“Tenemos que volver a los valores familiares”, recalcó el ministro de Justicia Mariano Cúneo Libarona, el 29 de agosto de 2024, en el canal TN. Los valores familiares incluían, hasta que las mujeres rompieron el silencio, que ellas aguanten golpes en nombre de la familia, que callen abusos en nombre de la familia, que le digan a sus hijas que tenían la culpa si habían sido violadas en la familia, que no se separen a pesar del maltrato para no dividir la familia, que no acusen a su padre de tocarla porque la familia no se lo iba a perdonar o que sin la familia no iban a tener otro lugar a dónde ir u otra forma de ingreso.
La familia puede no ser un lugar seguro para las mujeres. Y eso no lo puede desconocer el ministro de Justicia. Y, mucho menos, un ministro de un gobierno que disolvió las políticas que debían proteger a la mujeres de las violencias sufridas, también, en la familia. Volver a hablar de la familia y, a la vez, decir que van a dejar de hablar de género, es decirle a las mujeres que vuelvan a aguantar lo que pase entre cuatro paredes y que si, por ser mujeres, les pasa algo nadie les va a creer o las va a ayudar a salir.
En Aviñón, Francia se está llevando adelante un juicio en el que el principal acusado, que tiene 71 años y es padre de tres hijos, drogó durante nueve años a su esposa (casados hace cincuenta años), Giséle Pélicot (que no se esconde porque reivindica que la vergüenza tiene que cambiar de lado) para que pudieran violarla decenas de hombres a los que invitó en un foro de Internet a abusarla sin su conciencia.
En nombre de la familia y en la familia se llevó a cabo esta violación múltiple que conmueve al mundo. Es aberrante. Pero no es excepcional. En Argentina se podría denunciar. Y, si actúa, la justicia realizar un juicio. Pero ninguna institución pública podría defenderla, acompañarla o respaldarla. Y si se le ocurre a alguien que el funcionario encargado de evitar estos delitos es alguien que dice que no hay violencia de género, que el valor es la familia y que basta de denuncias falsas lo que está claro es que son todas bandera rojas de un gobierno que no protege a las mujeres, las entrega a quedar presas de la violencia.
El marido, Dominique Pélicot, utilizaba la supresión química para que estuviera inconsciente y no pudiera recordar lo que pasaba desde 2011 a 2020. La víctima pidió que el juicio -que va a durar hasta el 20 de diciembre- sea público. Ella fue violada por 72 hombres de los cuales fueron localizados 50. El marido filmaba y fotografiaba las escenas y las archivaba en una carpeta titulada “Abusos”.
La tolerancia cero al acoso da resultados. No era una pavada la persecución a los acosadores. Ni una exageración. El violador fue descubierto por sacar fotos debajo de la pollera de las chicas que llenaban el changuito mientras él rellenaba los videos con desnudos no consentidos. La investigación se inició en un supermercado cuando lo encontraron filmando a las clientas el 12 de septiembre de 2020. Él se justificó su accionar diciendo que había actuado “por impulso” y que no se pudo controlar.
Los investigadores del caso del supermercado encontraron miles de videos de los abusos a su esposa. Él invitaba a los participantes de un foro de Internet y les decía “eres como yo, te gusta el modo violación”. Los hombres que participaron alegaron en el juicio que actuaban de forma consentida, pero el marido asegura que todos sabían que la esposa estaba drogada y que se trataba de un abuso. La mujer tiene ahora 67 años y fue abusada cinco veces por semana, sonámbula, mientras su marido la ofrecía y cobraba por la violación.
La frase sobre la familia es un clásico de los gobiernos conservadores. Pero los señores que lo dicen no son tan clásicos. El ministro disolvió el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad que había sido creado por el gobierno anterior y también disolvió la Subsecretaría de Protección a la Violencia de Género que había creado su gobierno. Cúneo dice que va a defender a todos y cuando recalca la “o” es en oposición al todas con “a”, una letra enemiga del gobierno mileista.
