En los últimos años, muchos líderes empezaron a hacer foco en las “habilidades blandas” (o soft skills), un término que aparece cada vez más en las búsquedas laborales de grandes empresas. Se trata de las competencias personales y sociales que facilitan las relaciones humanas y permiten desenvolverse con éxito en cualquier ámbito de la vida.
Estas habilidades se diferencian de las “duras”, que tienen que ver con los conocimientos y aptitudes específicas de un rol. Las “soft skills” son transversales a cualquier industria o cargo, y no se pueden estudiar o aprender en un curso, sino que se desarrollan en la práctica. Su auge se explica por una premisa conocida en el coaching y el liderazgo: las relaciones son igual a resultados o, dicho de otra manera, nuestros resultados no pueden ser mejores que las relaciones que cultivamos para generarlos.
Un entorno de trabajo donde reinan el malestar, la falta de motivación y de comunicación es el caldo de cultivo perfecto para que un negocio no funcione: puede provocar malentendidos en la coordinación de acciones, mala atención, ineficiencia en las tareas diarias y menor productividad.
Sin embargo, un líder puede encontrar la respuesta a este desafío y mejorar sus resultados de negocio a través de las habilidades blandas y su capacidad para “contagiarlas” a su equipo. Si bien hay múltiples “soft skills”, hay dos que pueden ser el inicio del camino: la conversación y la gestión emocional.
Conversación
Mucho más que simplemente hablar, es la capacidad de crear contextos donde haya conversaciones nutritivas y enriquecedoras para todos. Tiene mucho que ver con la habilidad de escuchar con apertura y ponerse en el lugar del otro. Algunos consejos para desarrollarla:
- Se puede empezar con algo tan simple como preguntarle a los colaboradores cómo están, cómo se sienten hoy o al hacer una tarea determinada.
- Dar y recibir feedback. No solo comunicarles a los miembros del equipo cómo se están desempeñando, destacando aspectos positivos y áreas de mejora, sino también pedirles feedback sobre el propio liderazgo.
- Prestar atención a las necesidades del equipo. Detectar cuándo las personas se sienten desmotivadas, o muy exigidas, cuándo necesitan ayuda o un reconocimiento de sus logros.
- Alentar conversaciones sobre la práctica del trabajo, los procesos que llevamos adelante, y también sobre cómo nos sentimos mientras lo hacemos.
Gestión emocional
El reconocimiento de las propias emociones es fundamental para responder hábilmente a las situaciones en el momento correcto y manera correcta. Como dice un conocido refrán: “No hagas promesas cuando estés feliz, no respondas cuando estés enojado y no tomes decisiones cuando estés triste”.
Tiene que ver con autoconocerse, saber qué nos hace sentir energizados y qué nos desmotiva. Es necesario que todo líder tome consciencia del impacto que produce en su entorno su propia manera de ser. Implica reflexionar sobre nuestra personalidad y, a partir de esta reflexión sobre lo propio, se va a desarrollar una mirada más empática sobre los demás. Algunos consejos para desarrollarla:
- Darse espacios de autorreflexión para conocernos en acción. Se puede hacer solo o con el acompañamiento de un coach o mentor.
- Aprender de otros: leer libros o artículos sobre liderazgo, gestión emocional y neurociencias.
- La meditación, si la implementamos de forma constante, es una herramienta científicamente comprobada para lograr que el cerebro piense de manera más tranquila y actúe menos reactivamente.
- Hacer yoga o alguna actividad física que nos permita “bajar las revoluciones”.
- Aprender a respirar conscientemente: el ritmo de la respiración acelera los pensamientos y, en un momento de negatividad o pesimismo, controlar la respiración puede marcar la diferencia entre una mala decisión y una buena.
Soluciones sencillas para mejorar el clima laboral
Si bien estos consejos son generales, la mejor forma de desarrollar las habilidades blandas va a depender de cada líder, organización y desafío que enfrente.
Recuerdo la estrategia que generó un equipo de una empresa con la que trabajé: estaban teniendo dificultades para brindar una buena atención al cliente en sus oficinas porque “se contagiaban” del estado de ánimo negativo de los clientes o de algún integrante. Entonces, decidieron implementar reuniones al inicio del día en las que cada miembro decía al resto cómo se sentía en ese momento: alegre, cansado, motivado, triste. Ya solo a partir de esta conversación, el equipo buscaba naturalmente apoyar al que había empezado la jornada con “menos ganas”.
Si sucedía una situación que los sacaba de eje, como un cliente enojado, identificaban las emociones y el compañero afectado salía a dar una vuelta a la manzana o se tomaba unos minutos para tomar un té, mientras el resto lo cubría. En contrapartida, también empezaron a celebrar los pequeños logros: cuando cerraban un negocio, se daban unos minutos para festejarlo en equipo.
Son acciones pequeñas, pero que pueden tener un gran impacto en el clima laboral. Y estas iniciativas surgieron a partir de conversaciones generadas en un espacio de coaching de equipos, en el que los empleados pudieron contar cómo se sentían y aportar ideas para mejorar el clima laboral. Esta apertura deviene naturalmente en mejores relaciones entre los equipos y con el líder, y eso se traduce, siempre, en mejores resultados.