La grieta son los modos, no el ajuste

A Milei se lo critica más por lo que es, que por lo que hace. Y la nueva grieta, sin lugar para tibios. De aquí, el no lugar para la UCR. El nuevo grupo de “conversadores” del Gobierno

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Javier Milei
Javier Milei

Milei grita. También se enoja. Le mete al tuit con dosis de fiereza y ligereza en clave Fernet: 70/30. Polemiza hasta con gente que comparte ideas, o el rumbo del país. Antecedió a Colapinto en acelerar en las curvas hasta pisar los pianitos. Siempre va a fondo. Antes bailaba en Crónica con su ex Daniela, ahora se muestra con su pareja Yuyito González. Es decir, no ha cambiado.

Es el mismo de siempre, pero con un sutil detalle: hoy es el Presidente de la Nación. Su frontalidad e informalidad hacen mucho ruido, básicamente en los ámbitos menos frontales y más formales del país.

Hay gente que no lo entiende, otra que lo acepta, y también están aquellos que no lo digieren. En las antípodas, sus seguidores. Los encuestadores hablan de un fifty-fifty. Es decir, la nueva grieta. Ergo: se podría decir que Milei dividió al país en menos de un año, o que descolocó, desubicó y dinamitó el mapa político de la Argentina, como nunca se había visto, ni siquiera en la crisis de 2001.

Después de las generales 2023, allá por la prehistoria argentina, le dije al entonces candidato que no iba a poder gobernar si ganaba las elecciones, porque no contaría con diputados, ni senadores, ni intendentes, ni gobernadores, mucho menos jueces.

“Estamos viendo una reconfiguración del mapa político… habrá algún tipo de convergencia hacia una nueva expresión que nuclee a aquellos que defiendan las ideas de la libertad”, me respondió en A24 hace más de un año.

En aquella entrevista dijo algo más. “El salto al vacío son ellos, en especial los tibios”. Hablaba del kirchnerismo, pero también de Horacio Rodríguez Larreta, Martín Lousteau y, entiendo, algunos radicales.

En lenguaje libertario acá la vio. Quizás Milei entienda de política más de lo que la política tradicional cree que él entiende. Quizás.

Juntos por el Cambio desapareció, Larreta se fue del PRO, el radicalismo explotó por los aires y el kirchnerismo carga con el ataúd político de Alberto Fernández, con el anacronismo de Cristina y el timón averiado de Axel Kicillof en la Provincia. Massa, por ahora, bien gracias.

En realidad, el kirchnerismo es hoy uno de los mayores activos del Gobierno. En términos futboleros, Milei tiene el peor rival del que se tenga registro en tiempos modernos. Es tan malo, que hasta disimula el cúmulo de errores no forzados del oficialismo, sus crisis internas, su infantilismo político en Diputados, o las operaciones cruzadas del Gabinete. Todo esto es cierto. También que el Presidente y la Vice tienen proyectos políticos distintos, con visiones de la realidad disímiles.

Milei ha leído a la sociedad mejor que nadie. Y también a la política. Por eso ganó. Pero ahora su desafío es gobernar en estas aguas tan turbulentas, y las recetas de aquellos días, quizás no sirvan para estas horas. Lo que caía simpático en algún momento, acaso ahora pueda molestar.

Lejos de esa tibieza que aborrece, el Gobierno hoy (algo) dialoga. Hay un segundo anillo de poder, detrás del triángulo de hierro de los Milei y Santiago Caputo, compuesto por Guillermo Francos, los Menem y, un poco más atrás, Patricia Bullrich. Se los podría bautizar como “los conversadores”. Tratan de tomar café con gobernadores y legisladores, después de que el Presidente se los tiró encima. Es una nueva estrategia, estrambótica para la mirada clásica, de construcción de poder. Milei golpea, después vienen los “conservadores”.

No hay tibieza, pero sí pragmatismo. Y también un plan político, que tiene a la Libertad Avanza como mascarón de proa. La creación del partido en distintos distritos es mucho más que un gesto. Los Milei leen que el país va en otra dirección, y con otros actores. En diálogos privados con Mauricio Macri, allá por el verano, el Presidente charló la posibilidad del Plan 1860, un modelo inspirado en el momento que Buenos Aires se sumó a la Constitución Nacional. Ya corrió mucha agua debajo del puente.

Milei es acaso el más macrista de su gobierno, pero también el que está convencido de que no hay lugar para dos personas en la conducción verticalista y presidencialista de un país. De hecho, desoyó varias miradas del ex presidente, como por ejemplo la integración de la Corte o la posterior nominación de Ariel Lijo. Macri le había dicho que no le convenía. El tiempo dirá quién tuvo razón.

