El gobierno nacional festeja que el dólar baje cómo si un determinado precio nominal para el tipo de cambio fuera “bueno” per se. Obviamente, este festejo sólo se entiende cuando se comprende qué objetivos de política económica está persiguiendo el Gobierno en el corto plazo. Primer objetivo, planchar el tipo de cambio oficial para utilizarlo como ancla nominal des inflacionaria. Segundo objetivo, planchar el tipo de cambio paralelo para cerrar la brecha y, según su propia lógica económica que carece de todo sustento de teoría monetaria detrás (desde E2 lo hemos explicado en numerosas oportunidades), abrir el cepo cuando en simultáneo se produzca que los dólares paralelos tiendan al dólar oficial (manejado por el gobierno a dedo) y la “inflación Javier Milei” tienda a cero.
En este marco, en el período diciembre 2023-septiembre 2024 la política monetaria fue expansiva de punta a apunta, aunque se moderó fuertemente los últimos tres meses. En estos 10 meses, la base monetaria creció 208,2% mientras que el crédito al sector privado se expandió 186,8% nominal, superando a la inflación que acumuló 152,9%, según el IPC de Indec. Ahora bien, esto no es lo más grave. Lo más grave es la inflación en dólares (promedio del CCL y del libre) que acumula 84,6% en los primeros diez meses del actual gobierno. La contracara de esta inflación en dólares es la pérdida del poder adquisitivo en términos de bienes y servicios en el mercado doméstico. A pesos constantes de noviembre ‘23 (mes anterior a que asumiera JM), el dólar libre cae 53% y el CCL baja 48% en términos reales entre diciembre de 2023 y octubre de este año.
Ahora bien, como muy bien explica la escuela austriaca de economía, la política monetaria y cambiaria del gobierno de Milei tienen efectos reales, generando ganadores y perdedores a lo largo y ancho de toda la economía. En este sentido, en E2 construimos los índices ICOPESA e ICER, que estiman la ganancia y/o deterioro de la competitividad precio efectiva (proxy de rentabilidad) del sector agroexportador (poroto de soja; harina de soja; aceite de soja; trigo; maíz; girasol; carne y cuero) y de las economías regionales (maní; azúcar; yerba, Té; tabaco; vino; arroz; algodón; pera; manzana, naranja, Limón y merluza); respectivamente. Estos dos índices no sólo miden el impacto de los precios internacionales sobre la rentabilidad de cada sector, sino también la influencia sobre ella de distintas variables como el tipo de cambio nominal (oficial + blend), la carga impositiva y la evolución de los diferentes costos de producción de cada sector como salarios, insumos, costos energéticos, fertilizantes, pesticidas, etc. En términos simplificados, si sube el tipo de cambio, aumentan los precios internacionales, baja la presión tributaria y se reducen los costos de producción, el ICOPESA y el ICER suben y, por ende, mejora la competitividad precio efectiva y la rentabilidad del sector, lo cual implica que mejora su situación económica. Por el contrario, si sucede todo lo opuesto, entonces acontece lo contrario.
Como muy bien explica la escuela austriaca de economía, la política monetaria y cambiaria del gobierno de Milei tienen efectos reales, generando ganadores y perdedores a lo largo y ancho de toda la economía
De acuerdo con las estimaciones del ICOPESA, en septiembre de 2024 la competitividad precio efectiva del sector agroexportador (tomado como un todo) cae 46,3% en relación con diciembre del año pasado, luego de la devaluación “a dedo” de Milie. Paralelamente, si siguiera el crawling peg del 2%, los precios internacionales no se movieran, el CCL quedara en los niveles actuales, la presión tributaria no cambiara y los últimos datos de inflación se repitieran hasta fin de año, a fin de año la rentabilidad del sector agroexportador sería 56,0% más baja que en diciembre de 2023. Al mismo tiempo, para las economías regionales (tomadas como un todo) estos dos mismos ejercicios arrojan reducciones de competitividad precio efectiva (proxy rentabilidad) de -32,0% y -45,3%, respectivamente. En el sector agroexportador todos los sectores están seriamente perjudicados, sobre todo el maíz y la soja en todas sus versiones (poroto, harina y aceite). La carne y los cueros están marginalmente menos mal. Por el lado de las economías regionales, el maní, vino, azúcar, té, arroz y algodón son los sectores que enfrentan los mayores problemas de rentabilidad. Por el otro lado, el limón, la naranja y la manzana son las que están mejor en términos relativos (ver chart 1 y chart 2).
