La inclusión de mujeres, personas LGBTIQ+ y otros colectivos dentro de las organizaciones es un camino ampliamente recorrido si lo comparamos con décadas anteriores. Sin embargo, aún queda un largo trecho, no solo para alcanzar las metas, sino también varios obstáculos para superar si queremos asegurar una sociedad diversa y equitativa para todos.
La pregunta que hoy nos debemos hacer es: ¿qué se necesita para seguir avanzando en este camino? Y esto puede responderse si analizamos de cerca las empresas e instituciones que vienen impulsando políticas de diversidad tanto dentro como fuera, e incluso si miramos aquellas que han decidido hacerse a un lado. En este sentido, podemos distinguir cuatro categorías:
- Las que están convencidas de los beneficios de la inclusión y centran sus esfuerzos en pos de ser más diversos.
- Las que están convencidas, pero aún no han pasado a la acción porque no saben cómo o no lo ven posible.
- Las que no están seguras de que la diversidad traiga beneficios, pero de todas formas empujan políticas de inclusión para mantenerse competitivas.
- Las que no están convencidas y, por ende, no buscan impulsar ningún tipo de iniciativa.
Solo las organizaciones del primer grupo, las que sí abrazan la inclusión de diversidades en todas sus formas como parte de su cultura, son las que en definitiva podrán demostrar su efecto positivo. Son las que, además, sirven como ejemplo de las mejores prácticas y a quienes debemos analizar en mayor profundidad.
Grandes empresas, Pymes, ONGs, instituciones del Estado... cada una enfrenta sus barreras particulares, pero al analizar en detalle podemos identificar un elemento común a todas: el compromiso.
Para cambiar nuestro metro cuadrado no solo se requieren de acciones específicas que respondan a tendencias o a una moda. Generar una verdadera organización diversa, inclusiva y equitativa implica establecer una estrategia a largo plazo, entender que es necesario ser constantes y pacientes si queremos ver los resultados de estas iniciativas plasmadas en el rendimiento de la empresa y de los equipos.
Hacerlo muchas veces no es fácil, requiere de voluntad y esfuerzo. Pero paso a paso es como llegamos hasta donde estamos hoy, y paso a paso es como alcanzaremos nuestro propósito. El camino empieza por enfocarse en un grupo minoritario (mujeres, LGBTQI+, personas con discapacidad, adultos mayores, etc.) como punto de partida, y desde allí se debe escalar hasta lograr una organización realmente diversa, asegurando el acompañamiento de los colaboradores en el proceso y la transmisión de los valores detrás de ello.
Debemos visibilizar a estas organizaciones públicas, privadas y no gubernamentales que pueden funcionar como casos testigo y de éxito, para que inspiren a otras a unirse a este camino y generar las sinergias necesarias para hacer de la diversidad un elemento fundamental de toda organización y de la sociedad en general.
Abordar la diversidad en las organizaciones no es solo una cuestión de cumplir con una obligación moral o social, sino de reconocer que la verdadera riqueza de una organización radica en su capacidad de integrar diferentes perspectivas y experiencias. Aquellas organizaciones que se comprometan de manera genuina con la inclusión estarán mejor posicionadas para innovar, adaptarse y prosperar en un mundo cada vez más complejo y cambiante.
El desafío está en nuestras manos: debemos seguir avanzando con firmeza y convicción hacia un futuro donde la diversidad no sea una excepción, sino la norma.