Argentina cruje, porque atraviesa una etapa completamente distinta, con algunos dirigentes que no eran dirigentes, con seguidores que no eran militantes políticos, y con una lógica de comunicación de efectos aún impredecibles. Hay una nueva Era. Sin dudas.

A Milei se le observan más los modos, que su plan de Gobierno. Incluso en off, muchos dirigentes de la oposición reconocen que el déficit cero, el equilibrio de las cuentas públicas, la desaceleración de la inflación o el orden público, están bien. También las desregulaciones. Cuando se prende el micrófono, gritan.

Y es lógico. No hay lugar para esa tibieza en este nuevo mapa: hoy todo parece resumirse a estar a favor o en contra “de esto”. De aquí, que los radicales no se sepan dónde ubicarse, o el macrismo haya quedado abrazado al poder de turno. Está el kirchnerismo-peronismo por un lado, y el oficialismo por el otro. En el medio, un río de ácido.

Hoy la UCR tiene más clubes que Chiqui Tapia en el ascenso. Están los que juegan con Milei (radicales peluca o liberales), lo que juegan con el kirchnerismo (Lousteau y su estudiantina) y los que tienen obligaciones de gobierno (Cornejo, Valdez, más intendentes). También está la interna en PBA, entre el senador Abad y el diputado Manes, aliado al ex ministro de CFK. Puesto en otras palabras, hay radicales de izquierda, de centro, liberales, etc. Es decir, un peronismo con buenos modales.

El radicalismo no tiene fuerza autónoma en ningún gran distrito, salvo Santa Fe. Es furgón de cola en CABA, un cordial acompañante en PBA y un imprevisible rival en Córdoba. Hoy el senador Juez, por ejemplo, quiere sumarse a LLA. Habla con Karina Milei y con el propio presidente. Pero los operadores políticos del Gobierno sugieren no prestarle “el auto” a ninguno que venga de afuera. Tampoco a Juez. Su sórdido rival interno maneja el bloque de Diputados, Rodrigo de Loredo. También trata de poner un pie en cada lado de la grieta. El medio es peligroso. Él lo sabe.

El rating del sello de la Libertad Avanza estará atado, en gran parte, a la recuperación económica. Ahora, casi todos se matan por estar, incluso muchos de los que vociferan en público. Mañana no se sabe qué podrá suceder. Milei mide mejor que casi todos los gobernadores en sus provincias. Y también que muchos intendentes. Al menos hoy.

El tema es que el presidente no estará en las boletas de 2025, de aquí la relevancia del sello. En Buenos Aires, el diputado Espert ha picado en punta. Se sabe: aspira a encabezar la lista. El intendente Valenzuela de Tres de Febrero también se anota. Se lo vio en uno de los palcos en la presentación del Presupuesto. También se sabe: ya se fue del PRO.

Otro que salió de ahí es Larreta. A algunos de sus confidentes le dijo que va a esperar la oportunidad. Cuando le preguntaron qué dirigentes lo seguían, respondió: “Ninguno. Ya aprendimos que sumar dirigentes, resta”. Es dato. Deberá cambiar la concepción social, para aceptar la tibieza sobre la voracidad.

Del otro lado de la grieta, el kirchnerismo tiene más problemas que bicicletero para meter un triciclo en el baúl de un Fitito. Pero siempre está. Y va a estar. Porque se ubica en las antípodas del Gobierno. Aun con sus contradicciones a cuesta, y en postrimerías de otro posible fallo en contra, Cristina tiene la lapicera. Con menos tinta, obvio. Pero se aferra a ella como náufrago a una tabla. La Cámpora, que por lo bajo critica más a Kicillof que a Milei, la quiere de candidata. Axel no tiene figuras, salvo -hablando de autos- el conductor del Renault Clío, Carli Bianco. El jefe de gabinete se apresura por acaparar todo el discurso bonaerense, pero su grado de conocimiento, por ahora, no pasa los puntos de la inflación mensual. Y tampoco tiene mucho para mostrar, salvo ser la contracara del actual modelo.

No es casual que Milei le haya respondido a CFK. Se siente cómodo en la confrontación con el modelo del pasado. Además, alguna vez escribió en uno de sus tantos borradores: “Acá hay amor”, cuando ella redundaba con críticas hacia su persona.

Que ese parece ser el quid final y central de la cuestión. A Milei se lo critica más por lo que es, que por lo que hace. No es el modelo, son los modos, estúpido.

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