país inmenso y enormemente rico. Contamos con todos los tipos de climas y territorios -cordilleras, lagos, glaciares- y eso representa una gran oportunidad para generar propuestas turísticas atrayentes para los visitantes internacionales que eligen nuestro destino a pesar de las distancias.
Pongamos como ejemplo a la Ciudad de Buenos Aires. No cabe duda de que el turismo está en crecimiento, y, como siempre destaca el Jefe de Gobierno, Jorge Macri, su potencial no tiene límites. Durante los primeros 8 meses del año, la Ciudad recibió casi 1,9 millones de visitantes extranjeros, lo que representa un crecimiento de más del 6% con respecto al mismo periodo del año pasado. En ese lapso, ingresaron a la Ciudad de Buenos Aires más de 3,5 millones de pasajeros por vía aérea, un 15% más que en 2023.
Estos números dejan en claro que Buenos Aires es la puerta de entrada al país para los turistas internacionales, por lo que se convierte en una aliada estratégica para todos los destinos. A su vez, el crecimiento de la actividad turística en general depende en gran medida del accionar del sector privado, responsable de construir la experiencia de los turistas que nos visitan.
En este escenario, es clave que los organismos públicos generemos políticas para facilitar al sector privado su trabajo y lograr una mejor y más amplia oferta de conectividad área que facilite la llegada de más visitantes y su circulación por el resto del territorio nacional. Por eso es que una medida de fuerza no debería ser capaz de paralizar toda la actividad aerocomercial que necesita el turismo en Argentina. Entonces, ¿cómo se enfrenta este desafío para proyectar una imagen confiable al mundo?
Debemos empezar por lo básico: lograr que las cosas funcionen bien, de manera razonable. Para lograr esto, la clave está en la previsibilidad, que se fortalece cuando los sectores público y privado se desarrollan junto a protocolos de contingencia que garantizan la continuidad en situaciones excepcionales, ya sean conflictos gremiales o técnicos. Para el turista, esto significa una experiencia de mayor calidad y libre de contratiempos.
A su vez, esa previsibilidad es la que va a permitir al sector público recuperar la confianza de las aerolíneas internacionales y generar espacios de trabajo para retomar las conexiones que se perdieron con las políticas tomadas durante la pandemia que derivaron en que muchas empresas abandonaran el país. Son decisiones que significaron un retroceso en los avances que se habían logrado durante la presidencia de Mauricio Macri, beneficiando no solo el turismo receptivo, sino también el refuerzo del cabotaje, a partir de la llegada de nuevas aerolíneas low cost y la apertura del Aeropuerto de El Palomar.
En ese sentido, la agenda de turismo en Argentina tiene que perseguir el desarrollo económico como premisa, y todos los sectores de esta actividad deben estar encolumnadas tras ese propósito. En cuanto a la actividad aerocomercial, el camino es tener más rutas, más vuelos y más competitividad en términos económicos, fruto de un mayor trabajo en conjunto con el sector privado: sólo mediante políticas estables y colaboraciones sólidas podremos lograr un entorno que transmita confianza en los turistas y las aerolíneas internacionales.
La previsibilidad -que un paro no debería poner en jaque- es más que una necesidad operativa: es un paso hacia la estabilidad que Argentina necesita para consolidarse como destino accesible y atractivo para todo el mundo.