Marcela Pagano a Lilia Lemoine: “Marche la pastillita psiquiátrica para Lemoine, se ve que hoy no la tomó”.
Lilia Lemoine a Victoria Villarruel: “Está haciendo campaña y diciendo barbaridades (...) Dice que va a meter presos a todos los montoneros. ¿También a Patricia Bullrich?”.
Francisco Paoltroni a Santiago Caputo: “Está haciendo un gran daño. El Presidente tiene la posibilidad de desplazar a este muchachito”.
Lourdes Arrieta a sus compañeros de bloque: “Me echaron como a un perro”.
La única relación que en apariencia transita con cierta calma en La Libertad Avanza es la del Presidente con Yuyito González, quien esta semana reveló en su programa de televisión que están casados con Dios.
El oficialismo es un circo, no muy diferente a lo que había sido durante la campaña, sólo que ahora la escena se desarrolla en el centro del poder. El desorden y el insulto público entre miembros del mismo elenco no dejan de sorprender, aunque puede engañar si se toma ese parámetro para medir el estado real del Gobierno.
En agosto, Javier Milei consolidó su imagen positiva, a pesar de las peleas, de la recesión y de las derrotas en el Congreso. Por supuesto, ayudó el deplorable espectáculo de Alberto Fernández, con el sinfín de amoríos pagos durante su mandato y la denuncia de violencia de género de Fabiola Yáñez.
La centralidad del Gobierno en la agenda política es total, nadie desde la oposición se puede subir al ring, ninguna voz imprime y otras hacen silencio. La Libertad Avanza no es ni siquiera un partido político nacional. El Presidente recién tendrá la conformación de su sello en dos semanas, cuando obtengan el aval definitivo en 12 distritos, más de lo requerido por la ley, y lo anuncien.
Quizá parezca un contrasentido un Presidente sin partido, pero pasó con Juan Domingo Perón, que ganó las elecciones el 24 de febrero de 1946 y recién creó el Partido Justicialista el 21 de noviembre de ese año. Más o menos ese lapso de tiempo, entre nueve y diez meses, es lo que tardará Milei en tener el suyo.
¿Milei conduce? Eso es lo que puso en duda Mauricio Macri, cuando le facturó desentenderse de la política y, especialmente, del Congreso. El Presidente percibe al poder como el ejercicio de tomar decisiones y no se interesa en cómo es el camino para ejecutarlas una vez que da la orden. Busca imponer y es inflexible con sus ideas, se lleva todo o nada.
Karina Milei es casi siempre la que está detrás del sistema de premios y castigos, pero no hay nadie que actúe en la prevención de los problemas internos. Eso pone el foco sobre Guillermo Francos y Lisandro Catalán; y también sobre los Menem, Martín y Lule.
Francos no tuvo una gran semana. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, lo llamó para avisarle que debía apartar al jefe de su custodia, el comisario mayor Rodolfo Colaianni. Su esposa manejaba el lunes un auto que fue detectado por uno de los anillos digitales de la ciudad de Buenos Aires como incautado en una causa narco en Rosario. “Lo tengo que pasar a disponibilidad. Es una falta grave”, insistía Bullrich ante el pedido de clemencia del jefe de Gabinete.
En términos de matemática parlamentaria, el oficialismo tuvo un retroceso a causa de su mala praxis. LLA superaba por muy poco al PRO en ambas cámaras y ahora están empatados en cantidad de integrantes.
El bloque de diputados tuvo una baja antes de arrancar: Carolina Píparo, candidata a gobernadora de la provincia de Buenos Aires, no se sumó a La Libertad Avanza tras romper con Milei. Luego rodó la cabeza del jefe de bancada, Oscar Zago, quien arrastró a dos más, Eduardo Falcone y María Cecilia Ibáñez, al espacio del MID. Lourdes Airreta, la mendocina que no sabía quién era Alfredo Astiz, fue la última eyectada pero se esperan más cambios.
Es prácticamente imposible la convivencia entre Lilia Lemoine, cercana a Karina Milei, y Marcela Pagano, quien solía tener llegada directa al Presidente, bajo el mismo techo.
Así, el bloque oficialista pasó de 41 a 37, sólo compensado por la incorporación de José Luis Espert.
En el Senado, la salida de Francisco Paoltroni dejó en 6 a LLA, exactamente el mismo número que el PRO. La cosa no está en orden allí porque ya hubo entre los que se quedaron un intento de desbancar al jefe de ese grupo, Ezequiel Atauche, que por ahora quedó neutralizado. Victoria Villarruel, encima, no cuenta para la Casa Rosada como parte de un engranaje propio.
