Argentina atraviesa los efectos de una compleja situación económica, producto de una sucesión de malas administraciones que no han logrado gastar menos o igual que los ingresos, ocasionando así un círculo vicioso compuesto por déficit fiscal, exceso de emisión monetaria, pérdida de estabilidad de la moneda, inflación, pérdida del poder adquisitivo, pobreza y desempleo.
Frente a este diagnóstico, comparto la visión del presidente Javier Milei sobre la necesidad de equilibrar las cuentas fiscales adecuando las variables macroeconómicas y recuperar el valor de la moneda. Ahora bien, esto es un medio no un fin en sí mismo, y para que se logre una mejora real de las condiciones sociales necesitamos de un Estado eficiente, no ausente. Es el Estado quien puede llevar adelante la tarea de recuperar la economía y lo puede hacer con las herramientas y potestades que le dan la Constitución Nacional y las leyes; aportando al verdadero crecimiento y desarrollo de nuestro país y al bienestar de la población a partir de la educación y el desarrollo de la infraestructura.
La educación, el único camino
Una de esas herramientas -quizás la principal si pensamos en el largo plazo- es la educación, tanto inicial, primaria y secundaria, como también universitaria. Argentina supo liderar en América, y no me refiero a América Latina solamente, los estándares de calidad educativa; por eso no es una casualidad que cuando esto sucedía, éramos la octava economía del mundo. Debemos establecer políticas activas que vuelvan a poner el sistema educativo argentino en el ranking de los mejores de la región, no solo en cobertura y extensión, sino fundamentalmente por la calidad educativa del mismo.
En lo que respecta a las universidades públicas, no solo posicionaron a Argentina como el país de Latinoamérica con mayor cantidad de premios Nobel obtenidos; sino que representaron también el mejor ejemplo de la movilidad social ascendente: padres con estudios primarios vieron a sus hijos recibirse en la universidad pública, como es en mi caso.
La obra pública como motor de desarrollo económico
Por otra parte, las obras de infraestructura son base fundamental para el desarrollo humano. Las obras de agua potable, saneamiento y vivienda, hacen al desarrollo humano y por ende impactan en la salud y el bienestar de la población. También las obras viales, ferroviarias y portuarias impactan en la competitividad de la economía, disminuyendo costos logísticos y permitiendo mayor presencia de nuestros productos en el mercado mundial. Sin obras no hay desarrollo y sin Estado eficiente no hay obra posible.
Tenemos el principal corredor vial y ferroviario bioceánico que une el Atlántico con el Pacífico, lamentablemente sin un adecuado estado de conservación. El gobierno tiene la oportunidad de licitar bajo la modalidad público-privado los 500 kilómetros que quedan para hacer la autovía dividiéndolo en tramos de hasta 60 kilómetros, a cambio del reembolso por peaje como forma de pago, y así en dos años concluir las obras.
Similar sistema es el que se puede adoptar con el ferrocarril para dar mayor competitividad a nuestros productos, disminuyendo los costos de transporte. Sin duda alguna el paso más importante es el Cristo Redentor y requiere de un túnel como el que intentó materializar el grupo Eurnekian. También, se necesita inversión del Estado en otras obras como lo realiza Chile que siempre se lo pone de ejemplo. El Estado chileno invierte 4.1 puntos del PBI además de las obras que se realizan por el sistema público-privado. El gobierno nacional invertirá este año y el próximo apenas un 0,6% del PBI. Lamentablemente y por lo que podemos ver en el Proyecto de Presupuesto 2025, la desinversión en obra seguirá como hasta ahora.
Los países que salen de la pobreza extrema como Corea del Sur, Taiwán, Malasia, lo hacen invirtiendo en el sistema educativo y con una visión de largo plazo. Es decir, la misma receta que hizo Argentina hace varios años, y luego invertir en el desarrollo de su infraestructura. Por eso sostenemos que educación e infraestructura son las bases para el desarrollo real de Argentina.