“Si no les gusta, que rompan. Se quedan con un partido de 15 diputados”. Esa frase, dicha por un colaborador del Presidente, resume el clima de hostilidad por el que transita el vínculo con Mauricio Macri por estas horas.
La fascinación del Gobierno por el conflicto es ya una marca registrada. Es el motor que los impulsa, pero no siempre los lleva a donde quieren ir. Javier Milei ha perdido el control de la agenda desde la sanción de la Ley Bases, a mitad de año. Desde entonces, la dinámica se genera a partir de temas que plantean desde la oposición y que él mismo convierte en causas épicas.
La pelea con las universidades no es una batalla cultural que decidió instalar el Gobierno, sino que es una pulseada política en la que Milei quedó a la defensiva. Para el Presidente, ejercer el poder es tomar decisiones (suele definirse a sí mismo como un “decision maker”), y por eso no tolera que sean otros los que decidan por él, y está bien. La suba de las jubilaciones y el aumento de los salarios de docentes universitarios son dos ejemplos claros de proyectos en contra de su voluntad aprobados por el Congreso.
Es una cuestión pragmática a la que, ya en el baile, la Casa Rosada viste con una pátina ideológica y agrega otras aristas como el arancelamiento a los estudiantes extranjeros, el adoctrinamiento, las auditorías de los recursos. Nada de eso es el centro del problema educativo hoy. Algo similar hacía el kirchnerismo: se montaba sobre los hechos consumados para declarar sus guerras a todo o nada, las extendía en el tiempo, sumando capítulos que nada tenían que ver con el origen del asunto.
En concreto, sobre la mesa hay una cuestión más mundana que es la actualización de los sueldos. El Gobierno ya les dijo a los rectores que propone discutir eso en el marco del debate por el Presupuesto 2025 y hay emisarios que van y vienen para arribar a un acuerdo.
Puertas adentro del Gobierno, se dividen aguas entre los que creen que sería un desastre si la Cámara de Diputados vota en contra del veto presidencial y los que relativizan el costo. Milei se envalentonó con la idea de ir a fondo luego de una conversación con Nayib Bukele. El presidente de El Salvador se mostró como un espejo del futuro. Le contó que había vetado más de 70 normas y que, aún así, luego ganó las elecciones. Los estrategas libertarios dirán que fue por eso y no a pesar de eso que las ganó, y ese empieza a ser un slogan claro de la campaña: acompáñenme en 2025 para hacer todo lo que la casta no me deja hacer.
El Gobierno está muy encima de la proyección electoral. La clase política aún intenta adivinar el impacto que puede tener el nuevo sistema de votación que se aprobó el martes. La boleta única de papel implica el fin del “efecto arrastre” y esmerila la potencia que proporcionaba llevar un apellido de peso en la lista.
Karina Milei se enfoca en el armado partidario y acentúa su plan de levantar el perfil. La hermana del Presidente sintió la necesidad de desplegar su voz con un fin ordenador del espacio. La idea romántica de los liberales como librepensadores quedó atrás y se vienen tiempos de disciplina partidaria.
Cuentan también quienes la conocen que quiso cortar por lo sano con una práctica muy común en los pasillos del poder: “Me dijo Karina que…”. Eran tantos los que invocaban su nombre, hasta para cuestiones menores, que mandó reforzado el mensaje de que nadie obedezca lo que no sale de su propia boca.
El partido espera en breve la oficialización judicial a nivel nacional, mientras definen cuestiones administrativas y organizativas. Por ejemplo, quién se hace cargo de los gastos del acto de Parque Lezama y si el sello hace un convenio con una fundación para la administración de recursos.
El aparato del Estado pronto se pondrá en marcha para el operativo de las legislativas. Los jueces electorales de todo el país tienen previsto reunirse en noviembre para ajustar detalles en la instrumentación de la nueva forma de votar.
“La experiencia nos dice que en la transición de un sistema a otro siempre hay arriba de 5% de votos blancos o nulos porque la gente no entiende”, explica un integrante de la Justicia. El Gobierno debería ejecutar una fuerte campaña de comunicación y capacitación.
Es probable que convivan en las provincias dos modalidades distintas, lo que llevará mayor confusión para sufragar y también a la hora de realizar el escrutinio por parte de las autoridades de mesa. Hay gobernadores que ya saben que van a desacoplar los comicios provinciales y otros están aún en un dilema: es el caso de Axel Kicillof, que preferiría despegarse pero el gasto de realizar la elección en otro momento podría generarle un costo político (además de económico).
En el proyecto de Presupuesto 2025, la Dirección Nacional Electoral tiene asignados $326.905 millones para llevar adelante los actos electorales nacionales. Eso contempla el esquema de primarias y generales, que quedaron fijadas para el domingo 3 de agosto y el domingo 26 de octubre. El cronograma se adelantó un par de semanas para dar tiempo a la adaptación. Los frentes deben presentarse el 15 de mayo y las listas el 25 de mayo.
