¿Gobernar o sobrevivir? El dilema de Milei en la carrera hacia 2025

A medida que se acercan los cruciales comicios legislativos, el Presidente enfrenta la ardua tarea de mantener estabilidad económica sin complicar sus chances electorales

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Javier Milei (Christian Heit)
Javier Milei (Christian Heit)

El reloj político avanza y, con cada día que pasa, la administración de Javier Milei se acerca a una prueba crucial: las elecciones de medio término de 2025. A casi un año de haber asumido el poder, la gran incógnita no es si el Presidente mantendrá el rumbo, sino si podrá hacerlo sin traicionar su esencia libertaria y, al mismo tiempo, garantizar su supervivencia política. Gobernar un país al borde del colapso y prepararse para una contienda electoral decisiva son tareas titánicas, y Milei debe caminar en estas condiciones sobre una cuerda floja. ¿Hasta dónde podrá estirar esa cuerda sin que se rompa?

Los pasillos del 60º coloquio de IDEA, celebrado esta semana en Mar del Plata, revelaron el pulso del sector empresario. La disciplina fiscal del gobierno ha sido bien recibida, pero no sin reservas. Las críticas se enfocan en un tipo de cambio rezagado respecto a la inflación, lo que pone en riesgo la competitividad de sectores estratégicos. Además, el crecimiento ha sido más lento de lo esperado, una preocupación que comienza a hacerse eco tanto en los mercados como en las conversaciones de los votantes. Y como un fantasma que no termina de disiparse, la salida del CEPO sigue siendo una promesa sin fecha concreta, generando incertidumbre en cada rincón de la economía.

Milei llegó al poder con una bandera clara: el equilibrio fiscal como pilar fundamental para normalizar la economía. Cada decisión que ha tomado ha estado guiada por este principio, desde los recortes en jubilaciones hasta el veto al financiamiento universitario. Pero, aunque el orden es necesario, tiene un costo. La austeridad y el ajuste están apretando los bolsillos de los argentinos, y si bien la inflación se ha desacelerado, la percepción del poder adquisitivo sigue siendo negativa. En Argentina, los electores suelen votar con el bolsillo, y esta realidad puede convertirse en una amenaza latente para el proyecto libertario.

La recesión económica añade otro elemento al desafío. El crecimiento lento y desigual no solo afecta la economía, sino también la confianza social. Generar empleo genuino y reducir la pobreza es un reto gigantesco, y el camino elegido por Milei, aunque necesario, es doloroso. Los sectores más vulnerables siguen esperando que las promesas de normalización se traduzcan en mejoras tangibles en sus vidas. Aquí radica el verdadero dilema del presidente: ¿mantendrá su rumbo a pesar del desgaste político o cederá ante la presión electoral para sobrevivir más allá de 2025?

Javier Milei y Luis Caputo
Javier Milei y Luis Caputo

Entre las muchas promesas que llevó a Milei a la presidencia, la salida del cepo es quizá la más emblemática y la más esperada. Sin embargo, el grado de precisión que requiere desmantelar esta medida es extremo. Un mal cálculo podría desencadenar una crisis inflacionaria que arrase con cualquier logro alcanzado hasta ahora. Pero demorar la liberación cambiaria también tiene un costo: la economía sigue paralizada, y las inversiones extranjeras, fundamentales para reactivar el crecimiento, siguen siendo más promesa que realidad. El equipo económico de Milei camina sobre hielo delgado, intentando mantener la calma del mercado mientras el tiempo electoral corre en su contra.

En el terreno político, el escenario es igual de delicado. La relación entre Milei y Mauricio Macri es un enigma que podría definir el rumbo de las elecciones de 2025. Una alianza entre ambos podría darle al libertario la estabilidad que necesita para consolidar su proyecto, pero también podría diluir su identidad de outsider. La falta de una alianza, por otro lado, podría fragmentar el voto en distritos clave como la Ciudad Autónoma y la Provincia de Buenos Aires, poniendo en riesgo la continuidad del proyecto libertario.

En paralelo, Cristina Fernández de Kirchner sigue jugando al ajedrez político. Aunque debilitada por escándalos y condenas (todo indica que será en breve confirmada por la Cámara de Casación Penal) intenta mantener un control firme sobre su espacio. Axel Kicillof, su delfín, parece atrapado en una encrucijada: seguir alineado con la expresidenta o intentar construir su propio camino. Lo que se dijeron a lo largo de los últimos días, es una clara evidencia de que CFK se siente traicionada (una vez más). La incógnita es si la oposición peronista logrará reorganizarse a tiempo para desafiar con éxito al libertario en 2025. Lo cierto es que Milei deberá navegar este escenario con cuidado, aprovechando las divisiones internas del kirchnerismo sin perder de vista su propio proyecto.

Uno de los mayores riesgos que enfrenta Milei es la tentación de gobernar para las encuestas. Hasta ahora, ha demostrado que su estilo disruptivo y su retórica libertaria conectan con una parte significativa del electorado. Pero esa conexión podría desvanecerse si los costos del ajuste siguen aumentando. La política es un juego de percepciones, y en Argentina, las encuestas pueden convertirse en armas de doble filo. Si Milei cede a la presión de mantener una imagen favorable, podría comprometer las reformas estructurales que necesita el país para salir adelante.

La cuenta regresiva hacia las elecciones de 2025 ya comenzó, y con ella, las expectativas y tensiones no hacen más que aumentar. Cada decisión que tome el presidente tendrá un impacto directo en su futuro político y en el destino del país. La gran incógnita es si Milei logrará mantener su identidad de León Libertario o si será absorbido por la lógica electoral que ha devorado a tantos líderes antes que él.

Argentina está en un momento crucial. El camino hacia una economía normalizada y una sociedad más justa es largo y difícil, pero también es la única vía posible. Milei ha demostrado que está dispuesto a recorrerlo, pero la pregunta que queda en el aire es si tendrá el tiempo y el respaldo necesario para llegar a la meta. La política, como la vida, es una cuestión de equilibrios. Y en esta partida, cualquier movimiento en falso puede ser fatal.

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