Fuerzas Armadas o Guardia Nacional

Qué FFAA queremos para el mundo que se viene y qué rol deben tener. Algunos apuntes desde el peronismo sobre el proyecto oficialista de policiamiento de las fuerzas

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Argentina necesita fortalecer su sistema de Defensa nacional (Foto: Jaime Olivos)
Argentina necesita fortalecer su sistema de Defensa nacional (Foto: Jaime Olivos)

Las Fuerzas Armadas son un elemento esencial de los estados modernos. Creer en la importancia de las Fuerzas Armadas es creer en un estado fuerte y presente. Los estados tienen el monopolio de la violencia legítima para asegurar la defensa de sus territorios y la paz social en la vida cotidiana de sus sociedades.

Es aquí donde resulta fundamental repasar la diferencia entre las Fuerzas Armadas y las Fuerzas de Seguridad. Las primeras se refieren a la organización militar de los estados para defender la soberanía y la integridad territorial por tierra, aire y mar. Así, en Argentina las Fuerzas Armadas están compuestas por el Ejercito Argentino, la Fuerza Aérea Argentina y la Armada de la República Argentina, que convergen en un mando unificado en lo que se conoce como el Estado Mayor Conjunto, que fue fundado durante el primer gobierno de Perón para tener un núcleo coordinador de las tres fuerzas y optimizar recursos que hasta ese entonces se duplicaban o superponían. Por otro lado, y a diferencia de éstas, las Fuerzas de Seguridad federales tienen como objetivo asegurar el orden y hacer cumplir la ley. En Argentina, este rol lo cumplen la Prefectura Naval, la Gendarmería Nacional, la Policia Federal y la de Seguridad Aeroportuaria.

En nuestro país, lamentablemente, las interrupciones democráticas han estado signadas por el rol de las Fuerzas Armadas desde la inauguración de la doctrina de los gobiernos de facto en 1930, con el golpe al entonces presidente radical Hipólito Yrigoyen, hasta la dictadura del 24 de marzo de 1976, la más cruenta y salvaje de las dictaduras del continente. Imposible no subrayar el golpe de Estado de 1955 al presidente Perón, que incluyó un ataque aéreo con bombas a la Plaza de Mayo por parte de la Marina de guerra de nuestro propio país, dejando 308 muertos y cerca de 1000 heridos. Un hecho inédito en la historia militar mundial contemporánea: no hay registros de que las Fuerzas Armadas de un país atacaran a la ciudad capital del país donde tienen asiento.

Este historial de nuestras Fuerzas Armadas no solo ha causado un daño inconmensurable a la nación argentina, su democracia, sus instituciones y su gente, sino que también se han autoinfligido un daño enorme que viene llevando años reparar. Afortunadamente, a partir del año 2003 con la llegada de Néstor Kirchner a la Casa Rosada, las Fuerzas Armadas comenzaron a tener un proceso de depuración y puesta en valor paulatina en el marco de la democracia.

Uno de los aspectos a destacar de la política del kirchnerismo hacia las Fuerzas Armadas fue la centralidad de la formación y el adiestramiento para el personal militar en todos sus grados. Tal es así que el summum de ello fue la creación de la Universidad Nacional de la Defensa (UNDEF), creada en septiembre de 2014 bajo la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, gracias a la cual podemos decir orgullosamente que hoy la Argentina tiene Fuerzas Armadas altamente capacitadas y formadas.

La deuda pendiente, como analizaremos a continuación, sigue siendo el equipamiento y modernización de nuestras Fuerzas. El FONDEF (Fondo Nacional para la Defensa), impulsado a principios de 2020 por el gobierno del Frente de Todos, fue un puntapié inicial, pero el dinamismo de los avances tecnológicos y los desafíos que presenta el mundo actual hace que sea necesario establecer lineamientos de Defensa nacional y su respectivo financiamiento como políticas de estado.

Diagnóstico y prospectiva de las FF.AA.

En lo que respecta a la Armada Argentina, apenas puede sostener los niveles mínimos de operabilidad de su flota de superficie. La flota de mar necesita una modernización, que no se suple con los OPV adquiridos a Francia durante el gobierno de Mauricio Macri, toda vez que esos buques no son medios de guerra, sino que cumplen el rol de Patrulleros Oceánicos con prescindencia de los armamentos, sistemas y sensores que la guerra naval del siglo XXI exige.