Es decir, más allá de que el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, sostuvo que quería eliminar las PASO, están incluidas las partidas para su realización. Se ve que se tienen poca fe o pocas ganas de sacarlas, cuando quizá les puedan ser útiles en su pulseada con el PRO.
En las áreas que participan del proceso electoral intervienen funcionarios de distintas terminales del Gobierno, lo que generó más de una rispidez y saltos en la cadena de mando.
Es curioso que a pesar del recelo del “triángulo de hierro” con Macri haya perdurado en el sensible cargo de directora nacional electoral María Luz Alegría Landívar, una referente que viene del PRO y de la familia política de Alicia Blanco Villegas, madre del ex presidente. Si bien atravesó por varios cortocircuitos, la funcionaria sobrevive.
Arriba en el organigrama está Giselle Castelnuovo, subsecretaría de Asuntos Políticos, que responde al ala de Karina Milei y Eduardo “Lule” Menem, y hace de controller interno.
Otro bastión clave en el entramado es el Correo, presidido por Camilo Baldini, un hombre que estuvo en el organismo entre 2012 y 2015 (llegó de la mano del ex camporista José Ottavis y avalado por Amado Boudou) y durante la gestión de Alberto Fernández. La administración de Milei lo cobijó y ascendió porque dicen que es un “técnico”. Tabula rasa.
En la práctica, el nexo del Correo con la Justicia siempre es quien ocupa el puesto de Director del Servicio Electoral. Para sorpresa en Tribunales, el funcionario pegó un portazo hace poco. Dicen que Diego Fernández Oliver, quien respondía al vicejefe de Interior, Lisandro Catalán, prefirió irse a trabajar con Daniel Scioli a Turismo, Ambiente y Deportes. La cosa sana.
Ese lugar formal está vacante. Sin embargo, desembarcó para prestar sus servicios como asesor Alejandro Tullio, viejo conocedor de los resortes de la maquinaria electoral. Fue titular de la Dirección Nacional Electoral desde 2001 –con Fernando de la Rúa- hasta 2015, es decir, durante el kirchnerismo de punta a punta. Luego, Macri lo llamó un tiempo para trabajar en el Correo. Y vuelve ahora, pero de la mano de Milei. Otra tábula rasa.
Hay muchas dudas sobre la letra chica de la reforma política (como la “adaptación” de la boleta papel que la norma delega a las autoridades provinciales) y también por los efectos prácticos. No saben cómo entrarán todas las opciones del menú electoral en las primarias, que en general son un festival de candidatos. Tampoco está claro si se pueden usar las urnas con las que ya cuenta el Estado, que son remanentes del comicio anterior, por su tamaño. Habrá, en paralelo, un fuerte lobby para participar en todas las licitaciones que se abrirán en los próximos meses.
Sobre el fin de la semana, el oficialismo retomó el impulso por los pliegos de los jueces de la Corte Suprema, que se habían estancado. La premisa sigue siendo “los dos o ninguno” y, en la cuenta de quienes están al frente de la negociación, tiene más apoyos Ariel Lijo que Manuel García Mansilla.
En medio de las tratativas, el juez federal apareció el viernes en un encuentro del gremio en Mar del Plata, rodeado de consignas críticas a Milei, fue quien lo eligió. “La Patria no se vende”, decía una bandera en el escenario donde Lijo hizo su exposición. “Parece una película de Fellini”, se reía un dirigente kirchnerista.
“No hay un Pichetto que te ordene medio Senado”, es la excusa que dan en el Gobierno, ante la dispersión de las conversaciones que son prácticamente uno a uno. Son tantos los que hablan de un lado y otro que hasta se mencionó que aparecía como interlocutor Gastón Douek, consultor y lobista, a quien algunos llaman “el señor de los trolls”. Sería extraño que se uniera al bando de Santiago Caputo, el otro “señor de los trolls”, una cumbre de villanos. El asesor de Milei lo niega, pero aún así otros funcionarios lo refieren y también algunos senadores que fueron contactados.
Después del escándalo que generó haber intentado designar a Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti en comisión, Macri tardó cuatro meses y medio en lograr la aprobación de los pliegos en el Senado en 2016. Ese mismo tiempo se está por cumplir desde que Milei mandó los de Lijo y García Mansilla. En la competencia permanente entre el Gato y el León, en esta, van cuerpo a cuerpo.
A todo o nada, como le gusta al Presidente, será esa pulseada en el Senado. Victoria Villarruel, quien está en contra de Lijo, por las dudas, acudió a Las Fuerzas del Cielo para “proteger” el edificio. Esta semana le tocó al área de Jurídicos, donde un sacerdote brindó una misa para los empleados del sector. No es un hecho aislado: ya pasaron también por la Dirección de Obras y otras dependencias, a pura bendición y agua bendita. Amén.