Hay grieta para rato

Milei trabaja para profundizar la polarización. Lo mueve la ilusión de que los espantos del pasado lo protejan de eventuales desencantos entre sus votantes. A puro pulmón logró instalar a CFK en escena. Ella acepta encendida el desafío de la confrontación. Es el juego que más le gusta jugar

Cristina Kirchner en la Universidad de Avellaneda

La retórica de Milei escandaliza a Cristina Kirchner. Sin el expertise digital que mueven los libertarios, la líderesa K apuesta a desplegar su astucia discursiva. Para confrontar con el león desbocado se presenta como una carmelita descalza. Enternece.

Lo corre por derecha incursionando en la propensión mileísta a revolear metáforas fálicas y, cual psiquiatra egipcia, le atribuye “problemas medio raros y cuestiones no resueltas”. Modosita pero feroz.

Creativa, CFK, sumó nuevas categorías terminológicas a su relato. Calificó al Presidente y los suyos como “autócratas de la odiología” y acusó al Gobierno de llevar adelante una “demolición social planificada”, caracterizada por la crueldad y falta de piedad. Son todos poetas. El tema del amor-odio vuelve recargado.

Milei trabaja pala en mano para cavar la grieta. Lo mueve la ilusión de que los espantos del pasado lo protejan de eventuales desencantos entre sus votantes. A puro pulmón logró instalar a CFK en escena. Ella acepta encendida el desafío de la confrontación. Es el juego que más le gusta jugar. Para Milei, un juego peligroso.

La escalada preelectoral va configurando un escenario a la medida del presidente libertario. De un lado Milei, del otro el resto del mundo. La oposición hiperfragmentada vaga perdida en el desconcierto.

Cristina acepta gustosa jugar de mascarón de proa de todos los esperpentos. La regresa a un protagonismo muy funcional a las estrategias de campaña pero tóxico para quienes reclaman un clima propicio para la entrada de inversores. Los fantasmas del pasado reciente ahuyentan la entrada de capitales. Un asunto que no parece importar a nadie.

Las refriegas parlamentarias de las últimas semanas dejaron una escena política volátil, de creciente fragmentación. Milei apuesta a los equilibrios inestables. Relaciones intensas y circunstanciales. Sabe que nada es para siempre.

Milei no suelta el manual mediático del populismo digital. Supo hasta aquí capitalizar el enojo, el malestar y la ira de las mayoría nacionales. Eso lo ubicó en el poder y le permitió avanzar con el descomunal ajuste sobre el que estamos viajando hacia quién sabe dónde.

Los desafíos del momento demandan otras herramientas. La identificación, escrache y cancelación de los enemigos resulta insuficiente para dominar las turbulencias de la hora. Milei se ha vuelto por necesidad un hombre político. No le queda otra que meterse en el barro. Lo está haciendo.

La incorporación de funcionarios de extracción macrista da cuenta de la impronta pragmática que Milei ha comenzado a desplegar. Los encuentros secretos del ex presidente con el asesor estrella habrían destrabado la relación. No fue magia. En la política como en la vida, la necesidad es hereje.

La inminente discusión de un proyecto de ley que pretende modificar el ADN de los DNU encendió luces de alarma. No es momento para confrontar con los potenciales aliados. A la hora de identificar enemigos que pase el que sigue.

En un día muy peronista, Villarruel derrapó. La vice se descolgó con un insólito homenaje en vida a María Estela Martínez de Perón. No quedó claro para nadie qué quiso hacer. Extraviada en los 70, la buena de Victoria calificó a Isabelita como “vicepresidente como yo y argentina bien nacida”.

Victoria Villarruel y María Estela Martínez de Perón

Es probable que más allá de chicanas e ironías Villarruel haya pretendido celebrar el Decreto isabelino que ordenó “aniquilar el accionar subversivo” firmado por Ítalo Lúder. En tal caso, se le escapó conmemorar la gestión de José López Rega, el inefable fundador de la Triple A, el más sangriento aparato paraestatal de amedrentamiento, persecución y muerte que funcionó en democracia.

López Rega empaquetó a la “dignísima” viuda de Perón con sus embrujos y preludió con su arremetida criminal la llegada de la dictadura militar. Persiguió y mató pero no logró cumplir su cometido. Era brujo, no mago. Puede ocurrir que Victoria no lo recuerde. Mal momento para regodearse en la violencia setentista.

Esta semana las malas prácticas de la política volvieron con todo. A la agresión verbal le siguieron las represalias físicas. Provocaciones, golpes, corridas, empujones y gas pimienta. Una mesa de arena para activistas profesionales. La mano de obra desocupada, siempre lista para actuar. Mucha leña al fuego. Nadie parece dispuesto a bajar los decibeles. De los lodos verbales a las golpizas presenciales.

