Celebramos hoy un nuevo Día del Inmigrante en la Argentina, lo que constituye una oportunidad para recordar cómo las migraciones han sido y siguen siendo un componente fundamental en la identidad y desarrollo de nuestro país, desde la conformación del Estado-Nación, hasta el presente, donde las contribuciones actuales y potenciales al desarrollo nacional resultan insoslayables.
La Argentina es un país históricamente abierto a los flujos migratorios, que se reconoce en la profunda influencia que las primeras colectividades llegadas a fines del siglo XIX dejaron en nuestra identidad cultural y que ha sabido honrar esa tradición con políticas en materia migratoria que resultan pioneras y ejemplares en materia de reconocimiento de Derechos Humanos.
Sin embargo, resulta menor el reconocimiento que se realiza sobre el enorme aporte que, en la actualidad, realizan las diferentes colectividades migrantes que, por muy variados motivos, han elegido a la Argentina como su país de residencia, para desarrollar sus proyectos, vínculos y anhelos.
Como hemos dicho, la historia social, cultural y económica de la Argentina la convierten en un territorio privilegiado para ilustrar la intersección virtuosa entre migración y desarrollo, pero los ejemplos que aquí podemos brindar aplicarían de igual manera a otras sociedades en las que las personas migrantes también pueden desarrollar sus vidas plenamente, aportando sus prácticas, tradiciones, saberes y experiencias para un florecimiento mutuo.
Desde el desarrollo económico, a través de la generación de emprendimientos, la demanda agregada de bienes y servicios y la dinamización de la actividad comercial y productiva, hasta el aporte en materia de tareas de cuidado y sostenimiento de la vida, que se puso en evidencia con énfasis durante la pandemia por COVID-19, en la que la población migrante estuvo en la primera línea de respuesta, pasando por la producción de alimentos, los aportes culturales y en materia de innovación, las personas migrantes desempeñan un rol fundamental en nuestras sociedades. Queremos hacer propias las palabras del Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres: “La migración es una solución potencial a muchos de los desafíos que enfrentamos”.
Debemos en este punto aclarar que al relevar el fundamental aporte de las personas migrantes al desarrollo no adoptamos una perspectiva meramente transaccional: la migración es un derecho humano, y esta es la base donde radica nuestra perspectiva. Sin embargo, no podemos dejar de notar cómo este derecho humano inalienable produce beneficios tanto para las personas migrantes como para sus sociedades de origen y destino, en tanto y en cuanto se ejerza en contextos donde se respete y se traduzca en políticas de acceso a derechos y, en definitiva, se favorezca su integración como miembros plenos de las comunidades en las que habitan.
Debemos esforzarnos como sociedad para conectar las líneas entre las personas migrantes y las oportunidades, combatir las aún persistentes expresiones de racismo, xenofobia y discriminación, y garantizar su plena integración, logrando así promover este círculo virtuoso de inclusión, crecimiento y desarrollo para toda la sociedad.
De esta manera, y con certeza, se fortalecerá el inmenso potencial transformador de las migraciones en la construcción de una Argentina más inclusiva, próspera y sostenible.