En ese mismo sentido, la flota submarina necesita reemplazo para los buques de la clase TR-1700, ARA San Juan -perdido en 2017-, ARA Santa Cruz -en el astillero CINAR desde 2016-, y el Tipo 209 -ARA Salta-, que se encuentra amarrado en su base y perdió la condición de navegabilidad hace años. Es imperioso recuperar capacidades de las flotas de superficie y submarina, pero sin perder de vista el perfil de Armada que el país necesita, teniendo en cuenta los desafíos y amenazas que contemplan la Directiva de Política de Defensa Nacional (DPDN) y el cambiante escenario mundial.

La Fuerza Aérea Argentina ha tenido vaivenes en su sistema de armas. Cuando dio de baja el sistema de armas Mirage-Dagger en todas sus versiones, se quedó sin su estilete aéreo. Es decir que desde diciembre de 2015 se quedó sin cazas interceptores supersónicos.

Durante todo el gobierno de Mauricio Macri no se hicieron avances en la adquisición de aeronaves de combate que suplieran esa capacidad militar perdida. El corazón de la aviación de combate argentina quedó a cargo de la Vta. Brigada Aérea (San Luis) donde operan, aún, los veteranos A-4AR adquiridos a EEUU de segunda mano -con actualizaciones- en el año 1997, durante el gobierno del presidente Carlos Menem y en el apogeo de las relaciones carnales.

A partir de la nueva administración del presidente Milei y su vocación de extrema occidentalización, el avión ofrecido a Argentina es de las primeras versiones de F-16, conocidas como Block 10 y Block 15 (denominaciones a las distintas actualizaciones de los aparatos; actualmente ya existen actualizaciones a estándar Block 72), que fueron producidos en los comienzos de 1981, hace 43 años.

Esto significa que la Fuerza Aérea ha comprado un problema, no una solución a su diezmada capacidad militar. La puesta en servicio de los F-16 supondrá una gran inversión en infraestructura, logística, utillaje, herramental y formación de pilotos, ingenieros y mecánicos. Todo ese esfuerzo presupuestario requerido al pueblo argentino para poner en línea de vuelo solo algunos pocos aparatos viejos, pareciera que es pedir demasiado.

En síntesis, la adquisición de este vetusto sistema de armas no suple una capacidad perdida, solo confirma un posicionamiento geopolítico comprometiendo el alicaído presupuesto nacional (“no hay plata”).

Por último, el Ejército Argentino corre suerte similar. Luego de la contienda de Malvinas no ha vuelto a incorporar sistemas de misiles antiaéreos. Con la pérdida del sistema Roland, Argentina no tiene defensa aérea de mediano y largo alcance (se adquirió durante el gobierno de Alberto Fernández un sistema antiaéreo de misil portátil de corto alcance SAAB RBS NG). Recuperar esa capacidad para ser incorporada al sistema de radarización, impulsado por el entonces presidente Néstor Kirchner, le daría a nuestro país la posibilidad de detectar y batir blancos complementariamente al despliegue de cazas interceptores.

Por otro lado, la necesidad de modernizar la artillería de campaña y el armamento personal de la infantería se complementa con la necesidad -postergada hace muchos años- de incorporar un vehículo de combate blindado a ruedas y la actualización del sistema de armas blindado TAM 2C. En este último caso, la administración de los ministros Rossi y Taiana avanzaron y produjeron en serie, al menos, 6 tanques actualizados.

Reflexión final

Los desafíos geopolíticos del siglo XXI ponen a todos los países del mundo en alerta. Y un país como la Argentina, que posee los recursos naturales que el mundo demanda y tiene una posición estratégica superlativa en el Atlántico sur, nos pone en un lugar de mayor necesidad de fortalecer nuestro sistema de Defensa nacional. Esto se hace desde dos aristas fundamentales.

Por un lado, es dable atender las necesidades operacionales de nuestras Fuerzas Armadas con la puesta en valor, adquisición y actualización de equipamiento militar con tecnologías modernas. Para ello, se debe destinar un porcentaje mayor al actual del PBI y construir entre todas las fuerzas políticas una política de estado de largo plazo de Defensa nacional.

Pero por el otro, y más importante aún, se debe comprender el imperativo categórico de que quien conduce las Fuerzas Armadas es el poder político en manos de civiles. La conducción política de las Fuerzas Armadas ha sido uno de los grandes valores que ha aportado el kirchnerismo para tener una visión superadora y de futuro para nuestras Fuerzas y el pleno ejercicio de la soberanía de Argentina en este mundo en tensión.

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