La escasez de hombres es quizás la necesidad más urgente que enfrentan los contendientes de la guerra entre Ucrania y Rusia. Este país tiene ciento cuarenta millones de habitantes y ha sufrido la salida del país de aproximadamente un millón. Pero Putin ha ordenado el pasado 16 de septiembre la incorporación de ciento ochenta mil hombres más.
Esto llevaría a los efectivos de la fuerza terrestre a un millón y medio de integrantes. Es la tercera vez que el líder ruso adopta este tipo de decisión desde el inicio de la guerra. Además Putin ha dispuesto que se destine el presupuesto necesario para pagar los salarios, el entrenamiento y el armamento de este incremento de fuerzas. Cabe señalar que en diciembre de 2023 ya había aumentado el número de soldados en casi ciento setenta mil.
A partir de ahora, las Fuerzas Armadas -incluida la Armada y la Fuerza Aérea- alcanzarán los dos millones cuatrocientos mil hombres el 1° de diciembre de este año. Cuando Putin llegó al poder en el año 2000, Rusia estaba abocada a la segunda guerra de Chechenia y el Ejército ruso contaba con sólo un millón de efectivos. Moscú tiene hoy desplegados setecientos mil hombres en Ucrania y la reciente ofensiva ucraniana en Kursk ha generado esta mayor demanda de reclutas. La ofensiva ha mostrado que Rusia no está en condiciones de garantizar la seguridad de sus fronteras, protegidas en muchos casos por reclutas que cumplen el servicio militar y guardias fronterizos sin la adecuada instrucción ni armamento para enfrentar a los veteranos ucranianos. Es decir, Rusia necesita más soldados profesionales y ha decidido reclutarlos.
Al día de hoy, las fuerzas rusas no han podido expulsar a las tropas ucranianas que entraron en su territorio el pasado 6 de agosto, en Kursk. Pese a ello, el ejército ruso asegura que liberó dos localidades más de esta región, una de ellas cerca de Sudzha, principal bastión ucraniano en la frontera. Siguiendo las fuentes rusas, el ejército ucraniano habría perdido, sólo el 5 de agosto, trescientos cincuenta hombres. Desde dicha fecha los muertos ascenderían a trece mil ochocientos.
Pero el frente principal, en el cual Rusia desarrolla una lenta y gradual ofensiva, es el Donbass, el territorio que ya estaba en disputa desde 2014 y que Rusia incorporó formalmente tras la invasión. Putin parece haber optado por una actitud ofensiva con algunas acciones en Kursk, mientras mantiene como prioridad el avance en el Donbass.
El líder ruso parece seguir una vez más la estrategia histórica de las fuerzas rusas de jugar con el tiempo a su favor, al igual que una mayor tolerancia a las bajas propias. Pero en el marco global de la guerra, el punto central es el reclamo del presidente Zelensky a las potencias occidentales para que le permitan utilizar los misiles de mediano alcance recibidos de la OTAN, para atacar el territorio ruso en profundidad. Si bien los cancilleres de Estados Unidos y el Reino Unido visitaron Kiev como paso previo a la reunión bilateral entre el presidente Joe Biden y el nuevo primer ministro británico, Keir Starmer, el primero habría decidido postergar la decisión. Paralelamente, Putin anunció que realizará la primera prueba nuclear desde 1990, presionando una vez más con usar armas nucleares tácticas si se pone en riesgo la “existencia del Estado ruso” y se violan sus “líneas rojas”, es decir las advertencias que pueden llevar a una escalada imprevisible.
El mismo 16 de septiembre, cuando Rusia decidió un nuevo llamado a filas, el parlamento ucraniano aprobó una norma que permite el reclutamiento militar de ciudadanos extranjeros. Lo hizo en medio de los problemas de movilización que están teniendo las Fuerzas Armadas ucranianas a dos años y medio de la invasión rusa. Ucrania -cuya población actual sería de treinta y cinco millones de habitantes- no sólo enfrenta un problema de falta de efectivos, sino también un promedio de edad muy superior al de Rusia.
En el primer país la edad promedio ronda los cuarenta años, mientras que en el segundo es de veinte. La norma contempla la posibilidad de que ciudadanos extranjeros y apátridas puedan firmar contratos con las Fuerzas Armadas, la Guardia Nacional y el Servicio Especial de Transporte del Estado. Incluye también la creación de un centro oficial de reclutamiento para personas de esta procedencia. El Ejército ucraniano ha iniciado una campaña para evitar que ciudadanos en edad militar abandonen el país, instando incluso a sus aliados a que obliguen a volver a quienes se marcharon. Polonia, principal aliado militar de Ucrania en Europa Central, tiene identificados a decenas de miles de ciudadanos ucranianos en esta situación y sería el país más relevante para obligarlos a volver.
El gobierno de Zelensky ha recurrido también al alistamiento forzoso entre la población carcelaria a cambio de una baja en las condenas, lo que ya había hecho previamente Rusia. Cabe señalar que el responsable del segundo intento de atentado contra Donald Trump trató, en los primeros meses de la guerra, de reclutar soldados afganos exiliados por el triunfo de los talibanes para combatir en Ucrania, aunque sin éxito, y que las unidades de extranjeros que combaten en este país hasta el momento no tienen demasiados efectivos.
En cuanto a la guerra de Gaza, el gobierno israelí ha empezado a armar civiles ante la vulnerabilidad de todas sus fronteras. El Ministerio de Defensa anunció el mismo 16 de septiembre la entrega de nueve mil fusiles de asalto para los equipos civiles de defensa del norte del país, donde se combate esporádicamente contra Hezbollah, con presencia en el sur del Líbano. El Ministerio, junto con las Fuerzas Armadas israelíes, informaron que los fusiles Arad de fabricación israelí -los que tendrían un valor de trece millones de euros- se repartirán entre noventa y siete “equipos de respuesta rápida” en varias comunidades del norte del país, lindantes con el sur del Líbano. Informó también que se está desarrollando una “segunda fase de rearme” para equipar a las comunidades de los Altos del Golán en territorio sirio ocupado.
Confirmó que una vez hecha esta entrega, ciento veinte equipos civiles en el norte del país estarán completamente equipados. Los “equipos de respuesta rápida” son unidades integradas por civiles que actúan en coordinación con el Ejército, incluso en asentamientos judíos declarados ilegales en la Cisjodrania ocupada. En cuanto a Hamas y Hezbollah, sus efectivos son inciertos para la inteligencia israelí, pero se cuentan por decenas de miles en ambos casos. Han tenido una proporción de bajas muy superior a las israelíes, pero mantienen su voluntad de combate y están dispuestas a seguir haciéndolo en el caso de que la guerra se extienda, tanto en términos territoriales como temporales.
La reposición de las bajas en estas organizaciones terroristas se está realizando, aunque sus números y porcentajes sean imprecisos. Los recientes ataques de Israel con inteligencia electrónica (beepers, handies, etc.) contra Hezbollah en El Líbano y Siria que ocasionaron aproximadamente sesenta muertos y tres mil quinientos heridos -el 10% graves-, constituyen la mayor pérdida humana de Hezbollah durante el año de guerra en el cual ha apoyado a Hamas. Es una pérdida de combatientes que será muy difícil de superar en el corto plazo.
Pero ya se trate de Rusia, Ucrania, Israel, Hamas o Hezbollah, la demanda prioritaria es de hombres -es decir, combatientes-, pese a las crecientes innovaciones tecnológicas en las guerras.