Días pasados la Casa Rosada posteó en la red social X “el 12 de octubre, celebramos el Día de la Raza en conmemoración de la llegada de Cristóbal Colón a América, un hito que marcó el inicio de la civilización en el continente americano”. Este comentario, centrado en la narrativa de la colonización europea como el inicio de la “civilización” en América, nos invita a reflexionar sobre cómo entendemos nuestra historia.
Cuando Cristóbal Colón llegó en 1492, América estaba habitada por una diversidad de pueblos que habían desarrollado distintas culturas, lenguas, religiones y formas de organización social y política. Estos poblados no eran homogéneos, sino que constituían una gran variedad de civilizaciones y sociedades que ocupaban todo el continente, desde los más avanzados y organizados imperios hasta pequeñas tribus.
Por lo tanto, es un error conceptual sostener que la civilización en América comenzó con la llegada de los europeos, ya que para entonces existían sociedades avanzadas con complejas estructuras sociales, económicas y políticas. Entonces, antes de su llegada, América era un continente vibrante y diverso, habitado por civilizaciones avanzadas que dejaron legados culturales invaluables.
Los pueblos precolombinos más reconocidos aportaron contribuciones en ciencia, arquitectura, política y cultura que muestran cuán avanzadas eran antes de la llegada de los europeos.
Por un lado, los mayas fueron grandes astrónomos, con una comprensión precisa de los ciclos lunares y solares. Desarrollaron un calendario muy avanzado y complejo. Además, predijeron eventos astronómicos con notable exactitud, como eclipses solares y lunares, utilizando un sistema numérico vigesimal y el concepto del cero, siglos antes de que los europeos adoptaran esta noción matemática. De hecho, el ingenioso sistema numérico maya usaba puntos, barras y un símbolo para el cero, lo que les permitía realizar cálculos complejos de manera sencilla y rápida.
Las ciudades-estado mayas, como Tikal y Palenque, tenían una arquitectura monumental. Sus hombres construyeron enormes pirámides y palacios sin herramientas metálicas ni animales de carga. Sus templos estaban alineados con precisión astronómica, lo que demuestra su habilidad para integrar ciencia y arquitectura.
Utilizaban sus conocimientos matemáticos para diseñar sus edificios con precisión arquitectónica y astronómica. La precisión matemática era clave en la construcción de sus estructuras arquitectónicas, las cuales muchas veces estaban alineadas con fenómenos astronómicos como los solsticios y equinoccios.
A su vez, desarrollaron uno de los pocos sistemas de escritura completas de América, ya que combinaban símbolos y fonemas, permitiéndoles registrar eventos históricos y rituales religiosos. Hoy, este sistema permite la transcripción de conocimientos y la preservación de su rica tradición cultural y religiosa.
Por otro lado, los aztecas, cuyo imperio dominaba el centro de México antes de la llegada de los europeos, se destacaron por su capacidad de construir un imperio poderoso y por su impresionante capital, Tenochtitlán, una de las ciudades más grandes y organizadas del mundo en su tiempo, con una población que se estima en más de 200.000 habitantes. Contaban con un avanzado sistema de islas flotantes para la agricultura, lo que, con su moderno sistema de calzadas y canales, fue un prodigio de la ingeniería urbana y agrícola, rivalizando en tamaño y organización con muchos capitales europeos de la época.
Al mismo tiempo, el imperio azteca estaba altamente centralizado y contaba con una jerarquía política y militar eficiente. Esto les permitió consolidar un imperio que abarcaba gran parte del centro de México.
En cuanto a lo cultural, los aztecas también destacaron en el arte, la poesía y la creación de artesanías. Su religión estaba intrínsecamente ligada a la guerra y la agricultura, y muchos de sus ritos involucraban sacrificios humanos, algo que ha sido un tema polémico en el estudio de su cultura, pero que también refleja la profundidad y complejidad de su cultura.
En cuanto a los incas, estaban en su máximo esplendor cuando Colón llegó a América, pero no fue hasta 40 años después que los españoles entrarían en contacto directo con ellos. Ocuparon los Andes de Sudamérica y también realizaron importantes aportes en diversos campos como la ingeniería, la arquitectura y la organización política y social. Es para destacar su enfoque en la administración, el manejo de recursos y la ingeniería notablemente innovadora. Desarrollaron el quipu, un sistema de cuerdas y nudos que les permitía realizar cálculos y llevar registros contables y administrativos.
Aunque no era un sistema numérico escrito como el de los mayas, el quipu permitía registrar información compleja como censos, tributos y cosechas. Cada cuerda tenía diferentes colores, tamaños y tipos de nudos que representaban unidades, decenas, centenas, etc.
Estos pueblos y su cultura desafían la idea de que la civilización “llegó” con los europeos y remite a un error conceptual negar su existencia, debido a que tenían complejos sistemas políticos, económicos y sociales que muestran que la civilización ya existía y era diversa en América antes de la llegada de Colón. Ignorar estos logros perpetúa una visión eurocentrista de la historia que necesita ser reconsiderada.
Es de vital importancia que las futuras generaciones comprendan la riqueza y complejidad del legado cultural americano desde una perspectiva amplia, que celebre y respete la diversidad que nos precede, que valoremos el sentimiento de pertenencia de las personas en estas regiones y fomentemos el respeto y la solidaridad entre diferentes grupos culturales.
Reconocer nuestro origen nos permite establecer conexiones más profundas con nuestra comunidad, compartir la historia y las experiencias comunes que crean lazos y fomentan un sentido de pertenencia y solidaridad.