La cuestión universitaria aceleró todas las tensiones. Una causa transversal, que toca el nervio más sensible, termina arrastrada a lo peor de la política. Enredado en la revuelta Milei muestra sus dos cartas.

En un tono moderado reivindica la universidad pública, a la que define como no arancelada, pero sube al ring a los rectores. Con el estigma de la corrupción cubre de lodo a quienes manejan las grandes casas de estudio. Para el líder libertario estrenar enemigos públicos es siempre excitante.

Desde el coloquio de IDEA, Federico Sturzenegger anuncia una “deep motosierra”. Esto recién empieza.

“Nunca nos pidan bajar impuestos, van a rebotar como una pelotita de ping pong”, dijo desafiante ante los empresarios, “porque si el gasto se mantiene igual, el impuesto a alguien se lo tengo que cobrar”. No hay plata, ni privilegios.

Aplacado, con tono profesoral, tal vez en respuesta a las inquietudes que manifiesta el sector en torno a la personalidad y los modos presidenciales, Milei cerró el encuentro de los empresarios. De arranque repasó, como es de rigor, la herencia recibida. No se privó, no obstante, de referencias a mandriles y econochantas y quienes tienen el cerebro quemado por la tintura. En tono autocelebratorio pasó a detallar las bondades de lo conseguido por el Gobierno. Anticipó que avanza hacia la dolarización endógena y el cierre del Banco Central.

Entre tantas otras definiciones aseguró que el salario crece desde hace cinco meses y que las jubilaciones vienen subiendo por encima de la inflación y que se han triplicado en dólares.

Javier Milei en el Coloquio de IDEA

“Nunca se devolvió tanta libertad en tan poco tiempo”, le dijo a los empresarios a los que endulzó asegurando que el que gana dinero es un benefactor social, un héroe.

Entre la potencia del exacerbado mileísta relato y la cruda realidad corren los datos duros.

Según un relevamiento presentado esta semana por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, el 26% de las personas mayores en Argentina vive en hogares con pobreza estructural, es decir, con al menos dos carencias básicas. En cuanto a la salud mental, el 21% de las personas mayores experimenta malestar psicológico, similar al de otros grupos etarios, y el 15% expresa sentirse insatisfecho o triste.

Bajo el título "Desafíos y oportunidades en el envejecimiento", el informe aborda uno de los temas más sensibles del momento, la situación de los jubilados, asegurando que aunque la mayoría de las personas mayores depende del sistema previsional, la insuficiencia de ingresos es un problema importante para el 40% de ellos, que afirma no poder llegar a fin de mes.

Los datos relativizan las aseveraciones presidenciales que reivindican el incremento de los paupérrimos haberes con los que intentan sobrevivir millones de jubilados en la Argentina.

Es la mismísima Encuesta Permanente de Hogares, la que también contradice el argumento de Milei de que los pobres subsidian a los ricos, cuyos hijos son los únicos que llegan a la universidad con los recursos, la cultura y el tiempo común para poder estudiar.

En la Argentina 4 de cada 10 alumnos de universidades nacionales son pobres y 7 de cada 10 son la primera generación que accede a una educación superior conforme a una ajustada nota de investigación de Mariel Fitz Patrick y Sandra Crucianelli para Infobae.

El gran desafío de este tiempo es poder discriminar lo verdadero de lo falso, disponer de herramientas para distinguir la información de calidad de la hojarasca discursiva que circula y se viraliza por redes, pantallas y atriles. No quedar atrapado en la tormenta de los algoritmos. Para eso se necesita de periodistas profesionales.

En su último libro Nexus, Yuval Noah Harari, recorre la potencia de las relatos y narrativas a lo largo de la historia. De las redes de información hasta la Inteligencia Artificial.

Según Harari el papel de los medios de comunicación y de la academia es crucial en la era digital. Frente a la avalancha de información y desinformación en línea y los riesgos que supone la IA, el prestigioso pensador israelí propone contar con instituciones sólidas y confiables que puedan verificar la información antes de que llegue al público. Reivindica la tarea de los periodistas profesionales, los medios y los investigadores universitarios.

Lejos de la demonización de los medios que propone el libertarianismo, Harari reivindica para los periodistas el deber de resguardo de la información de calidad, como insumo indispensable para el funcionamiento de las democracias.

Las recomendaciones de Harari coinciden en varios puntos con los ganadores del Nobel de Economía. Daron Acemoglu, Simón Johnson y James A. Robinson.

Los tres economistas que recibieron el máximo galardón sueco 2024 basaron su trabajo en la idea de que las sociedades con un Estado de derecho deficiente y sin instituciones fuertes no logran generar un crecimiento sostenible.

Los furiosos ataques al periodismo profesional y la reivindicación de la desintermediación en la circulación de las noticias es una de las herramientas que utilizan los estrategas del marketing del populismo digital. Un recurso perverso que daña en su base a las sociedades que se pretenden libres.