Cuando se suele hablar de pobreza, se vuelve inevitable mencionar también la desigualdad. Ambos conceptos son importantes y merecen ser discutidos. Sin embargo, hay una tercera pata, que quizás sea la más importante, y que es dejada de lado. Nos referimos a la movilidad social; es decir, ¿cuántas chances tienen las personas de salir de la pobreza y continuar en su camino a la clase media o alta? En otras palabras, una persona que se encuentra en situación de vulnerabilidad hoy, ¿qué probabilidades tiene de salir de esa situación en 5 o 10 años y mantenerse fuera? Si la mayoría de las personas que se encuentran en esa situación, logran salirse, entonces estamos hablando de movilidad social ascendente.
Para comprender cabalmente la importancia de la movilidad social, es recomendable entender la evolución de la pobreza y de la desigualdad. En primer lugar, es crucial recordar que antes de la Revolución Industrial, la historia de la humanidad era la historia de la pobreza. Entre el 80 y el 90% de las personas en el mundo vivían en condiciones de pobreza extrema. Esto implicaba hambrunas, condiciones de vida precarias, trabajo infantil presente, entre otras cosas. Con la Revolución Industrial a fines de 1700 y principios de 1800, se consiguió comenzar a producir alimentos en masa y esto redujo notoriamente el gap que existía entre evolución de la población (que crecía a gran velocidad) y la evolución de la producción de los alimentos (que crecía más lento). Esto fue lo que permitió que la pobreza extrema a nivel mundial se reduzca de los niveles mencionados de 80-90% a niveles del 20-25% mundial. Gran logro del capitalismo, una impresionante reducción de la pobreza en poco tiempo.
El debate de la desigualdad habría que abrirla en por lo menos dos aristas. Por un lado, la desigualdad económica. Por el otro lado, la desigualdad social
Que la pobreza extrema caiga del 80% al 20%, implica que un 60% de la población mundial salió de una situación de vulnerabilidad. Desde luego, algunos salieron generando riquezas y otros salieron con lo justo. Inevitablemente apareció entonces el debate sobre la desigualdad. Un punto importante aquí, no queremos remarcar que el debate de la desigualdad no importa, sino que, puesto en contexto, es consecuencia de una gigantesca caída de la pobreza extrema a nivel mundial. En otras palabras, es preferible una desigualdad en la riqueza que una igualdad en la pobreza. Pero de igual manera muchas veces hay barreras a la movilidad social que incrementan la desigualdad ya que las personas con más ingreso pueden sobrellevar esas barreras y los pobres no pueden. ¿Un mal sistema educativo? La clase media o media alta puede pagar un colegio privado con mejor educación. Los pobres se quedan atrás. Pero, ¿cuál es el problema ahí? ¿Qué unos puedan y otros no? ¿O que el sistema educativo sea malo y haya que enfocarse en eso? Otro ejemplo es la inflación que afecta más a los pobres que a la clase media o alta que tienen más ingreso y pueden sobrellevar la inflación más fácil. Pero el problema es la gente que tiene más o que el fenómeno de la inflación este generando más desigualdad y una barrera más alta a la movilidad social.
Asimismo, el debate de la desigualdad habría que abrirla en por lo menos dos aristas. Por un lado, la desigualdad económica. Por el otro lado, la desigualdad social. En realidad, la desigualdad económica no es necesariamente un problema. Si a una persona le ofrecen comer 1/8 de pizza o 3/8 de pizza, la intuición nos diría que sería mejor elegir 3/8 de pizza. Sin embargo, la respuesta puede variar dependiendo del tamaño de la pizza. Podría ser preferible comer 1/8 de una pizza gigante a 3/8 de una pizza pequeña. Con lo cual, la verdadera pregunta es si la torta crece; es decir, si se genera riqueza. Las estadísticas económicas nos revelan que sí, que la riqueza puede crearse. Lamentablemente, por más que pueda demostrarse que la desigualdad económica no implica estar necesariamente en una situación indeseable, la desigualdad social podría generar conflictos. Por más que todos mejoren su situación, aquellos que crezcan más lentos podrían sentirse excluidos. O de igual manera, una exclusión porque hayan instituciones débiles en un país, es decir más corrupción, acaba afectando más a unos que a otros conectados al sistema.
Pensar en movilidad social es pensar en la posibilidad de poder proyectarse a futuro en lo personal o familiar
Es por esta razón que la tercera pata, la movilidad social, es sumamente importante. No es lo mismo ver como otros generan riqueza si las condiciones y las reglas del juego son justas e iguales para todos; que una situación donde otros generan riqueza por lobby o ser amigos de un gobierno de turno. Cuando la percepción es que otras personas realizan su riqueza de manera justa, la emulación comienza a gestarse en el resto de las personas. Comprenden que las posibilidades para mejorar o salir de una situación de vulnerabilidad están al alcance de la mano. Por el contrario, si la generación de la riqueza es por la segunda razón, la sensación de injusticia es la que reinará. De igual manera pensar en movilidad social es pensar en la posibilidad de poder proyectarse a futuro en lo personal o familiar. Las personas nos levantamos cada día queriendo tener una mejor vida para nosotros y nuestras familias, pero no pensando que queremos que a otros les vaya mal. Los seres humanos somos más aspiracionales y buscamos en muchas ocasiones el bien de los demás sin caer en el cinismo que queremos que al otro le vaya mal, a menos que el bienestar de ese otro sea generados de manera ilícita.
En definitiva, el objetivo más importante hoy a nivel mundial es continuar reduciendo la pobreza y ayudar a que más gente suba la escalera económica y pueda proyectarse a futuro con vidas mejores y más plenas. Casualmente, la movilidad social ascendente es una consecuencia de reducir la pobreza. Si las personas salen de su situación de vulnerabilidad, generarán mayores ingresos y habrá movilidad social ascendente. Por esta razón, es crucial que las instituciones, la propiedad privada y la economía a través del crecimiento económico sean lo más estables posibles; ya que eso es lo que permite gestar el medio ambiente adecuado para las inversiones, los negocios y la generación de riqueza. Consecuentemente, habría movilidad social ascendente con una reducción de pobreza. La desigualdad es entonces, un debate secundario ya que, como vimos con el ejemplo de la pizza, una menor porción de una torta mucho mayor (por crear riqueza) es preferible a una mayor porción de una torta menor. Es la movilidad social, no la desigualdad.
Cachanosky es economista y Schwarz presidente & CEO del Archbridge Institute