Cúneo Libarona esgrime la igualdad ante la ley para evadir las desigualdades de las mujeres. “La violencia no tiene género”, lee y le dice a un asistente “boludo, este es el discurso de Milei”. Textual. Sus hits son, en realidad, covers de la extrema derecha mundial: 1) “Se acabó solo el género. Nosotros vamos por otros valores. Nosotros vamos por la familia. La familia es el centro de la sociedad y la educación”. 2) “Nosotros rechazamos la diversidad de identidades sexuales que no se alinean con la biología”. 3) “La sociedad está harta del #MeToo”. 4) “Hay que castigar las falsas denuncias”. 5) “Hay mucho de enfermedad en las mujeres que no salen de relaciones violentas”.
En España se demostró que el invento de las denuncias falsas es un escudo de los abusadores. Entre 2009 y 2020, de 1.708.075 de denuncias por violencia de género, solo 0,0074 % fueron falsas, según la Fiscalía General del Estado de España. En Argentina el gobierno define desproteger a la mitad de la población en base a una cifra representativa menor al 1% de las denuncias de violencia de género.
Un ministro tiene que hacer cumplir la ley. No ir en contra de ella. Un ministro tiene que frenar las violaciones, no ser un defensor de violadores. Un ministro tiene que detener los abusos, no llevar al Congreso a quienes quieren detener las denuncias por abusos. Un ministro tiene que defender a las mujeres maltratadas, no tildarlas de masoquistas. Un ministro tiene que avanzar, no retroceder. Un ministro tiene que cumplir las leyes, no ir en contra de la ley. Un ministro no es un sacerdote, ni un pastor, es un ejecutor de las normas nacionales. No está bien, está mal. No es una opinión, es ilegal.
El Ministro de Justicia del gobierno de Milei, Mariano Cúneo Libarona fue el 27 de agosto a la Comisión de Mujeres y Diversidades de la Cámara de Diputados a explicar las políticas de género y explicó en su discurso que no existe el género. “Rechazamos la identidad y diversidad sexuales que no se alinean con la bilogía. Son inventos subjetivos”, se atrevió a leer. Citó como fuente a la Bilbia y el Corán. Habló del valor de la familia. Las leyes que permiten los derechos sexuales no están derogadas, pero en el retroceso de la confusión parece que se puede volver a citar a la religión para ir en contra de la libertad de la que se apropian.
“Usted es ministro del Estado y tiene que respetar las leyes, no importa lo que piense”, lo increpó la diputada Carla Carrizo. “Es una falta de respeto”, siguió la legisladora. El ministro le habló, con la lengua resbaladiza, a un asesor y le dijo, con el micrófono abierto, que era un textual del discurso de Milei. La diputada Mónica Macha pide el juicio político al encargado de garantizar que las leyes argentinas y los tratados internacionales que firmó Argentina se cumplan. Por ahora, la desprotección es absoluta.
El ministro llevó a un grupo que hostigaba a las diputadas diciendo que defendían a violadores. Además volvió al discurso de que si una víctima tiene miedo de denunciar es porque hay una enfermedad en querer permanecer en una relación tóxica, retrocediendo medio siglo en la comprensión del círculo de la violencia, culpando a las víctimas por sufrir violencia, diagnosticando como masoquistas a las que necesitan protección y usando la palabra tóxica (una minimización lingüística de la violencia de género para diluir en un plan detox el componente enfático de la violencia machista).
Desproteger a las mujeres no es un ahorro, tiene un gran costo, para ellas y para la parte más importante de sus familias: sus hijas e hijos. Mientras algunos muestran como un éxito que el impuesto automotor baja porque no se gasta en salvar a las mujeres de femicidios, violaciones y golpes la deuda con las mujeres crece, se prorroga a sus hijos y muestra que, lejos del mundo, Argentina se convierte en una vergüenza por el retroceso de las políticas de género.