Alfabetizar es fomentar el cambio social

Estar alfabetizado no solo implica la capacidad de leer y escribir o la habilidad de comunicarnos a través de un texto escrito, sino también comprender un texto, interpretar la realidad y percibir cómo mejorar el mundo que nos rodea

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En el mundo hay al menos 750 millones de jóvenes y adultos que no saben aún leer ni escribir (Foto: Manos Unidas/Patricia Garrido)

Desde hace ya más de cuarenta años, cada 8 de septiembre, la Unesco celebra el Día Internacional de la Alfabetización, entendida esta como un derecho inalienable y un instrumento de autonomía.

Es común entender a la alfabetización como la capacidad de leer y escribir o la habilidad de comunicarnos a través de un texto escrito, pero es mucho más que eso. Estar alfabetizado implica lo anterior sumado a comprender un texto, a interpretar la realidad y a percibir qué y cómo mejorar el mundo que nos rodea. Escenas de la vida cotidiana dan cuenta de nuestra relación con el mundo escrito: vamos al supermercado con una lista, enviamos una nota a la maestra de nuestro hijo, leemos un diario o nos enviamos mensaje de WhatsApp a un grupo familiar para no olvidar realizar una tarea posterior.

Si bien alfabetizar es acceder a la lectoescritura y a los primeros cálculos, es también posibilitarle al sujeto la inserción en la sociedad, es permitirle acceder a un trabajo, a estudios superiores, es enseñar habilidades que tengan repercusión en su vida cotidiana, es hacerle tomar conciencia de su entorno para que lo pueda transformar.

Sumado a esto, hoy por hoy, es necesario reconocer la importancia de la alfabetización digital; es decir, es necesario enseñar a escribir textos en computadora o a enviar mensajes telefónicos.

Además, a enseñar el uso de imágenes; es decir que somos capaces de interpretar un video o fotografías que alguien sube a sus redes sociales.

Sin embargo, según UNESCO, a escala mundial, al menos 750 millones de jóvenes y adultos no saben aún leer ni escribir y 250 millones de niños no consiguen adquirir las capacidades básicas de cálculo y lectoescritura. Esto acarrea la exclusión de jóvenes y adultos poco instruidos y cualificados que no logran integrarse plenamente a sus comunidades y entornos sociales.

Y si bien los Estados, en todas sus dimensiones, están tomando cartas en el asunto a fin de reducir estas cifras implementando programas de acompañamiento que protejan la primera infancia, también es fundamental no olvidar a quienes ya están en grados superiores faltos de entornos de alfabetización, a sabiendas que los más perjudicados son los sectores más vulnerables.

También crear programas de alfabetización dirigidos a las mujeres y mejorar sus capacidades puede propiciar cambios significativos. En muchos casos, son las mujeres sostén de hogar, por lo que educarse les permite encontrar o mejorar un trabajo, acceder a bienes materiales y simbólicos. En definitiva, redunda en el bienestar de sus hijos.

La Agenda mundial Educación 2030 reconoce que la igualdad de género requiere un enfoque que “garantice no sólo que las niñas y los niños, las mujeres y los hombres obtengan acceso a los distintos niveles de enseñanza y los cursen con éxito, sino que adquieran las mismas competencias en la educación y mediante ella”.

Paulo Freire, pedagogo brasileño, sostiene que la alfabetización va más allá de la enseñanza del ba, be, bi, bo, bu. Implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado. Para él, enseñar exige respeto a los saberes de los educandos, la corporización de las palabras por el ejemplo, es decir ser coherente entre el decir y el hacer y, sobre todo, capacidad profesional y generosidad. Pero, insiste, alfabetizar también es saber escuchar.

Necesitamos aulas donde los niños y niñas partan de la igualdad y problematicen la realidad, donde propongan cambios para su barrio; pero, para ello, es necesario un docente que sostenga que alfabetizar es reconocer las individualidades y las subjetividades de sus alumnos, cuyas trayectorias son distintas a otras instituciones. Debemos romper con la idea que todos los alumnos actuarán de la misma manera porque todos tienen 13 años o que cursarán en tiempo y forma la escuela secundaria. Identificar las problemáticas de sus contextos permitirá buscar otras formas alternativas de enseñar para que puedan aprender de la mejor manera posible.

Hoy por hoy, el ritmo rápido en las aulas, la imprevisibilidad, donde suceden hechos que no están previstos e imponderables, hacen que, algunas veces, se quiera cumplir con los contenidos antes de reflexionar acerca de algunos temas importantes al interior de la escuela, de “esta escuela” y de “estos estudiantes”, con particularidades, tan diferentes a otros educandos.

Sin dudas, la alfabetización empodera a los pueblos. Promover la alfabetización en todos los países y prevenir el abandono escolar temprano, reforzar los ciclos de enseñanza obligatorios y potenciar el derecho a la educación de los adultos deben ser los ejes fundamentales de las políticas educativas.

Alfabetizar es comprometerse con el Otro, es ser parte del andamiaje necesario para que pueda descubrir e interpretar el mundo. Un mundo quizás diferente al mío, pero no por eso menos importante.

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