Nueva regla fiscal: objetivos correctos, aunque con dudas varias

La política debe hacerse responsable respecto a que cada vez que se quiere hacer un gasto para favorecer a alguien, debe consignarse a quien se propone perjudicar

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Javier Milei presentó el presupuesto
Javier Milei presentó el presupuesto Nacional en el Congreso (Fotos: Charly Diaz Azcue / Comunicación Senado)

La idea de fijar un objetivo fiscal de superávit primario mínimo (en 2025 un 1,3% del PIB), establecer reglas de ahorro cuando se superara dicho objetivo, y reglas para realizar ajustes en caso de que se estime no se llegara a ese objetivo me parece acertada.

No obstante, cabría señalar:

  • Que con esos objetivos de superávit primario, no se alcanzará el equilibrio financiero “verdadero”, ya que la cuenta de intereses presenta serios defectos de contabilización estatal (entre otros, el que genera que los intereses que pagaba el BCRA por los Pases y Leliq se computara en forma nominal y si los “capitaliza” el Tesoro no se computen como tales, lo que le permite decir al gobierno que hicieron un ajuste de 10% de intereses del cuasifiscal, lo cual es una falacia, y le permite no computar adecuadamente intereses de Lecap, Lefi y otros), y es bastante más alta que el 1,3% que se establece en Presupuesto 2025.
  • Que a la hora de tener que hacer ajustes importantes porque no se llegara a las metas (algún shock que gatillara corridas cambiarias por ejemplo), y dada la magnitud del gasto “automático” (jubilaciones y otros), podría no ser razonable, gastar menos de cada partida en forma proporcional. Podemos preguntarnos si en tal caso: se bajarían sueldos de maestros, médicos, etc., un 10%, 20% o lo que resultara. ¿Se subirían fuertemente tarifas (que es muy similar a subir impuestos) para bajar entonces subsidios?
  • Más allá de tener razón en la crítica general respecto a que el juego político estimula el gasto y el déficit, y dado que habrá que lidiar eternamente en el marco de ese juego (hasta las dictaduras siempre buscaron legitimarse gastando más), no luce muy sensato ni realista una regla que intente prescindir “para siempre y en toda circunstancia”, de la posibilidad de subir impuestos. Nuevamente llegado el caso, ¿que sería mejor: bajar sueldos de maestros y médicos, o subir un par de puntos el IVA (u otro impuesto), hasta tanto cesasen las condiciones negativas imperantes?
  • Agregaría que la regla fiscal de “superávit primario mínimo” (así llamada sería más acorde a los números exhibidos), ya que pretende se fije en futuros Presupuestos, debería condicionarse a la calificación crediticia del país. Si fuera por ejemplo de “A” (4 escalones por encima del mínimo de Investment Grade), podría ser sensato, en case de necesidad, tomar deuda antes que subir impuestos (ej. anterior). Cierto es que este caso no se daría por años (¿10 años?), hagamos lo que hagamos, dado nuestro nefasto historial.
  • Más allá de chicanas y manipuleo permanente de cifras y relatos (muy cuestionable la idea de que estábamos a la puerta de la “peor crisis de la historia”, muy cuestionables las cifras de herencia inflacionaria que siempre se dicen, incluyendo la nota de Martín Menem diciendo que “venimos” de una inflación del 25% mensual, como si el gobierno de Milei no tuviera nada que ver con la devaluación de diciembre de 2023), tomo lo muy positivo: la política debe hacerse responsable respecto a que cada vez que se quiere hacer un gasto para favorecer a alguien, debe consignarse a quien se propone perjudicar.
  • La regla de “superávit fiscal primario mínimo”, que ahora se estaría fijando en 1,3% del PIB para 2025, habría incluso que mejorarla, hasta llegar por ejemplo al 3% del PIB. Como se logró por muy poco tiempo en 1992-1993, y como se lograra más robustamente en 2002 al 2005. Salirse de esos logros considero fue una de las peores decisiones económicas de nuestra historia económica. Y ya es hora de empezar a “enderazar” la macro de una vez. El superávit fiscal primario permanente, y un sistema de dólar único (arreglo pendiente no sabemos hasta cuándo), deberían ser los pilares, para mí, del anhelado “orden macroeconómico”.

El autor es economista y ex Secretario de Política Económica del Ministerio de Economía

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