Hacia un futuro sin barreras para la innovación

El escenario ideal al que deberíamos aspirar es el concepto de “Innovación sin Permiso”, acuñado por Adam Thierer

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Imagen Ilustrativa Infobae de un maestro robot
Imagen Ilustrativa Infobae de un maestro robot

En un mundo donde la innovación es el motor del progreso, ¿cómo podemos asegurar que las ideas más brillantes no se ahoguen en un mar de regulaciones obsoletas? Esta pregunta se ha convertido en el epicentro de un debate crucial que afecta no solo a emprendedores y tecnólogos, sino a la sociedad en su conjunto.

La protección de la innovación y las ideas novedosas se enfrenta a un panorama regulatorio cada vez más complejo. Sin embargo, lejos de resignarnos, es imperativo explorar estrategias que permitan defender el progreso y fomentar un ecosistema donde la creatividad pueda florecer sin restricciones innecesarias.

El escenario ideal al que deberíamos aspirar es el concepto de “Innovación sin Permiso”, acuñado por Adam Thierer. Esta visión audaz propone que nuevos productos, servicios y modelos de negocio no deberían requerir la aprobación previa de funcionarios públicos para su desarrollo y despliegue. En contraste con el principio de precaución, que frena la innovación hasta demostrar su inocuidad, la innovación sin permiso busca crear un entorno donde la experimentación sea la norma. Sólo en casos donde exista evidencia contundente de daño social se consideraría la intervención regulatoria. Este enfoque representa el objetivo último para fomentar un ecosistema verdaderamente innovador y dinámico.

Rompiendo barreras

Pero, ¿qué sucede cuando el marco regulatorio es demasiado rígido? Cuando esto sucede, entra en juego el concepto de “emprendimiento evasivo”, ejemplificado de manera notable por la denominada “Ley de Travis”. Esta filosofía, inspirada en Travis Kalanick, co-fundador de Uber, propone una estrategia audaz para la innovación en entornos regulatorios hostiles. La esencia de esta ley no escrita se resume en el libro “The Upstarts” de Brad Stone: “Nuestro producto es tan superior al statu quo que si le damos a la gente la oportunidad de verlo o probarlo, en cualquier lugar del mundo donde el gobierno tenga que ser al menos algo receptivo a la gente, ellos lo exigirán y defenderán su derecho a existir”.

(Imagen Ilustrativa Infobae de la Inteligencia Artificial)
(Imagen Ilustrativa Infobae de la Inteligencia Artificial)

Esta filosofía sostiene que un producto o servicio verdaderamente revolucionario y superior al statu quo generará tal demanda y apoyo público que la sociedad misma se convertirá en su defensora más acérrima, exigiendo su derecho a existir incluso en contra de las regulaciones vigentes. El emprendimiento evasivo, por tanto, se basa en la creencia de que la innovación genuina puede superar las barreras regulatorias a través del respaldo popular, forzando eventualmente a los reguladores a adaptarse a la nueva realidad creada por la innovación disruptiva.

Enfoques conciliadores

Una alternativa menos confrontativa son los “sandboxes regulatorios”, mecanismos que permiten a los reguladores experimentar con nuevos enfoques sin abandonar completamente las leyes existentes. Estos espacios controlados permiten probar nuevos productos financieros, tecnologías y modelos de negocio bajo supervisión específica. Desde que el Reino Unido lanzó el primer sandbox en 2015, más de 20 jurisdicciones han adoptado este enfoque, demostrando su eficacia en reducir barreras de entrada y costos de innovación. La industria FinTech ha sido un ejemplo destacado de su aplicación. Los sandboxes benefician a los innovadores, a la vez que también permiten a los reguladores recopilar información valiosa antes de tomar decisiones sobre futuras acciones regulatorias.

Recientemente, en Estados Unidos, el Libertas Institute logró la aprobación de una ley de sandbox regulatorio integral en Utah, que contempla todas las actividades que se realizan en el estado.

Otra herramienta poderosa son las “leyes de caducidad” o “sunset laws”. Estas disposiciones permiten que las regulaciones expiren después de un período específico, evitando la acumulación de normas obsoletas. Así, toda regulación tecnológica, nueva o existente, debería incluir una cláusula de expiración dentro de dos años, forzando a los legisladores a reevaluar su utilidad periódicamente.

La defensa legal de la innovación también puede jugar un papel crucial. Por tanto, crear un “Fondo de Defensa del Innovador”, una firma de abogados sin fines de lucro dedicada a defender a los innovadores cuyos esfuerzos son sofocados por requisitos gubernamentales, podría proporcionar un escudo vital para aquellos que carecen de recursos para defenderse contra regulaciones ineficientes.

Política & ecosistema

El papel de los políticos en este escenario no puede subestimarse. Su actitud hacia la innovación, expresada a través de acciones y palabras, es fundamental para moldear la cultura de innovación de una nación. Los líderes políticos tienen el poder de promover activamente un ambiente de “innovación sin permiso”, influyendo directamente en la competitividad y prosperidad a largo plazo de sus países.

Finalmente, es crucial reconocer que la innovación no es producto del genio individual, sino también del contexto social e institucional en el que ocurre. Crear un ecosistema que apoye la creatividad y la experimentación es esencial para superar la resistencia a las nuevas tecnologías y realizar su potencial beneficioso para la sociedad. En última instancia, ¿no deberíamos preguntarnos si nuestro marco regulatorio está fomentando o frenando el progreso? La respuesta a esta pregunta podría determinar nuestro futuro colectivo.

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