Abordar el universo de las personas con discapacidad deviene en el imperativo de trabajar en pos de la inclusión, pero también en ir más allá y transitar hacia un cambio de perspectiva donde la autonomía sea el factor transversal.
El aporte que las personas con discapacidad hacen a la sociedad es invaluable. Son sujetos autónomos que construyen sentidos en el ejercicio pleno de sus actividades.
Emerge como desafío insoslayable propiciar las condiciones para el empoderamiento en la promoción y el desarrollo de una vida independiente. No se trata únicamente de luchar para erradicar la discriminación.
Debe ser esta premisa el umbral que permita forjar los cimientos de la integración y motorizar la accesibilidad en sus distintas dimensiones: cognitiva, sensorial, motriz y digital.
Urge diseñar y elaborar políticas públicas integrales que promuevan y legitimen la autonomía de las personas con discapacidad, cuya contribución sustancial a la sociedad es determinante e imprescindible. Esto implica pergeñar estrategias concretas que generen condiciones y escenarios de igualdad.
Asimismo, es menester poner el acento en el rédito que obtiene la sociedad a partir del aporte que realizan las personas con discapacidad. Una acción inconmensurable que no se mide solamente en términos cuantitativos.
Enriquecen la diversidad y son actores esenciales para la inclusión. Desarrollan habilidades y talentos para superar adversidades, asociados a la creatividad y la innovación. Mentores de valores como el respeto y la empatía, se erigen como ejemplo para el resto de la sociedad.
Por ello, reconocer la plena autonomía de las personas con discapacidad es el primer paso para derribar barreras y romper con los estigmas sociales.