Eufemismos

Los crímenes de lesa humanidad bajo la lupa de las premiadas películas “Argentina, 1985″ y “Ainda estou aqui”. Además, la pertinente y necesaria “Traslados” que explora, con testimonios y datos, los vuelos de la muerte durante la última dictadura

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Trailer oficial de "Argentina, 1985", película que se llevó una gran ovación y dos distinciones en el Festival Internacional de Cine de Venecia en 2022, lugar en el que se estrenó mundialmente

Hace poco más de dos años, al salir de la avant premiere mundial de Argentina, 1985, de Santiago Mitre, en el Festival Internacional de Cine de Venecia, aún emocionado, escribí unas líneas, con la urgencia que conlleva la cobertura de festivales multiplicada por la necesidad de compartir lo por entonces recién experimentado. Allí concluía mi texto señalando que resultaba “difícil volver a la idea y los valores de memoria, verdad y justicia haciendo dialogar ese pasado con este presente. Más aún no ceder a la tentación de que este último tiña absolutamente la interpretación de lo sucedido. Y Argentina, 1985, película de juicio, deriva familiar, retrato de época y construcción de un mito argentino (o “a la argentina”), se hace cargo de ello con sensibilidad e inteligencia. También con audacia, astucia y ganas de volver a poner en el tapete aquellos principios y abrir el debate sobre no pocos asuntos que explican nuestra actualidad. Y está bien que así sea”.

Hace menos de un mes, también en el Festival de Venecia, se estrenó Ainda estou aquí, última película del reconocido director brasileño Walter Salles (recordado por Estación Central y Diarios de Motocicleta). En este caso, también, la deriva se relaciona con los crímenes de una dictadura (la desaparición de Marcelo Rubens Paiva y la inclaudicable búsqueda de justicia por parte de su familia). Al fin de la película, antes de los títulos, unas placas (letras blancas, fondo negro) nos recuerdan que en Brasil ninguno de los responsables de los crímenes de lesa humanidad fue juzgado. Nadie pasó siquiera un día en la cárcel.

Los criminales argentinos sí fueron juzgados. Por tribunales civiles. Hubo presiones y amenazas, intentos de golpe de Estado, punto final e indulto. Pero no deja de ser excepcional el modo en que nuestro país pudo, pese a todo, acercarse algo a la posibilidad de hacer justicia (al efecto qué mejor que volver a la contracara perfecta y complementaria de la citada Argentina, 1985, la enorme El juicio, de Ulises de la Orden).

Los brasileños Murilo Hauser y Heitor Lorega ganaron el premio al Mejor Guión en el último Festival Internacional de Cine de Venecia por el film "Ainda Estou Aqui" (REUTERS/Louisa Gouliamaki)
Los brasileños Murilo Hauser y Heitor Lorega ganaron el premio al Mejor Guión en el último Festival Internacional de Cine de Venecia por el film "Ainda Estou Aqui" (REUTERS/Louisa Gouliamaki)

Sin embargo, en estos días vemos en las noticias cómo un grupo de legisladores visita en la cárcel a aquellos criminales. Se mencionan proyectos por los que se intentaría morigerar las condiciones del cumplimiento de las penas y no son pocos los dirigentes y creadores y líderes de opinión que se refieren a esos delincuentes casi como “perseguidos” y/o “presos políticos”.

Así, la idea de Zoe Hochbaum (motor inicial del proyecto que culminó en la película Traslados) de llevar el tema de los conocidos “vuelos de la muerte” al cine no puede ser más pertinente y necesaria. Y el modo particularmente objetivo, clásico, carente de énfasis con que se abordan los hechos (poniendo el acento en no decir nada que no se encuentre avalado por pruebas claras y contundentes antes que en compartir opiniones personales), lejos de quitar filo al relato, fortalece el discurso político.

