El camino de la Iglesia católica para el tercer milenio
El papa Francisco marcha a la cabeza de la Iglesia desde el 19 de marzo de 2013. Abajóse a la altura de los fieles en general y a veces de los infieles. Su primer paso público por este camino —como pontífice— fue dado el sábado 17 de octubre de 2015 cuando pronunció, en el Aula Pablo VI, un Discurso rememorando el 50 aniversario de la Institución del Sínodo de los Obispos. En esa oportunidad afirmó que el camino de la sinodalidad (“el que venimos transitando desde el Concilio Vaticano II”) es el que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio y al mismo tiempo que esto tiene una “dimensión constitutiva”. Un Discurso extraordinario y fundante del nuevo estilo. Francisco dijo que una Iglesia sinodal es la Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar “es más que oír”. Callar y oír. Una escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, Colegio Episcopal, Obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo.
En esa misma dirección Su Santidad el papa Francisco, en mayo de 2017 ante la Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana, ratificó la voluntad de “Caminar juntos (porque esa es… la figura que nos permite interpretar la realidad con los ojos y el corazón de Dios; la condición para seguir al Señor Jesús y ser siervos de la vida en este tiempo herido.”
Cómo caminar juntos en tiempos difíciles
Por último, el papa Francisco convocó la XVI Asamblea General de los Obispos. El tema: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. Primeras sesiones en el 10/2023 y la segunda parte en estos días.
Un “dinamismo de comunión anima nuestras decisiones. Solo en este horizonte podemos renovar nuestra pastoral y adecuarla a la misión de la Iglesia en el mundo de hoy; solo así podemos afrontar la complejidad de este tiempo…
El diálogo, el debate conceptual y el intercambio de experiencias concretas se está realizando en unidad dentro de la diversidad con el común propósito de que sea programa, fermento y esperanza.
Un nosotros-en asamblea más cercano y más humilde pero que actúe con parrecía
El papa Francisco divisa que ese camino nos conduce a una mayor cercanía, nos inclina a una mayor humildad y nos enfoca a la comunidad.
Un nosotros más cercano al otro próximo o lejano, connacional o extranjero. Una asamblea más respetuosa de la interioridad de los que sufren y esperan nuestra palabra y en silencio nos interpelan. ¿No es el Señor el que aguarda? “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer?” (Mt 25, 37).
Los migrantes, los aborígenes, los discapacitados, los excluidos, los privados de libertad, los hambrientos y la opción por los pobres
Esta semana, desde la Sala del Sínodo se oyó una voz decir que “caminar junto a los que sufren no es una opción, es una obligación de las comunidades cristianas”. Este cronista sintió como si fuera la fuerza de un río torrentoso la idea de una solidaridad nueva, actuante, debida, asociada al Rostro del Señor crucificado, tan lleno de lágrimas como las del migrante perseguido y rechazado, del aborigen que ve cómo la minera destruye sus tierras y contamina el agua, como al discapacitado que es excluido, como el preso que es víctima de vejámenes e injusticias, un rostro lleno de lágrimas como el de quien no tiene qué poner en la olla para darle de comer a su familia, al expulsado de su morada, al desocupado, al sin tierra. ¿No es el rumor del pueblo crucificado que resucita haciendo historia?
¿No es esta la ad-venire que en medio de las guerras impiadosas y demoníacas conduce a la obra salvífica de la amistad social que anuncia el profeta en Fratelli tutti?
La crucifixión de la humanidad, ¿no anuncia la muerte súbita del yoísmo cartesiano, del ego-centrismo, del individualismo maniqueo, del economicismo violento, del imperio del dinero, la subordinación a las armas? Desconozco el valor de muchas palabras de los debates, no sé bien qué se dice en cada una de las muchas mesas del Sínodo, no comprendo algunos párrafos de teólogos ilustradísimos pero en el camino de la sinodalidad que transité con algunos obispos y curas de las barriadas pobres del Conurbano infinito de mi tierra se siente una sed universal de comunidad humana que dice: “¡Abrazo hermano, la crucifixión es una fiesta!”
La comunidad como protagonista de los nuevos tiempos ocupa un lugar importante en el curso de las reuniones del presente Sínodo de la Sinodalidad.
Los lugares
En la exhortación apostólica Evangeli Gaudium Francisco revela su espíritu comunitario y la importancia del concepto de “comunidad” en todo el documento y así es que la palabra “comunidad” aparece 36 veces en el breve texto del mensaje papal.
Por citar algunos párrafos de su primera encíclica Laudato sí, el Papa Francisco se refiere al “nosotros” cuando dice: “Hace falta cuidar los lugares comunes, los marcos visuales y los hitos urbanos que acrecientan nuestro sentido de pertenencia, nuestra sensación de arraigo, nuestro sentimiento de «estar en casa» dentro de la ciudad que nos contiene y nos une…..”.
