La mañana del 7 de octubre de 2023, 4.000 terroristas de Hamas junto a 2.000 civiles que los acompañaron desde Gaza, invadieron Israel con objetivos muy claros: matar, violar y secuestrar la mayor cantidad de civiles posibles.
Mataron 1.200 personas, judías y no judías, israelíes y de otras nacionalidades. Dejaron 5.000 heridos y secuestraron más de 250 personas, de las cuales más de 100 siguen hoy en cautiverio, entre ellos varios argentinos.
Fue el día más triste para el pueblo judío desde el Holocausto, con el mayor número de víctimas mortales en un solo día en la historia de Israel, con secuelas que aún perduran.
Un año pasó, y el mundo que podríamos llamar “civilizado” sigue sin poder dar respuesta a esta atrocidad, por acción u omisión, ni dar garantías para evitar que se repita. Pero sí están a la orden del día para acusar a Israel por actuar en defensa propia y de su pueblo.
Un año. 365 días. Resulta imposible de dimensionar lo que eso significa sin ponerlo en perspectiva. Por eso intento reflexionar en mi propio año: ¿Cuántas veces fui y volví al trabajo? ¿Cuántos encuentros con amigos pude compartir? ¿Cuántos capítulos de una serie pude ver? ¿Cuántos besos y abrazos pude darle mis hijas en la noche mientras les deseo que tengan lindos sueños?
En ese mismo tiempo, hay personas como vos y yo que no pudieron ver la luz del sol. Que están en túneles, escondidas, siendo maltratadas y humilladas, solo por el hecho de haber estado en Israel ese día. Personas cuya vida para nosotros lo valen todo, y para los terroristas no valen nada, porque ni su propia vida vale nada.
Los que intentan tapar el sol con las manos y negar los hechos, omiten una novedosa particularidad: los terroristas se ocuparon de filmar todo con sus propias cámaras y difundir lo que iban haciendo en las redes sociales. Imágenes que muestran la crueldad, horror y barbarie que sufrieron ancianos, mujeres, niños y hasta bebés. Imágenes imposibles de describir con palabras, porque nadie se preparó para ilustrar la maldad que un ser humano puede tener para decapitar un bebé, quemarlo vivo o violar una niña frente a sus padres.
El régimen iraní financió y ejecutó su plan terrorista utilizando su brazo armado en Hamás, Hezbolá y demás organizaciones terroristas. Y de igual modo pretende propagar la guerra en todo el mundo como parte de su mandato para exportar el terrorismo radical. Nunca fue tan claro el eje del mal que representan, junto con sus aliados útiles que la historia juzgará, algunos de los cuales son tristemente gobiernos vecinos latinoamericanos.
En Argentina los conocemos muy bien, por ser los responsables de los atentados en la Embajada de Israel en 1992 y la AMIA en 1994. Ellos mismos, desde el 7 de octubre, continúan lanzando cientos de ataques diarios con cohetes en territorio israelí y asesinando civiles.
Pero la amenaza no se circunscribe únicamente al pueblo judío, sino al mundo civilizado y democrático en su conjunto. Porque el terrorismo pretende la desaparición de todas las formas de vida modernas, y si algún desprevenido cree que éste no es su problema, es un buen indicio para advertir que lo será en cuestión de poco tiempo. Ya no hay margen para mirar hacia el costado. El timbre de los que callan sonará más temprano que tarde.
Existe una campaña de desinformación alarmante, no solo adulterando los hechos, sino también instalando falsas responsabilidades, que no sorprende si se analiza la poca calidad de sus fuentes, que en muchos casos son los propios grupos terroristas.
El financiamiento de Irán y de sus aliados a las universidades y medios de comunicación han dado sus frutos. Ver las universidades norteamericanas tomadas por manifestantes pro-terrorismo es un hecho alarmante, pero alcanza con hacerles dos preguntas para darse cuenta de que no tienen idea del conflicto y se involucran en una causa por moda, en el mejor de los casos, o por bruta ignorancia.
Es insólito que tantos llamados activistas por la paz declaren que matar israelíes inocentes es una resistencia justificada, mientras denuncian que eliminar terroristas es un acto de terrorismo.
Los necios no lo comprenderán, pero de un lado están los terroristas buscando matar la mayor cantidad de civiles posibles, y del otro el Estado de Israel defendiendo su pueblo y buscando eliminar todas las células terroristas para evitar que se repita otro 7 de octubre. Si algo ha evitado Israel por todos los medios es afectar la vida de civiles, aun sabiendo que los terroristas usan a los civiles como escudos humanos y hasta les esconden la ayuda humanitaria. ¿Tan difícil puede ser para la comunidad internacional entender algo tan claro? ¿O acaso hay otras motivaciones para señalar con el dedo acusador a quien no inició esta guerra y sólo quiere que lo dejen vivir en paz?
Combatir el terrorismo requiere una respuesta coordinada por todos los actores de la sociedad, desde la cooperación internacional en materia de seguridad hasta el apoyo a iniciativas de educación para terminar con la ignorancia que fomenta toda forma de discriminación.
Argentina es uno de los pocos países donde Hamas y Hezbolá fueron declarados organizaciones terroristas. Lamentablemente, son pocos los países que tienen entre sus prioridades la defensa de la vida, la libertad y los valores morales. Los niveles de antisemitismo están creciendo en el mundo, y también en Argentina. Por detrás del odio manifiesto, le subyace una absoluta ignorancia. Quizá por eso durante mucho tiempo se prefirió ignorar a los antisemitas, para no darles prensa. Pero hay algo que cambió en este tiempo, y es que ya no estamos dispuestos a ignorarlos más. A los antisemitas ahora se los debe exponer y denunciar. Contrastar sus absolutas inconsistencias y evidenciar su verdadero espíritu judeófobo.
La historia del pueblo judío ha estado marcada por momentos de extrema adversidad. Desde la esclavitud en Egipto, pasando por la destrucción del Templo de Jerusalém, la santa inquisición y hasta el Holocausto, donde asesinaron a 6 millones de judíos, y tantos otros puntos de inflexión en la historia. Pero a pesar de estas catástrofes, el pueblo ha demostrado una capacidad extraordinaria de resiliencia. La creación del Estado de Israel simbolizó el renacimiento de una nación y su determinación a existir y vivir en paz como un pueblo libre.
El 7 de octubre de 2023 quedará en la historia como otro de esos momentos donde el pueblo judío fue llamado a la unión para defender su existencia, y como si fuera poco, los valores de la libertad y la vida del mundo democrático.
Volveremos a bailar, en honor a todos los caídos. Como recita el Hatikva (Himno de Israel), mientras en lo profundo del corazón palpite un alma judía, no se habrá perdido la esperanza de ser un pueblo libre. Y eso implica la liberación de todos y cada uno de los rehenes. Hoy, más que nunca, ¡todos debemos exigir que los devuelvan a casa ya! Am Israel Jai.
*El autor es miembro de Nuevas Generaciones del Congreso Judío Latinoamericano y parte del Jewish Diplomatic Corps del World Jewish Congress