Detrás de las frías cifras sobre el desperdicio de alimentos se esconde una realidad conmovedora: millones de argentinos pasan hambre cada día. Mientras toneladas de comida son desechadas, familias enteras luchan por poner un plato de comida en la mesa. Esta paradoja es una mancha en nuestra sociedad y una llamada a la acción urgente.
Según datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de La Nación, cada año en nuestro país se desperdician 16 millones de toneladas de alimentos, que representan el 12,5% de la producción total; y casi la mitad de las frutas y verduras que se producen no llegan a consumirse.
Estos datos –de por sí significativos– son aún más alarmantes al darse en el contexto de que 6 de cada 10 niños argentinos sufren inseguridad alimentaria, lo que significa que no cuentan con la cantidad y calidad de alimentos recomendados. Cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) indican que el 52,9% de la población vive por debajo de la línea de pobreza y que un 18,1% se encuentra en situación de indigencia, sin acceso a alimentos básicos.
En este escenario, el rescate de alimentos que perdieron valor comercial pero siguen siendo aptos para el consumo humano, conservando su valor nutricional, se vuelve esencial. Recuperar estos alimentos para que se conviertan en un plato de comida para quienes más lo necesitan debe ser una prioridad. El rescate de alimentos nos permite garantizar la seguridad alimentaria de los ciudadanos y, a su vez, reducir los residuos generados, impactando positivamente en el medioambiente.
Cada año en nuestro país se desperdician 16 millones de toneladas de alimentos
Y como todo proceso –que además debe ser sumamente cuidadoso por tratarse de manipulación de alimentos– requiere de muchos colaboradores. La concreción de alianzas estratégicas para promover sistemas alimentarios sostenibles y fortalecer a los Bancos de Alimentos para reducir el problema del hambre en el país es crucial en este camino. Necesitamos de los sectores público y privado, así como de la sociedad –que a través de su tiempo o de una pequeña colaboración económica– se sume para terminar con esta realidad injusta.
El desperdicio de alimentos es un problema global que tiene múltiples causas y se presenta en todas las etapas de la cadena alimentaria, desde la producción hasta el retail. El exceso de producción es uno de los principales problemas, producto de una planificación inadecuada, cambios en la demanda del mercado o condiciones climáticas imprevistas.
Otra causa son los estándares de calidad requeridos por los supermercados y otras instituciones que también contribuyen al desperdicio de alimentos. Muchos alimentos que no cumplen con ciertos patrones de tamaño, forma o color, pero sí conservan sus valores nutricionales, terminan siendo descartados.
También la mala gestión en la cadena de suministro puede ser un motivo, lo que puede incluir una mala planificación, falta de infraestructura de almacenamiento y transporte adecuada, y prácticas ineficientes que resultan en daños y pérdida de alimentos.
El rescate de alimentos nos permite garantizar la seguridad alimentaria de los ciudadanos y, a su vez, reducir los residuos generados, impactando positivamente en el medioambiente
A su vez, y no menor en estos tiempos, los cambios en hábitos de consumo también son uno de los indicadores a tener en cuenta en este contexto. Los precios elevados de los alimentos hacen que la demanda de ciertos alimentos se reduzca, generando un exceso de oferta y - por ende - un mayor índice de excedentes.
Finalmente, la falta de conciencia y educación inciden también en la pérdida y desperdicio de alimentos. Muchas veces ni los consumidores ni las empresas son conscientes de la magnitud del problema del desperdicio de alimentos y de cómo sus acciones pueden contribuir a él.
Cada uno de nosotros tiene un rol fundamental y necesario en la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos y en la lucha contra el hambre. Desde decisiones más conscientes en nuestras compras, apoyando a organizaciones como los Bancos de Alimentos, hasta compartir esta realidad con quienes nos rodean, cada pequeña acción suma. Lo que parece un gesto insignificante puede marcar una diferencia crucial en la vida de quienes más lo necesitan.
No permitamos que la indiferencia sea parte de esta injusticia. Cada alimento que se desperdicia es una oportunidad perdida de nutrir a alguien. Hoy más que nunca es crucial que nos unamos para construir un país donde cada plato vacío encuentre su alimento, donde la solidaridad y la responsabilidad compartida sean el motor de un cambio real.
Juntos podemos construir un país sin hambre, donde el desperdicio no sea una opción y la seguridad alimentaria sea un derecho garantizado para todos.
El autor es Presidente de Bancos de Alimentos Argentina, la asociación civil sin fines de lucro que agrupa a los Bancos de Alimentos del país