Un símbolo continental
La mañana del 2 de abril de 1982, las fuerzas armadas ocuparon las islas Malvinas. La consigna era tomar la casa del gobernador y evacuar a las autoridades británicas sin derramamiento de sangre inglesa. Luego, teniendo la posesión efectiva del territorio, habilitar una negociación y el diálogo diplomático. Recuperar lo propio, evitar la guerra y negociar. Ese día, murió un solo hombre, y era argentino: el capitán Pedro Giachino. Sobre horas del mediodía, después de 149 años, se izaba la bandera argentina. Sin embargo, los acontecimientos excedieron los límites territoriales. La realidad demostró que Malvinas era algo que iba más allá de una campaña militar. Había algo más profundo.
Son llamativas las palabras del filósofo uruguayo Methol Ferré por aquel entonces: “Cuando los soldados argentinos desembarcaron en las islas Malvinas, colocaron al mundo frente a un problema moral antes que político”. Su fino discernimiento de los signos de los tiempos lo llevaba a pensar en las islas del Atlántico sur como una nueva frontera latinoamericana. “Las gélidas aguas del sur tocan el corazón de América Latina y transforman lo que es periférico en central” –afirmó en mayo de 1982. Y el filósofo argentino Alberto Caturelli se refirió a Malvinas como “símbolo de la unidad de nuestros pueblos”.
La efervescencia popular junto a la experiencia de unidad social convertían a las islas del sur en un símbolo vivo de la argentinidad. Malvinas nos implicaba a todos, y esa implicancia era genuina y original. Aquellas lejanas islas, dibujadas entre turbas y peñascos, cobijaban el espíritu de un pueblo. Una injusticia constante había tocado las fibras más íntimas de nuestra identidad nacional y movilizaba la fuerza espiritual de todo un continente que compartía un origen y un destino. Haciendo filosofía de la historia, el Dr. Caturelli, señalaba la existencia de una identidad espiritual iberoamericana que es pre-sentida y pre-conocida implícitamente; y que una suerte de “instinto” le permitía reconocerla y protegerla cuando era agredida. Malvinas hacía latir el corazón de la Patria Grande.
Dios en las trincheras
La patria es una herencia, un patrimonio espiritual que se encarna en una geografía concreta y propone un modo de mirar y asumir la vida. Un legado cultural que define el sentido histórico de un pueblo en un territorio específico. Dentro de este legado, el componente religioso es fundante y fundamental.
La mirada creyente ofrece posibles respuestas a los grandes interrogantes sobre el origen y el destino del hombre. Frente a situaciones extremas, que reclaman una respuesta existencial profunda, la vivencia religiosa se convierte en un elemento esencial.
En el contexto doloroso y dramático de una guerra, mientras se entremezclan heroísmo y mezquindad, la experiencia de fe es una realidad intensa y permanente. Esto ha ocurrido en Malvinas.
El documental “Dios en las trincheras” narra en primera persona las experiencias del Pbro. Vicente Martínez Torrens como capellán militar. La producción recopila apasionantes testimonios de fe y espiritualidad a partir de experiencias personales y comunitarias. Se trata de un valioso aporte para reducir una deuda historiográfica y moral: el trabajo pastoral, el coraje y la entrega de los sacerdotes durante la guerra de Malvinas. Aquellos que en medio de la batalla, entre balas, muerte y sufrimiento, llevaron el consuelo paternal, la esperanza cristiana, la presencia de Cristo y la maternal protección de la Virgen María.
La producción, a cargo de Faro Films en asociación con Cumbre Contenidos y el Grupo Himan, estrenó por su canal de YouTube (@farofilms), el primero de los tres episodios que duran 45 minutos cada uno. Las fechas de estreno los siguientes capítulos se confirmarán más adelante.