La pianista Natasha Binder y la orquesta juvenil de Argentina llenaron el Palacio Libertad con Rachmaninov

La partitura refleja unas páginas de autoafirmación y seguridad en sí mismo

Guardar

Nuevo

Orquesta en el Palacio Libertad (Ex CCK)
Orquesta en el Palacio Libertad (Ex CCK)

El 8 de agosto de 2024 la pianista Natasha Binder y la Orquesta Sinfónica Juvenil Nacional José de San Martín, con la batuta del Maestro Pablo Boggiano, interpretaron, entre otras obras, el Concierto n.° 2 de Rachmaninov en el Palacio Libertad (ex CCK).

Borges decía que todo lo que le sucede al artista, incluso las humillaciones, desgracias, vergüenzas, le es dado como materia prima, como barro, para que pueda dar forma a su arte. Esto se observa en las etapas de los pintores, en fin, los artistas tienen esa virtud de poder exteriorizar simbólicamente algunos de sus acontecimientos biográficos y trascenderlos. El joven compositor Rachmaninov, en 1895, se encontraba concentrado en la gestación de su primera sinfonía. El proceso le llevó una intensa labor. Era su obra cumbre hasta aquel momento. Se estrenó en San Petersburgo en 1897. La sinfonía en su primera representación desagradó particularmente a la crítica; Rimski-Kórsakov a la cabeza (máxima autoridad musical de la nación desde la muerte de Chaikovski).

Rachmaninov herido en su autoestima cayó en un estado de depresivo que se fue agudizando. Por sugerencia de un familiar se puso en manos del doctor Nikolái Dahl, quien, además de ser allegado de la familia, era melómano y músico. El Dr. Dahl, reconocido por sus tratamientos de psicoterapia e hipnoterapia, llevó a cabo sesiones diarias con el músico desde enero hasta abril de 1900 logrando mejorar su estado psíquico, al tiempo de estimular su creatividad musical y así emprendió el camino hacia su segundo concierto para piano y orquesta.

Una orquesta en plena función en el CCK
Una orquesta en plena función en el CCK

La partitura refleja unas páginas de autoafirmación y seguridad en sí mismo. Se trata de una obra maestra absolutamente sólida en su concepto, desarrollo y riqueza musical. La estrenó el 27 de octubre de 1901, con sus propias manos al piano y su primo (y antiguo profesor) Alexander Siloti en el podio. La devolución del público fue rotunda y, en señal de agradecimiento, Rachmaninov dedicó la obra al Dr. Dahl. Hasta las partes más lentas demuestran una composición muy elaborada y contundente. Campea en todo el trabajo un mensaje triunfal. Fue un éxito desde el estreno, a punto tal que el prestigio del compositor fue internacional, lo que hizo que Rachmaninov con absoluta convicción en su labor, volviera a componer de manera regular. Como muestra, solo es necesario ver que en los meses venideros al estreno del concierto vieron la luz obras de referencia en su catálogo artístico como la Sonata para violonchelo y piano opus 19, la cantata Primavera opus 20, o varios de los preludios de su opus 23.

Lo cierto es que se trata de una obra compleja para su ejecución y la pianista Natasha Binder honró la labor con fluidez, técnica y expresividad. Demostró su sólida formación pianística y logró una conexión permanente con la orquesta. Binder transmitió el romanticismo ruso con gran sensibilidad. En el último movimiento, por su parte, Binder, luego de la exposición del tema principal en el piano, aborda una embravecida irrupción en la tonalidad de Do menor perfectamente ajustada. Ocho compases antes se formula un desafiante juego de pregunta-respuesta fácilmente identificable entre flautas/clarinetes y el piano, que prepararon el terreno a la aparición del exaltado primer tema de este.

En el Allegro scherzando y sus dos temas que conforman una contienda de contrarios, Binder dio rienda suelta a su virtuosismo y temperamento musical. Las variaciones de esta parte que aparecen a lo largo del movimiento, que culminan en la cúspide de la partitura, fueron planteadas con brillo por la pianista. Todo para llegar a la apoteosis en la que la solista—junto al vigoroso tutti orquestal—vence sobre los ecos de las campanas del inicio. En el cierre con idéntica destreza ejecutó los acordes finales. Natasha lució dando respuesta acabada, sin desbordes y con perfecta digitación, a las grandes exigencias que la obra plantea.

Es una obra para encumbrados pianistas, Rachmaninov lo era, (además de que contaba con grandes manos) y la pianista demostró aquel virtuosismo reclamado, además de personalidad en la interpretación. Su presente ya, a sus 23 años, es destacado y el augurio de grandes logros.La orquesta sobresalió también en todos los pasajes. La comunicación entre los instrumentos fue permanente y la batuta del joven Maestro Boggiano lleva el mérito por sus indicaciones, gestualidad y resultados a la vista. Coincidencias, un regreso también triunfal el de Natasha, dado que hacía varios años que no nos visitaba.

Guardar

Nuevo