Inteligencia artificial: un desafío ineludible para los sindicatos

Ante el nuevo escenario que abren las tecnologías disruptivas, es fundamental que los gremios asuman un papel proactivo para asegurar que los trabajadores no solo permanezcan en el mercado laboral, sino que también vean protegidos sus derechos

Inteligencia artificial (Imagen Ilustrativa Infobae)

La inteligencia artificial (IA) está transformando rápidamente el mundo laboral, presentándonos desafíos sin precedentes. Históricamente, no fue hasta el surgimiento de las computadoras personales y el sistema operativo Windows que la informática se popularizó. Posteriormente, la llegada de navegadores como Explorer y Mozilla permitió que todo el planeta se sumara a la ola de Internet. Con el nacimiento de la Web Social (YouTube, Facebook, etc.) y los teléfonos móviles con acceso a Internet, se democratizó verdaderamente la posibilidad de compartir contenidos en el ciberespacio.

Aunque la informática, Internet y los servidores para compartir archivos existían desde mucho antes, estas tecnologías parecían esperar el momento adecuado para impactar masivamente en la sociedad. Las tecnologías a menudo nacen y permanecen latentes hasta que llega su momento de protagonismo.

Algo similar ocurrió con la IA, la estrella tecnológica de estos tiempos. En la década de 1950, Alan Turing y sus colegas ya discutían la posibilidad de que las máquinas pudieran razonar como humanos. No fue hasta los años 80 que comenzaron a emerger en ámbitos académicos los primeros modelos de redes neuronales informáticas. Sin embargo, fue en noviembre de 2022 cuando el popular ChatGPT vio la luz, marcando un hito en la accesibilidad de la IA.

ChatGPT representa para la inteligencia artificial generativa lo que Windows fue para la informática o lo que los navegadores fueron para Internet: un agente democratizador. La inteligencia artificial implica, en términos sencillos, que las computadoras comienzan a procesar información y tomar decisiones con lógicas cada vez más humanas. Este avance está transformando múltiples aspectos de nuestra sociedad, pero es especialmente relevante en un ámbito particular: el mundo del trabajo.

En este nuevo panorama, es fundamental que los sindicatos asuman un papel proactivo para asegurar que las y los trabajadores no solo permanezcan en el mercado laboral, sino que también vean protegidos sus derechos. El informe del Foro Económico Mundial sobre el futuro del trabajo señala que, aunque se espera la creación de 97 millones de nuevos empleos para 2025, 85 millones de puestos desaparecerán debido a la automatización y la intervención de máquinas. Esto implica una reorganización del trabajo entre humanos, máquinas y algoritmos, lo que requiere una adaptación significativa.

Ante esta realidad, los sindicatos deben convertirse en pilares de la reconversión laboral. Su capacidad de negociación y su rol en los procesos de adopción tecnológica son esenciales para garantizar que la implementación de nuevas tecnologías respete condiciones laborales justas y equitativas en estos entornos digitales. La formación continua se vuelve, por tanto, una prioridad indispensable.

Los trabajadores organizados tienen la oportunidad y la responsabilidad de impulsar el desarrollo de habilidades digitales, permitiendo que las y los puestos laborales se adapten a las nuevas tecnologías y mantengan su empleabilidad. Además, el sindicalismo debe integrarse en la dimensión digital para liderar las negociaciones colectivas y las reformas normativas que protejan los derechos de la clase trabajadora en la era digital. Esto ayudará a mitigar los riesgos asociados con la IA y garantizar un trato equitativo para todos los trabajadores, sin distinción de género, raza o cualquier otra característica personal.

Es evidente que el mundo del trabajo, las relaciones humanas, la salud, la producción de bienes y servicios, la comunicación y la política son actividades impactadas por la inteligencia artificial. Ante este avance transversal de la IA en casi todos los ámbitos de la vida, es crucial que los actores principales que participan en la estrategia y desarrollo de un país trabajen conjuntamente en dos frentes: por un lado, mitigar los daños e inequidades que estas tecnologías puedan producir; por otro, promover y apropiarse de estas herramientas para el beneficio común.

Existe la oportunidad, a diferencia de lo ocurrido en el pasado con las economías de plataforma surgidas tras la explosión de la Web 2.0, de abordar la inserción de la IA desde sus inicios y comprender plenamente sus implicaciones. Los sindicatos tienen mucho que aportar al direccionar, fortalecer y orientar estratégicamente los usos y el alcance de la IA, en busca del bien común y la construcción colectiva.

Actualmente, abundan las preguntas y escasean las respuestas. Todo sucede a un ritmo vertiginoso. Elon Musk, dueño de Tesla y uno de los líderes globales en IA, ha comenzado a plantear la posibilidad de una renta básica universal. Jeff Bezos, dueño de Amazon, se ha mostrado abiertamente en contra del sindicalismo. Europa establece regulaciones desde lujosas oficinas plagadas de tecnócratas; China avanza y genera productos sin solicitar permisos; el Papa Francisco reclamó en el último G7 un marco ético global entre todos los líderes mundiales; grupos ecologistas advierten sobre el consumo energético desmedido que requieren estas tecnologías. Brasil ha anunciado la inversión de tres mil millones de dólares para generar su propia IA en portugués, lo propio hizo España, con un fondo de mil trescientos millones de euros. Sin embargo, si hay algo innegable hasta hoy, es que ante estas grandes revoluciones transnacionales siempre han sido los trabajadores organizados quienes han impulsado las regulaciones y cambios pertinentes para equilibrar la balanza y reducir las injusticias.

La adopción de la Inteligencia Artificial debe ser un proceso multifacético que implique, principalmente, la garantía de los derechos de las y los trabajadores en la nueva reestructuración de el mercado laboral. Los ejes de acción del movimiento sindical deben orientarse a coordinar acciones de formación continua, conformar alianzas estratégicas y asegurar mecanismos de control y fiscalización. Solo así se podrá garantizar que la revolución digital beneficie a los trabajadores, a las comunidades y no solo a unos pocos multimillonarios globales.