Una discusión entre zonzos

Para que el capitalismo democrático continúe siendo una alternativa, las organizaciones sindicales deben ser cuidadas y protegidas, tanto como las empresarias

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Utilizo la palabra zonzo en el sentido jauretchiano del término, esto es: “Somos inteligentes para las cosas de corto alcance, pequeñas, individuales, y no cuando se trata de las cosas de todos, las comunes, las que hacen a la colectividad. Principios introducidos en nuestra formación intelectual desde la más tierna infancia para impedirnos pensar las cosas del país por la simple aplicación del buen sentido. Basta detenerse un instante en su análisis para que la zoncera resulte obvia, pero ocurre que lo obvio pasa con frecuencia inadvertido, precisamente por serlo”.

Estas ideas pueden ayudarnos a comprender en sus justos términos la discusión entre el diputado Fernando Iglesias del PRO, al que tanto Macri como Milei deberían tener alejado, y Mario Manrique de UxP, también Secretario General del SMATA. Todo ocurrió en la Comisión de Legislación del Trabajo en la Cámara de Diputados. El debate concluyó con agresiones verbales inauditas y de muy baja calidad política. Ahí se dijeron, entre otras delicadezas, no sabemos si fundadas, calificativos como maricón, energúmeno, misógino, sinvergüenza y amenazas como “te voy a arrancar la cabeza”. Como se ve, un debate a la altura de los tiempos que corren.

La importancia del sindicalismo

A esta altura del desarrollo capitalista, que a pasos agigantados va por la tercera o cuarta revolución industrial, hay ideas que debieran ser revisadas. Por ejemplo, juzgar acusatoriamente al sindicalismo, independientemente de la ideología que estos manifiesten. Estas ideas son tan anacrónicas como las ventosas y las cataplasmas.

El sindicalismo, ya lo había observado la intelectualidad revolucionaria de izquierda, como Marx, Engels o Lenin, es una organización creada por la clase obrera para consolidar el sistema capitalista, no para destruirlo. Lo que procura es mejorar las condiciones laborales de un sistema que crea riqueza muchas veces mal repartida. De modo que es impensable el capitalismo sin sindicalismo, tanto, como indeseable. Las democracias modernas han sido capaces de construir un capitalismo humanizado merced al Estado de Bienestar, que a veces avanza y otras retrocede, pero como el sol, todavía está.

Si bien en su origen uno de sus objetivos fue la creación de un capitalismo con justicia social en condiciones de ser una alternativa al comunismo; superado este, a su caída en 1989, el Estado de Bienestar se resignificó con el objetivo de salvaguardar las democracias que podrían ahogarse en luchas sociales que las destruyan. De manera que para que el capitalismo democrático continúe siendo una alternativa, las organizaciones sindicales deben ser cuidadas y protegidas, tanto como las empresarias. Ha sido el nazismo y el comunismo quienes atacaron y destruyeron a las organizaciones sindicales. ¿No querrá el liberalismo imitarlos, verdad? Algunos incautos, por decir lo menos, denominan a esto, corporativismo sin comprender que tanto una como otra, (organizaciones libres del pueblo) son creaciones surgidas desde abajo, desde la realidad, en consecuencia el Estado no debe anularlas ni condicionarlas.

El problema en la Argentina

No es el lugar para historiar al gremialismo argentino, mucho se ha escrito sobre él. Para el presente artículo alcanza con recordar los conflictos de la década del 60 del siglo pasado, cuando la izquierda y las organizaciones terroristas hacían foco en el sindicalismo descalificándolos como burócratas, traidores, enriquecidos, merced al uso indebido de las organizaciones obreras. Es penoso leer los libros de aquellos años que hablaban de los autos, las mujeres, las mansiones, los caballos, las haras y los studs de la burocracia sindical. Con esos argumentos se convalidaban los crímenes. Asesinado Vandor su viuda debió trabajar para parar la olla en la obra social del gremio. Me consta personalmente pues su hijo fue alumno mío en una escuela industrial.

La izquierda, la subversión y los políticos ecuánimes, que en todas las épocas ensucian pero no dan olor, generaron un clima intelectual y político antisindical, unos, porque el sindicalismo frenaba la revolución al ser una institución garante del orden social, conducida por dirigentes sabios y prudentes, y los otros porque el sindicalismo de aquellos años era la columna vertebral del peronismo. Este clima y estas coincidencias habilitaron crímenes como el de Vandor, Alonso, Klosterman, Rucci, entre otros. Y ya que mencionamos a Klosterman asesinado por las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) veamos en que contexto ocurrió el crimen, pues de esto debió hablarse en Diputados.

Córdoba se corre a la izquierda

En Córdoba luego del Cordobazo (mayo de 1969) comenzó a gestarse un sindicalismo como le gusta a Fernando Iglesias, a un sector del gobierno y al PRO, esto es, sindicatos por fábrica, combativos y “decentes” que anulan la letra y el espíritu de la ley 14250, permitiendo las negociaciones colectivas con cualquier sindicato, cuanto más pequeño mejor. Los gremios por rama de la producción no son del agrado de este sector político e ideológico.

Surgió, entonces, en la Fiat Concord, el sindicato Sitrac-Sitram volcado hacia la izquierda pero fundamentalmente crítico de la conducción nacional del SMATA, en manos de Klosterman y José Rodríguez, casualmente el señalado por Iglesias como entregador de trabajadores a la Dictadura Militar de 1976. Manrique calló. ¿Por qué insultó en vez de explicar y defender a Rodríguez? ¿Por qué no explicó el enfrentamiento entre el marxismo y el peronismo?

El Sitrac-Sitram unió a la izquierda y al peronismo extremo y ganaron la conducción del SMATA Córdoba, por medio de la lista Marrón que encabezaba René Salamanca. Al año siguiente y unos días antes de asumir Cámpora la guerrilla de la FAP asesina a Klosterman, naturalmente molestaba al modelo sindical “antiburocrático” y antiperonista del Sitrac-Sitram, la lista Marrón y la subversión. En ese cuadrante hay que buscar a los asesinos.

La zoncera de Manrique

Si Manrique fuera un dirigente sindical peronista, su respuesta debió haber sido otra. Balbucear lo anterior podía haber sido válido aunque él debe tener más información. Sin embargo calló. No debió permitir que el diputado Iglesias, ex Frepaso, recuperara un discurso similar al que tenían las organizaciones guerrilleras.

Los insultos no sirven, Manrique, eso hay que dejárselo a los exaltados. Debió señalar la extraña coincidencia argumental del diputado del PRO con la izquierda subversiva de los 60. Pero Manrique no puede hacerlo, tiene límites, está identificado con el kirchnerismo, por lo tanto simpatiza con los subversivos que mataban dirigentes gremiales. Con estos candiles más vale andar a oscuras.

Y es acá donde entra Jauretche, la crítica al sindicalismo está instalada en el sentido común, en lo obvio que pasa inadvertido.

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