Es notoria la dificultad del Presidente para domar a su tropa. Todos se creyeron la frase de Milei “los liberales no somos manada” y desconocen la disciplina partidaria. Por eso en el Gobierno esperan que la reciente purga sirva para entender el nuevo mensaje.
El caso Paoltroni fue el más importante porque su posición es un obstáculo para la designación del juez Ariel Lijo. El Gobierno diseña una Corte para los próximos 20 años y para conseguirlo debió abrir una negociación “con toda la política” para la ampliación del tribunal. No sólo el kirchnerismo está en esa mesa, sino también piden su parte los radicales.
La hoja de ruta del Gobierno incluye seis pasos: 1) firmar los dictámenes de Lijo y de Manuel García Mansilla; 2) fijar fecha de sesión para votar; 3) aprobar los pliegos (“son los dos o ninguno”); 4) en paralelo se va puliendo el proyecto para ampliar la Corte; 5) sanción de esa ley; 6) enviar pliegos de 142 jueces para cargos vacantes, en tandas de 40/50 cada una, cada 15 días.
Hasta el jueves, día en que los senadores se van a sus provincias, el dictamen del pliego de Lijo tenía 7 firmas a favor; y el de Mansilla, 3. Se necesitan 9 para lograr despacho de mayoría. Los integrantes de la Comisión de Acuerdos son quienes opinan sobre cada nominación antes de llegar al recinto, pero el Gobierno busca cerrar a la vez los dictámenes y los dos tercios de los votos.
El senador Atauche, por Mansilla; y el peronista Carlos “Camau” Espínola, por Lijo; estuvieron haciendo circular los papeles para conseguir voluntades por distintos despachos. Dicen que, hasta ahora, ningún K firmó, pero que hay mayor cantidad de apoyos comprometidos.
La negociación por el paquete judicial está 100% a cargo de Santiago Caputo, y su brazo ejecutor es Sebastian Amerio, el segundo del Ministerio de Justicia. Por ahora, juran que no está sobre la mesa el pliego del Procurador, para el que suenan distintos nombres, entre otros, el de un fiscal muy en boga en el último tiempo.
Excepto el Presupuesto 2025, ninguna otra de las medidas que más le importan y le urgen al Gobierno deben pasar por el Congreso.
Las batallas más efectivas que parece estar ganando Milei, no aparecen en primer plano. Se cocinan en silencio, sin estridencias.
En el Ministerio de Salud se avanza en la depuración del sistema, incluidos negocios de distintos actores. Hay 291 obras sociales en el país y, según estiman sindicalistas al tanto de la movida, el Gobierno se va a llevar puestas por lo menos a 100.
La “guillotina” va por dos vías. La primera: se puso en marcha hace unos días la posibilidad de cambiarse de obra social o prepaga de manera on line, sin necesidad de intermediarios para derivar aportes. Esto, por goteo, va a liquidar a aquellos sellos que no dan prestaciones, y solo hacían un pasamanos de fondos. La segunda: la Superintendencia de Servicios de Salud hace dos o tres auditorías por semana desde hace meses y ya dispuso seis intervenciones. La semana que entra, se vendrían otras tres más.
El desmanejo con los subsidios y las irregularidades administrativas son el denominador común que surgen de los informes. Un ejemplo es la Obra Social del Personal de la Industria del Fósforo, cuyo secretario gremial Clay Jara Toledo falleció en enero. Su hija pidió auxilio a otro gremialista para entender qué maniobra se había detectado. “Menos mal que tu viejo se murió porque si no iba preso”, fue la exagerada respuesta.
El ministro de Salud, Mario Russo, prevé modificar la forma de adquisición de vacunas, cuyas licitaciones pronto se pondrán en marcha. Se hará una orden de compra abierta anual cuya finalidad es demandar la cantidad justa, algo que creen no ocurría en gestiones anteriores, que terminaban con innumerables lotes descartados por vencimiento. Eso, claramente, va en contra de los intereses de los fabricantes, que solían imponer mejores condiciones, pero habrá que ver si no se pasan del otro lado y hay escasez de dosis.
El otro gran tema que se trabaja puertas adentro es el proceso de privatizaciones. El Gobierno creó esta semana la Agencia de Transformación de Empresas Públicas, que funcionará bajo la órbita del Ministerio de Economía, pero que reportará a Diego Chaher, puesto allí por Santiago Caputo. La forma en que se realice esta operación sería bastante distinta al modo elegido en los 90 por Carlos Menem. Y muy audaz.
De hecho, en simultáneo se estudia cómo comunicarlo, a partir de lo que consideran errores de cálculo en aquéllos años. “Además del tema de la corrupción, mucha gente cree que se regalaron las empresas. El tema es que se entienda cuánto valen hoy”, explican. La construcción del relato es, para los libertarios, tan importante como la medida.