Y ello así no sólo por lo que pone en pantalla (algunos documentos los hemos visto, otros no, o no de esta manera; los testimonios aportan emoción, pero sobre todo datos) sino por lo que desnuda desde la elección del propio título del film: el efecto nocivo de los eufemismos. Las paráfrasis esconden la voluntad de exagerar o subestimar un determinado hecho o situación.

Así, según el emisor del discurso, si se reputa conducente para atacar al otro podrá acudirse al término “desaparición” (tan ligado a un determinado significante en nuestro país) al faltante de determinado producto en las góndolas de los supermercados. Con la misma superficialidad e irresponsabilidad podrá cargarse contra toda una industria cultural bajo los motes de pretendidas “bajada de línea” o “lavado de cerebro”. La parte por el todo, la exageración al límite del absurdo. Mentiras que se saben que lo son, pero que sirven al efecto de librar lo que se vive como una “batalla cultural”.

Tráiler de Traslados, el documental sobre los Vuelos de la Muerte

En virtud de lo expuesto, no extraña en modo alguno que Geneviève Jeanningros, sobrina de Léonie Duquet (una de las monjas asesinadas durante los “vuelos de la muerte” en Argentina) se haya emocionado y compartido una reflexión sobre la película, recordando la importancia de “construir la memoria”. Esa construcción debe ser colectiva y respetuosa (como, de hecho, lo es la de Traslados). En ese contexto, frente al “construir la leyenda” que propone Argentina, 1985, miradas como la de El Juicio y Traslados, se centran en los hechos, en las pruebas y evidencias indiscutibles. De este modo, sientan los cimientos para que las generaciones más jóvenes tengan los elementos para recordar y tener presente.

Algo que, por lo que declaró el director Nicolás Gil Lavedra en la charla que tuvimos en La Autopista del Sur (sábados 13 a 15 en la AM750) siempre fue un objetivo tenido en miras al momento de realizar la película. Y ello así no como una imposición de sentido de un determinado discurso sino confiando en la fuerza y contundencia de los hechos y de la historia.

Tampoco extraña que la premier internacional de esta película vaya a tener lugar en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, desde donde escribo estas líneas. Como parte de la selección oficial, fuera de competencia, se realizará una función especial en esta su 72° edición, en el marco de un acto de apoyo al cine argentino.

El director Santiago Mitre y los actores Peter Lanzani y Ricardo Darín llegan a la proyección de la película "Argentina, 1985" en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián (REUTERS/Vincent West)
El director Santiago Mitre y los actores Peter Lanzani y Ricardo Darín llegan a la proyección de la película "Argentina, 1985" en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián (REUTERS/Vincent West)

El festival comienza hoy y el próximo martes 24 de septiembre tendrá lugar esa proyección. ¿Qué más pertinente (y necesario) que hacer foco sobre la necesidad de defender el cine nacional y la diversidad cultural? En momentos tan difíciles, cuando con liviandad y desparpajo todo se pone en duda, ¿qué mejor que volver a ciertos valores y principios? Recordar. Traer al presente aquellos momentos en que creíamos que se podía crecer y mejorar en conjunto y no contra el otro. Momentos en los que pensábamos (sabíamos, lo seguimos sabiendo) que para construir una sociedad libre y sana era (es) indispensable basarse en la verdad, no olvidar, hacer justicia.

Pasarán las declaraciones altisonantes y los proyectos trasnochados, quedará nuestro cine y nuestra historia. Hoy con especial fuerza y claridad sigue siendo necesario ponernos de acuerdo en lo que no queremos que vuelva a suceder en el futuro. Y para ello es indispensable conocer los hechos; tal el mejor antídoto contra las mentiras, interpretaciones y posverdades que se multiplican. Traslados recuerda que, sin necesidad de levantar la voz, reconociendo el valor de la acción política, merece ser reconstruido el acuerdo social que aunó a todo un pueblo bajo un mismo compromiso: ¡Nunca Más!

* El autor de esta columna es crítico de cine

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