Uno de los problemas más serios que sobreviene a una democracia es el narcisismo, que en las sociedades está instalado en otros aspectos de la convivencia y es la toxicidad del ‘primero yo’, ya sea por belleza, inteligencia, fortuna o mera ostentación. Aún careciendo de esos atributos. Un estilo de preeminencia.
Es parte, muchas veces, de la esencialidad del líder político sectario, unipersonal, místico y fanatizado de relativida des absolutas.
La democracia sino se funda en la relatividad de toda propuesta está imposibilitada de hallar síntesis superadoras. Espacios para otros razonamientos.
En este caso concreto podemos observar que, o estamos ante una falla del alcance de nuestra legalidad de segunda vuelta que no comprende a intendentes, legisladores, gobernadores, o no se termina que comprender en el gobierno la naturaleza de los resultados de la segunda vuelta en noviembre del año pasado. Un voto para impedir más que un voto para permitir.
No hablamos de ilegitimidad, sino de legitimidad para negociar con afines y opositores en una escena de empate social y político, buscando avanzar en coincidencias mínimas y hasta máximas, en la medida que ya fueron expuestas de Programas redactados en 2023 y de ahí la otra legitimidad indispensable de una propuesta y la contrapropuesta abarcativa. La brújula de la síntesis posible.
La historia de la zoología y aún la del Flautista de Hamelin (1.204) nos habla de la importancia de las ratas en las relaciones impersonales, como para no dejar de tomar nota de experiencias del pasado ejemplarizador y nada ejemplar.
Aquellas escaramuzas de Hamelin para eliminar la invasión de ratas, terminaron muy mal por la necedad, la intransigencia y el disvalor, afectando a la totalidad de los niños del pueblo, a sus padres y la alcaldía misma.
El error del presidente Milei es hacer vanguardismo con su propia tropa; es negociar a partir de no tomar en cuenta ciertas coincidencias que habitan en la sociedad toda y de creer que las imágenes que le devuelve la prensa internacional, son más trascendentes que la propia realidad que lo rodea del Rio de la Plata a los Andes y las posibilidades ciertas que ofrecen la cooperación internacional por el sendero de la coincidencia. Tener en cuenta los inevitables intereses nacionales y su compatibilización con los de otros Estados. De eso se trata cualquier política exterior. No de las imágenes internacionales de un tipo de personalismo.
El tamaño relativo de los Estados juega un papel central, frente al atractivo de una personalidad con liderazgo. La personalidad atractiva de Fidel Castro no pudo sacar a Cuba del monocultivo del azúcar y la pobreza.
Lo peor del narcisismo del líder en democracia es que destruye la capacidad de negociación del adversario y del aliado y de los propios, por presunta subordinación aparente. Lo peor es que puede destruir el método y la capacidad de hacer oposición constructiva del adversario y solo deja espacio para la oposición viral de los enemigos de las soluciones posibles y necesarias, de la eterna anomia argentina de lo que es malo tenerlo por bueno, lógico y útil.
Él mismo, está sentado en Casa Rosada, porque fueron ineficaces las soluciones para Causas Justas desde los albores de 1945, que se llevaron puestas nuestras vidas políticas.
Un narcisista termina por convertir sus propuestas en conversaciones de peluquería para tejidos y comentarios de entrepiernas.
Esta advertencia no es para el oficialismo solamente, ni solo para el oportunismo de quienes se dedican a pasar temporadas en el Infierno de Rimbaud, sino para los que tienen responsabilidad de Bloque legislativo de síntesis desde la oposición y el entramado social.
Semejante narcisismo requiere de la oposición un ejercicio mayor de la inteligencia, no compuesta de facilismos retóricos propios de la cría de la anomia histórica, de argucias de sensiblería, sino de compromiso con la realidad profunda de la crisis. Esa que le muestra el abismo al Sherpa sin hacerlo parpadear por bien templado y en la oscuridad del bosque sabe de brújula instintiva.
No hay que patearle el charco que le refleja a Narciso, sino mostrarle las gamas de los grises y lo fungibles que son los fantasmas del populismo y la anomia bien templada para desafinar.