“Toda intervención en el paisaje urbano o rural debería considerar cómo los distintos elementos del lugar conforman un todo que es percibido por los habitantes como un cuadro coherente con su riqueza de significados. Así los otros dejan de ser extraños, y se los puede sentir como parte de un «nosotros» que construimos juntos”. Sin olvidar la necesaria “Justicia entre las generaciones” en EG 159, los nosotros que somos aquí y ahora y los otros nosotros que nos sucederán. Somos parte del paisaje. Somos donde moramos y moramos donde estamos siendo. Ese es nuestro lugar. Pero a los lugares a los que el Sínodo de la Sinodalidad se refiere es a aquellos espacios en los que el laico desarrolla y pone en juego su fe. Pensando en los jóvenes, imaginemos la casa, el club, la capilla, la escuela, el trabajo, la esquina, las asociaciones y los movimientos populares, allí donde desarrollan su vida social y su vida espiritual.
El matrimonio es comunidad y la familia es la Iglesia chica
En la vieja casona familiar de Ramos Mejía, mia nonna Bianchina sobre una pared el Cristo, en una mesa cubierta con un mantel impecable y blanco decenas de estampas, el Dolci Ricordi de Estéfano, su amado sobrino cura, muerto asistiendo a enfermos de la fiebre amarilla en La Ligure, vecino a La Maissana, su ciudad natal, imágenes de San José y el Niño, de María, flores y velas siempre encendidas. La mayor de sus nietas un día le dijo: “Nonna questa sembré una chiesa!” y ella —que estaba postrada en la cama— le contestó: “No Chelita, questa non é simile, questa é una Chiesa!”
Mi abuela no era muy ilustrada, pero nos transmitía la devoción y la fe. Nunca olvidé esa lección de teología. Todos los pontífices reafirman ese mensaje. Mencionaré tan sólo un párrafo de EG 66 donde dice: “La familia es el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres transmiten la fe a sus hijos.”
La Iglesia y sus estructuras
Una Iglesia universal operante, en salida, misionera es necesariamente una Iglesia con una estructura jerárquica y descentralizada. La descentralización —tema que fue conversado en el presente Sínodo— no significa sino al contrario que “las estructuras sinodales no guarden un equilibrio entre la función primacial del obispo de Roma, como garante de la unidad de toda la Iglesia y la necesaria autonomía de las Iglesias locales”. Así lo afirmó el profesor José San José de Prisco durante el desarrollo del foro teológico del Sínodo que comentamos. Y en ese ámbito también se manifiesta la necesidad de precisar normativamente las cuestiones reservadas al Papa y las propias de los obispos.
El actual Sínodo, ¿cambia la forma de integración del clero?
Sínodo nos invita a refrescar ciertas diferencias dadas por los dones y carismas con los que la Iglesia está instituida por el Espíritu. Parte de la Iglesia somos todos menos los infieles. Pero los fieles que integramos el Pueblo fiel de Dios nos dividimos en dos segmentos: el de los clérigos y el de los laicos, tanto sean los primeros y los segundos varones o mujeres. Asimismo hay dos tipos de ministerios: los ordenados y los no ordenados. Entre los primeros hay tres grados: episcopado, presbiteriado y diaconado.
Brevemente haremos mención a dos cuestiones que están planteadas en la Iglesia y que son de interés general y que, hasta el momento de escribirse estas líneas, no hay ningún informe de su tratamiento y/o mención.
El diaconado femenino
Uno de los temas que se conversó entre los laicos previo al Sínodo y que se proyectaba en el Instrumentum laboris fue el del “diaconado femenino” ya que según la interpretación textual del Código Canónico solo podrían ser diáconos “los varones”. Las mujeres tienen importantes participaciones pero no esa que las haría “ordenadas” y parte oficial del clero.
No obstante, el Papa Francisco en su Carta Apostólica Spiritus Domini del 10/01/2021, permitió el acceso de la mujer a los ministerios del “lectorado” y del “acolitado” modificando —en este caso— la citada norma de Derecho Canónico.
La ordenación de hombres casados de probada fe
Hasta el día de hacerse este comentario tampoco se modificó la integración de ministerios con la pretendida participación a los viri probati hombres casados de probada fe católica allí donde hubiere carencia de sacerdotes, como es el caso de la Amazonia, en cuyo Sínodo del 2019, párrafo 111 del documento final, quedó plantada esa cuestión. La misma tampoco fue aprobada en el documento postsinodal del 12/02/2020 ni fue agregada en el I.L. del Sínodo actual a pesar de los reclamos.