Los días menos felices del Presidente

La imagen de Milei, por primera vez, empieza a caer fuerte. Es algo lógico ya que la herencia económica fue durísima y el plan económico subordinó todas las variables a una sola: el descenso de la inflación. Pero los costos sociales de esa estrategia tarde o temprano iban a pasarle alguna factura

Presentacion del presupuesto Nacional en el Congreso de la Nacion

Pocos años antes de dejar el poder, Cristina Kirchner se encaprichó con que todo el mundo tenía que escucharla. Por eso, aparecía cada dos por tres en interminables cadenas nacionales. El efecto de ese capricho no favorecía sus intereses. Cuando ella aparecía, el rating se derrumbaba. La mayoría de la gente estaba cansada de que alguien se le metiera de prepo en la intimidad de su hogar para reemplazar con sus discursos al programa que elegía libremente. Por un lado, su mensaje no llegaba. Por el otro, fastidiaba con un gesto de prepotencia. Una mezcla perfecta de lo inútil y lo desagradable.

La vida le dio revancha. Unos años después, en mayo de 2019, ocurrió exactamente lo inverso. Cristina Kirchner presentó su best seller, Sinceramente, en la Feria del Libro. Hacía mucho tiempo que ella no aparecía. El gobierno de Mauricio Macri se derrumbaba. Era posible pensar que ella lo sucediera al poder. La presentación era transmitida sólo por C5N. Pero el interés era tal que, uno a uno, todos los canales de noticias, y luego casi todos los de aire, fueron subiendo a su pantalla el discurso de la ex presidenta. Se produjo entonces una cadena nacional de hecho, porque la gente, libremente, la impuso.

La moraleja del asunto es aburrida de tan obvia. No es inteligente que un Presidente imponga una cadena nacional. Es un gesto autoritario e inútil. Si la gente quiere ver a alguien, se las va a arreglar solita para encontrarlo.

Cadena nacional de Cristina Kirchner en julio de 2013 (Télam)

Milei sabía eso por su propia experiencia personal. Su ascenso al poder se explica en gran parte por un componente central: su impresionante magnetismo. Cada vez que aparecía en televisión, el rating escalaba. Sus videos en las redes eran mirados por millones de personas. Fue un fenomenal ejemplo de los efectos del boca a boca. Como Cristina cuando presentó Sinceramente, no necesitaba de ninguna cadena nacional, de ningún gesto autoritario del Estado para que lo escucharan.

Pese a ese antecedente tan genuino, el domingo pasado decidió hacer aquello que empantanó a Cristina: aparecer por cadena nacional. Como si necesitara obligar a la gente a verlo. Lo que ocurrió fue lo mismo que le pasó a CFK: el rating se desplomó. El primero de marzo, cuando abrió las sesiones ordinarias, entre la televisión de aire y por cable Milei sumó 51 puntos de rating. La magia estaba intacta pese al ajuste en marcha. Ahora el rating fue de 27 puntos. El derrumbe se puede ver hasta en pequeños detalles. El video del discurso de marzo subido en el sitio “El Peluca Milei”, el preferido de los libertarios, logró 830 mil visualizaciones. Este, apenas 350 mil.

Ni la mitad de los propios.

De ese episodio surgen preguntas interesantes sobre el momento que atraviesa el presidente libertario. En principio, ¿por qué lo hicieron? ¿Cuál era el sentido de que Milei fuera un domingo al Congreso, y se transmitiera el acto por cadena nacional? Luego: ¿El derrumbe de audiencia habrá sido un efecto de una caída en el consenso social del Presidente? ¿Se debilitó la magia presidencial? Las encuestas de estos días ofrecen una respuesta bastante clara a las dos dudas. La imagen presidencial, por primera vez, empieza a caer fuerte y, entonces, el elenco que rodea a Milei decidió que el Presidente recurriera a un método que, en otros tiempos, hubiera funcionado: ir al reducto de la casta y decirles de todo con el máximo de difusión posible. No anduvo.

