Peregrinar es un gesto enraizado profundamente en los orígenes de lo religioso. Frecuentemente se asocia las expresiones de fe con el estar quieto, inmóvil, sea rezando o participando de alguna celebración. Peregrinar pone a la persona religiosa en movimiento. Se sale de un Santuario para llegar a otro.
El pueblo judío peregrinaba para las grandes fiestas al templo de Jerusalén, este año coincide con la celebración del Rosh Hashana. La Conferencia Episcopal Argentina (CEA) le envió un saludo afectuoso a la comunidad judía, expresando sus mejores deseos para la festividad de Año Nuevo que está viviendo esa comunidad. ”Que esta celebración les inspire una renovación espiritual y los llene de alegría, para continuar avanzando por el camino de la justicia y la paz, tan necesaria”, expresó la CEA. Los obispos aprovecharon la oportunidad para reafirmar su “compromiso con la promoción de un diálogo interreligioso que sea verdaderamente transformador, basado en nuestra fe; el cual, con humildad, reconocemos como un valioso aporte para nuestra querida Patria”. ”Con el afecto de siempre, shaná tová umetuká”, concluyeron.
El Islam tiene como precepto peregrinar a la Meca al menos una vez en la vida, si es posible.
El pueblo cristiano peregrinaba a Jerusalén, a Roma y a Santiago de Compostela. El camino de Santiago sobrevive hasta hoy, es una experiencia que realizan personas con y sin fe, de todos los credos.
En el caminar se experimenta la vida, se sale con entusiasmo entre cantos y con la frescura del “todo por delante”. Los kilómetros van sumando cansancio, comienzan a flaquear las fuerzas y aparece la tentación de dejar: ¿para qué tanto esfuerzo? ¿Vale la pena?. En general la gente camina con un propósito, una intención o algo que quiere agradecer, eso es en general lo que sostiene para seguir en el camino. Uno de los peregrinos, Martín, de 29 años, me compartía: ”Voy en una búsqueda, me cuesta la relación con la Virgen María, mi mamá murió cuando tenía 7 años. Quiero encontrarla a ella en la maternidad de María, ella sé que está con Dios. Tengo recuerdos de misionar junto a una imagen pequeñita de la Virgen de Luján, y allí se me hizo presente mi mamá. Ella trabajaba para Dios ayudando a la gente, sentí en ese momento que compartíamos la misma fe”.
Cuando uno peregrina camina con otros, en el cansancio se experimenta la necesidad del “otro” que te saca de tu autosuficiencia: “Yo llego solo”. Al experimentarnos necesitados valoramos la compañía que nos alienta y también que, literalmente, nos carga para poder llegar.
Néstor, de 24, nos decía: “Yo fui por primera vez en el 2019, tenía un buen estado físico, siempre hice deporte, particularmente ese año caminaba muchos kilómetros por día, ya que trabajaba en un “delivery”. Creí que llegaba sobrado. El día anterior me acosté a las 4 de la madrugada, dormí tres horas y a las 7 salí a caminar desde Liniers. En esa época era normal acostarme tarde y luego salir a trabajar todo el día. Arranqué muy bien, fui conociendo gente con la que compartíamos la caminata. Hacía poco que había vuelto a la fe. A la altura de Malvinas Argentinas, 26 Kilómetros antes de llegar a Luján, tuve que ser auxiliado en el puesto sanitario de la Pastoral Universitaria, tenía una enorme fatiga muscular, los gemelos acalambrados, mucho cansancio. Uno de los peregrinos me ayudó a llegar a la parada y tuve que subirme al micro de apoyo. Fue un golpe al ego muy grande, descubrí que no me había preparado física ni espiritualmente para llegar. Recién en el 2023 llegue caminando y pude entrar a la Basílica, la alegría fue inmensa”.
Una peregrina de nuestro grupo, Lu, escribía: “En el 2008 caminé por primera vez, y nunca pude dejar de hacerlo... Los motivos pueden cambiar cada año; pero lo que no cambia es la felicidad de peregrinar, de lograr llegar a los pies de la virgencita de Luján. Es difícil describir semejante demostración de fe, así cómo también la emoción que genera ver su imagen tan pequeñita. Se llega para entregarle los dolores, los miedos, las dificultades y agradecimientos que guardamos en el corazón... Ella todo lo abraza y transforma. Como mamá celestial, nos da la seguridad de que todo va a pasar... Después de Luján se vuelve a la vida de cada día más liviano, reconciliado con las dificultades y repleto de amor para dar a los demás”.
La Virgen María es una mujer con poder, ella convoca cada año cerca de 1.200.000 personas para algo arduo, caminar 70 kilómetros hacia su Santuario, un desfile incesante de gente, la mayoría Jóvenes que van a una Peregrinación organizada por la Iglesia Católica, que llegan a la Basílica a rezar a participar de la misa y a confesarse. Allí el dolor se vuelve redentor, la gente se siente escuchada por la Virgen y se va con paz en medio de tanto conflicto que trae la vida.