La rentabilidad del sector agroexportador y de las economías regionales se deteriora porque enfrentan una tormenta perfecta, aunque a todos no les cae con la misma fuerza.
Primero, debido a la política monetaria de los principales países del mundo, el nivel de actividad global es el menor de los últimos 30 años y, además, el dólar se ha fortalecido y, en consecuencia, casi todos los precios internacionales de los productos en cuestión han caído significativamente en el último año.
Segundo, la política cambiaria del Gobierno, que abarata artificialmente al dólar, potencia “a la N” la pérdida del poder adquisitivo de la producción de estos sectores exportadores en el mercado doméstico. Cada unidad exportada compra cada vez menos factores de producción, lo cual ha erosionado y desplomado su rentabilidad en el mercado doméstico. De hecho, todos los costos de producción han aumentado exponencialmente medidos en dólares comprimiendo todos los márgenes. La política económica en general y la política cambiaria en especial han dado lugar a un exponencial aumento de los costos internos y productivos medidos en dólares, ya sean salarios, transporte, logística, combustibles en general, gasoil en particular, electricidad, agua, servicios, abonos, fertilizantes, maquinarias y seguros.
Tercero, a pesar demonizar los impuestos en nombre de la libertad, el gobierno nacional no ha llevado a cabo ninguna baja de impuestos generalizada que sirva en alguna medida para compensar ni al sector agroexportador, ni a las economías regionales por los efectos negativos en términos de competitividad que tiene la actual política económica en general y la presente política cambiaria en particular.
Cuarto, y cómo adelantamos desde E2, el plan motosierra generó aumentos de la presión tributaria a nivel provincial y municipal, erosionando la rentabilidad del sector agroexportador y de las economías regionales. Ante el recorte de las transferencias nacionales al sector provincial, los gobernadores e intendentes hicieron revalúos fiscales, subieron alícuotas, crearon impuestos y/o tasas afectando negativamente la rentabilidad y la capacidad de hacer negocios de todos estos sectores. En definitiva, se ha armado la tormenta perfecta con cuatro corrientes opuestas y negativas (precios internacionales en baja, tipo de cambio con apreciación récord, estructura de costos con inflación en dólares récord y presión tributaria récord) que atentan contra la rentabilidad del sector agroexportador y de las economías regionales y, por ende, dificulta la producción y los negocios en estos sectores de la economía real.
La rentabilidad del sector agroexportador y de las economías regionales se deteriora porque enfrentan una tormenta perfecta, aunque a todos no les cae con la misma fuerza
En este contexto y teniendo en cuenta lo explicado más arriba, para que hubiese una consolidación de la recuperación económica, sumaría que tanto el sector agroexportador como las economías regionales experimentaran mejoras de rentabilidad que alentaran más inversión y mayor producción. Este fenómeno también es extensible a otros sectores productivos como la construcción, la industria, la industria PYME, el comercio, etc. Sin embargo, volviendo al sector agroexportador y a las economías regionales, todos estos sectores necesitarían que todas o varias de las cuatro corrientes en contra pasen a jugar a favor. Empezando detrás para adelante, estos sectores necesitarían que la presión tributaria a nivel municipal y provincial se redujera. Mala noticia, descartamos que la presión tributaria a nivel subnacional baje; ergo, la mejora de rentabilidad no podrá venir por este canal. Las provincias tienen a su cargo la salud, educación, seguridad y la justicia, todos servicios públicos que la gente demanda más cuando la pobreza aumenta. En consecuencia, hay más chances que la presión tributaria subnacional aumente en lugar de bajar.