Acto de Javier Milei en Chubut

Es muy relevante detenerse en algunos números para percibir la magnitud del fenómeno. Shila Vilker ha sido la encuestadora más precisa en anticipar el triunfo de Javier Milei. Durante todo este año registró el contundente apoyo de la mitad de la sociedad hacia el Presidente. En agosto, todo cambió: la desaprobación trepó hasta el 56 por ciento y el respaldo cayó al 44. Facundo Nejamkis, de Opina Argentina, difundió ayer su informe. Hace tres meses, el 51 por ciento de la población opinaba a favor del gobierno; ahora el 41. Diez puntos abajo. Los disconformes eran 47 de cada cien y ahora son 57.

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“La encuesta nacional de este mes revela un cambio significativo en las percepciones de la opinión pública. Los signos de deterioro se observan en: I) el desgaste de la imagen presidencial y de su administración de gobierno II) la caída de todos los indicadores de humor social, y III) un creciente pesimismo en la percepción macro de la economía. Dos hipótesis sobre este retroceso: I) empieza a mermar el efecto que tiene la caída de la inflación sobre el apoyo al gobierno, II) se profundiza el deterioro de la situación económica de las familias que sufren el impacto de los aumentos de tarifas”, redactó Alejandro Catterberg, de la influyente Poliarquía, en el último informe a sus clientes. La imagen personal positiva de Milei cae allí al 40 por ciento. La consultora Zuban Córdoba difundió también números coincidentes: menos de 40 de aprobación, 60 de rechazo. Gustavo Córdoba, su titular, explicó que Milei cae un punto y medio por mes. “Si no cambia la economía, terminará el año cerca del treinta por ciento”, vaticinó.

Los consultores apuntan, como se ve, a la cuestión económica. Tal vez los beneficios de haber bajado la inflación empiecen a compensarse por el alto costo del camino elegido. En ese sentido hay otro estudio que ayuda entender la magnitud de esta situación. Fue elaborado por la consultora Moiguer y no refiere a cuestiones políticas sino a la manera en que el plan económico repercute en los hábitos de consumo.

Los números son elocuentes. El 52% de la población contrajo deudas en estos meses. El 55% usó ahorros para gastos cotidianos. El 45% aumentó horas de trabajo o inició nuevos emprendimientos para generar más ingresos. El 59% declaró que en algunos de estos meses no pudo llegar a fin de mes. El 80% reemplazó primeras marcas por marcas más económicas. El 76% contó que llega a fin de mes estresado porque no le alcanza

-¿Qué gusto debiste restringir o eliminar para achicar gastos en los últimos meses?—le preguntaron a los encuestados.

-Hacer asado (54 por ciento), comprarme ropa (50 por ciento), salir a comer afuera (46 por ciento).

Mientras estos números se difundían, la televisión y los diarios populares registraban un fenómeno nuevo: miles de usuarios de los trenes del conurbano saltan molinetes o caminan por las vías para acceder a las estaciones de manera de evitar los controles. Sus fundamentos son muy razonables: no les alcanza lo que ganan para cargar la SUBE y necesitan llegar al trabajo. No son vagos ni planeros. Según Nejamkis, además, muchos fueron votantes de Milei: en sus estudios la principal merma de apoyo aparece en las bases libertarias más populares.

En ese contexto, la Universidad Di Tella difundió que el índice de confianza del consumidor cayó más de un 6 por ciento, el derrumbe más fuerte desde diciembre. Y el Indec informó que durante el primer semestre, el PBI –sin el sector agropecuario, que registra un crecimiento exorbitante debido a la sequía del año pasado— cayó más de un seis por ciento: ¡el equivalente a la mitad de lo que cayó durante la pandemia!