En este contexto, si la presión tributaria a nivel provincial y municipal no baja, entonces el gobierno nacional debería bajar impuestos. Mala noticia también. Cómo siempre advertimos, los vencimientos anuales de deuda “hard dólar” del 2025/2031 más que duplican los vencimientos de 2024. Además, los vencimientos totales de deuda son récord desde aquí hasta fin de 2027 (más de USD 215.000 millones); ergo, no sólo habría que descartar una baja “en serio” de los impuestos nacionales, sino que sería sensato anticipar que algunos sectores económicos pagarían más impuestos nacionales en el mediano y largo plazo. De hecho, Federico Sturzenegger, ministro de desregulación, cometió “el sincericidio” de reclamarle a los presidentes de grandes corporaciones que “nunca más nos pidan bajar impuestos porque se los tengo que cobrar a otro”. Entonces, sería más que prudente que el sector agroexportador asumiera que no le van a bajar las retenciones (maíz 12%; trigo 12%; aceite girasol 0%; harina y aceite de soja 31%; porota de soja 33%; carne bovina 6,75% y cueros 9%), ni ningún otro impuesto nacional en forma relevante.
No obstante, en este punto de las retenciones vale la pena detenerse. Los productores del sector agroexportador deben comprender la magnitud de los problemas de rentabilidad: la tormenta perfecta es tan grande, que ni siquiera una completa la eliminación de las retenciones brindaría el respiro de rentabilidad que el sector agroexportador necesita. En este sentido, el punto por comprender es que los efectos negativos del plan de Milei y de la caída de precios internacionales son tan desbastadores sobre la rentabilidad del sector, que con eliminar las retenciones no alcanzaría. Con el ejemplo del poroto de soja, que tributa las retenciones (33%) más elevadas, es fácil de visualizar: si este impuesto a las exportaciones fuera totalmente eliminado “ya”, su competitividad precio efectiva seguiría un 32% por debajo del nivel de diciembre del 2023 post devaluación. De hecho, con la reciente reducción del 25% (del 9% al 6,75%) de las retenciones a las carnes, su competitividad cae 46,3% (septiembre de 2024 contra diciembre 2023, el ICOPESA de la carne bajó de 2,0 a 1,1 en este período), ubicándose en el peor nivel de competitividad precio de los últimos 7 años. Aún peor sería para el caso de las economías regionales que pagan poco y nada de retenciones (vino 0%; maní 0%; pesca 0%; tabaco 5%; algodón 5%; limón 0%; cítricos 0%; peras y manzanas 0%; yerba/té 0%; azúcar 4,5% y arroz 3%); o sea, sacarles las retenciones no les serviría “nada” para mejorar su rentabilidad.
De esta manera, y con todo lo anterior descartado, la rentabilidad del sector agroexportador y de las economías regionales exportadoras sólo podría mejorar a través de tres canales:
- Fuerte mejora del precio internacional y/o
- mega salto del dólar blend con mega salto de brecha y/o
- cambio de política de dólar oficial y devaluación.
Todas las estimaciones de mercado tienden a descartar la primera opción; ergo, una potencial mejora de la competitividad precio efectiva pasaría a depender de la segunda y/o tercera opción. En pocas palabras, la rentabilidad del sector agroexportador y de las economías regionales seguiría en baja hasta que no haya un nuevo salto del tipo de cambio. Sólo para poner en orden de magnitudes es útil presentar un ejercicio con carácter sólo ilustrativo: sector agroexportador como un todo (poroto de soja; harina de soja; aceite de soja, aceite de girasol, carne, cuero, trigo y maíz) necesitaría un dólar de $1.960 para volver a la competitividad de fines del año pasado (dejando todas las otras variables cómo están ahora). Más tiempo pase, dólar más alto se necesitará (todo lo demás constante). Se podría decir que el “campo” ya no le reza a Zeus, dueño y señor de las nubes, la lluvia y los truenos, sino que le reza a la demanda de dinero en Argentina para que se desplome.
El autor es titular de E2 (Economía & Ética) y profesor de la FCE de la UBA