Javier Milei en La Rural (Nicolás Stulberg)

La primera reacción del equipo libertario frente a los nuevos desafíos consistió en refugiarse en lo que sabe hacer: plantear que el ajuste es una gesta histórica, acentuar el culto a la personalidad del Presidente, insultar a la Casta, agitar las redes. Ese refugio en el pasado feliz se expresó en el acto del domingo, que pretendía reeditar el potente fenómeno de marzo, en la difusión de un video muy agresivo contra personalidades del kirchnerismo, y en el acto convocado para el 29 de septiembre en el Parque Lezama, el mismo lugar donde Milei hizo los principales actos de la campaña a diputado de 2021.

El primer episodio -el de la cadena nacional- no obtuvo los resultados buscados. Pero, además, hubo otros gestos que reflejan cierta confusión en la famosa mesa chica. Uno de ellos, claro, fue el asado para celebrar que el Gobierno le retaceó 20 mil pesos por mes a los jubilados de la mínima: la casta contra la gente, pero esta vez el jefe de la casta es Milei. El otro gesto raro fue la difusión de fotos donde aparecían diversos funcionarios trabajando juntos, con caras de muy pocos amigos, para desmentir que estuvieran todos peleados.

Hay otro asunto que está ocurriendo. Tal vez sea menor pero tiene cierta relevancia. En estos meses, cada posteo en las redes de Javier Milei era respondido por miles de comentarios adulatorios. Hay que mirar lo que pasó allí en estos días. Milei celebró el 2,5 por ciento de inflación mayorista. La respuesta: decenas de miles de insultos. Luego difundió el video donde sostenía que el kirchnerismo era un virus. Otra vez: miles y miles de insultos. Lo mismo que le ocurría a sus críticos hasta hace minutos empezó a sucederle a él. Hay mucho material de archivo donde Milei presumía por los comentarios que lo apoyaban luego de debates televisivos. Esta vez empieza a ocurrir lo contrario, en su propio terreno.

La semana terminó, además, con una noticia muy dura. La principal inversión que esperaba el país -la planta de licuación de gas- deberá posponerse porque la empresa malaya Petronas decidió no involucrarse en el proyecto. Es un golpe al corazón del discurso oficial. El RIGI no alcanzó. El atractivo del libertario para el capitalismo emprendedor sufrió una derrota en toda la línea. La lluvia de capitales no es tal. Pero, además, eso generará dudas sobre el ritmo de llegada de dólares que requiere el plan económico: dólares del blanqueo hasta que llegue Donald Trump, dólares del Fondo gracias al triunfo de Trump, dólares de las inversiones masivas luego. El paso dos y el tres están cada vez más dudosos.

Lo que le ocurre al Gobierno es algo razonable. La herencia económica fue durísima y el plan pergeñado por Milei y Luis Caputo subordinó todas las variables a una sola: el descenso de la inflación. Los costos sociales de esa estrategia tarde o temprano iban a pasar alguna factura. Si alguien creyó en serio que Milei era el Mesías, o el referente más importante de la libertad a nivel mundial, tal vez sea momento para revisarlo. Se trata apenas de un Presidente muy singular, que enfrenta dificultades de escala no humana, como sus antecesores. No es un superhéroe, no es un león, ni tiene ninguna receta mágica.

El Gobierno podría argumentar que su base de apoyo, aunque menor, sigue siendo muy competitiva. Y tendría razón. La mayoría de los encuestadores la sitúa cerca del 40 por ciento. Es mucho. Poliarquía insiste en que, pese a la caída, la gestión aún es respaldada por el 53 por ciento de los argentinos. Además, esta semana se acumularon datos que reflejan un control creciente de las variables cambiarias y financieras, lo que a corto plazo le podría asegurar un índice inflacionario aún más bajo del que ya logró.

Esto, como quien dice, recién empieza. Javier Milei ha logrado triunfos relevantes en medio de un panorama desértico que le plantea desafíos a cada paso. Veremos si los insultos, las agresiones, las cadenas nacionales y los actos antigrieta alcanzan para reflotar aquella mística. Mientras, tal vez sea inteligente revisar un poquito, antes de que se haga tarde, esa idea de que la gente no solo soporta el ajuste sino que además pide que lo profundicen.