Referentes de todos los credos debatirán sobre una deuda de la sociedad: un Régimen Penal Adolescente

Será hoy en Avellaneda. Participarán católicos, judíos, evangélicos e islámicos. Si un niño de 13 años tiene un arma en la mano en lugar de un cuaderno o una pelota, quiere decir que llegamos tarde

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Si un chico de 13
Si un chico de 13 años tiene un arma en la mano en lugar de un cuaderno o una pelota, la responsabilidad no es suya sino de la comunidad (iStock)

“Levántate, toma el niño... y huye... porque Herodes va a buscar al niño para matarlo...”

(Evangelio de Lucas, 2,13)

Soy sacerdote y vecino de un barrio popular del sur de la ciudad de Buenos Aires, desde ahí quisiera contarles la historia de Juan.

El otro día, se acercó a la parroquia una chica joven para pedir ayuda porque su hermano más chico había caído detenido. Lo cierto es que conozco a toda la familia desde hace muchos años. Conozco las ausencias y riquezas, las luchas y derrotas. Hacía un tiempo largo que Juan se había alejado de la parroquia y del club parroquial. ¿Qué pasó con aquel niño, ahora adolescente, que había tomado otro camino? ¿Por qué paso? ¿Cuánto más dolor tienen que vivir nuestros pibes?

Mi adolescencia fue en otra Argentina. Una Argentina donde el horizonte del progreso era posible. Y hoy todo es tan difícil. Confieso que admiro a los chicos y chicas de nuestros barrios populares. Admiro sus propósitos, sus capacidades de pararse frente a las adversidades. La mayoría de ellos sueña de una manera hermosa. Me da una alegría inmensa cuando ese niño que conocí —otro Juan— cuando llegué al barrio y era un “bardo”; hoy es un dirigente comunitario que está a cargo de más de 100 adolescentes. Pero no deja de dolerme tanta dificultad, tanta pobreza y puertas que se cierran, no deja de dolerme cada Juan que aparece. Y más aún cuando no se toman en cuenta su historia, su realidad, cuando quieren invisibilizarlo detrás de un paredón de cárcel —sin negar sus responsabilidades— es importante comprender que también es víctima de un contexto que lo volvió vulnerable a todo. Incluso al delito.

Deuda interna: Régimen Penal Adolescente

Los dirigentes políticos tienen una deuda social interna de más de 40 años: no tenemos un Régimen Penal Adolescente que dé marco normativo nacional para los adolescentes en conflicto con la ley. Y resalto el término “adolescentes” porque es necesario tomar conciencia de la edad de la que estamos hablando. No son muchachos y muchachas de 18, 19 ó 20 años: estamos hablando de chicos de 12 a 17 años. Me resulta doloroso descubrir que para determinados sectores sociales la adolescencia se extiende hasta edades cronológicas increíbles —se habla hasta de los 35 años— pero para los más pobres no existe la adolescencia. La realidad de la pobreza estructural y el marco normativo les quita todo, también el derecho a ser niños y adolescentes. Se los quiere tratar —en el mejor de los casos— como jóvenes, y en el discurso de algunos, como adultos.

El programa del encuentro interreligioso
El programa del encuentro interreligioso

“Un pibe no nace chorro”

Si Juan, de 13 años, tiene un arma en la mano en lugar de un cuaderno o de una pelota en sus pies, quiere decir que llegamos tarde. El problema no es de Juan sino de la comunidad. Las preguntas son: ¿cómo llegó un arma a sus manos? ¿Quién permitió que llegara el arma a sus manos? Tal vez debamos recordar que, como señaló el obispo argentino Jorge Lozano, “un pibe no nace chorro”. ¿Por qué la mayor parte de los adolescentes que cometen delitos están bajo la línea de la pobreza?

Cuando acompañamos en sus duros trayectos a adolescentes que tienen problemas con la ley, nos encontramos mayoritariamente con Juanes que desde el inicio de su vida han padecido la pobreza multidimensional.

Lo digo en números:

• En la Argentina del 2024, 7 de cada 10 niños, niñas y adolescentes (NNyA) son pobres.

• El 69% de los chicos, chicas y adolescentes de la Argentina -8,6 millones- experimentan carencias.

• En nuestros barrios pobres más de la mitad de la población está formada por menores de 18 años.

Y entonces la pregunta que surge naturalmente es: ¿el problema son los menores en conflicto con la ley, o el problema profundo y de raíz es la falta de decisión y voluntad para sostener a lo largo del tiempo una política pública de inclusión e integración social que actúe en la previa de la vida de Juan?

Injusticias y fracasos

19 años atrás, en octubre del año 2005, el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco, dijo: “Debemos tomar conciencia de que cada chico marginado, abandonado o en situación de calle, con deficiente acceso a los beneficios de la educación y la salud, es la expresión cabal no sólo de una injusticia sino de un fracaso institucional que incluye tanto a la familia como también a sus vecinos, a las instituciones barriales, a su parroquia y a los distintos estamentos del Estado en sus diversas expresiones”.

Desde hace 17 años, con el Equipo de Curas de las Villas fuimos descubriendo que teníamos que llegar antes a la vida de Juan, y nos lanzamos a construir lo que hoy conocemos como Hogar de Cristo. El antes es clave porque mientras nosotros acompañábamos a los que caían bajo la esclavitud de la droga y buscábamos comunitariamente la sanación, en la esquina del barrio estaban los que ofrecían droga, armas con identidad tumbera. Nacieron las “3 C” de la prevención: Capilla, Colegio, Club, como manera de contrarrestar lo que llamábamos las “3 C” de la muerte Calle, Cárcel, Cementerio.

Desde la fe, las “3 C” pueden ser interpretadas como lo dice el Papa Francisco “una experiencia de salvación comunitaria” (LS 149).

Encuentros en la Capilla, en el Colegio o en el Club para que nuestros chicos y chicas descubran el valor de la vida, que tengan ganas de convertirse en líderes positivos para sus vidas, para las de sus seres queridos y para nuestra comunidad barrial. Sabemos que con nuestras pequeñas comunidades barriales y las organizaciones sociales no alcanza porque es el Estado el que tiene que hacerse cargo de su rol de promover y asegurar el acceso al sistema de educación y ni hablar de la salud, la recreación, el deporte.

Nuestro arzobispo, Jorge García Cuerva, nos dijo: “Que cada uno, y todos a la vez, desde la responsabilidad que tenemos en la comunidad, podamos dejarnos mirar por Dios, dejándonos cuestionar por la conciencia, y nos preguntemos: en estos tiempos tan difíciles ¿qué estoy haciendo por los más pobres? Porque fácilmente nos sale reclamar a otros que se comprometan, pero yo ¿qué hago?, ¿podremos mirarnos y responder esa pregunta sin echar culpas como adolescentes, sino desde la responsabilidad de hacernos cargo”.

Por todo lo dicho, me parece tan importante el próximo encuentro que tendremos en la Universidad Nacional de Avellaneda donde, además del debate académico sobre adolescentes en conflicto con la justicia, también habrá diálogo y oración interreligiosos. Referentes del catolicismo, judaísmo, evangelismo e islamismo con el cuidado de la niñez y la adolescencia en el centro.

No me quiero ir de este texto sin traer nuevamente la palabra de nuestro Papa cuando era arzobispo y cardenal en nuestra Patria: “José [refiere a San José, padre adoptivo de Jesús] se hace cargo de la vocación más honda en el corazón de todo hombre: ser padre. Padre es quien da la vida y ayuda a que la vida crezca. Mirando a estos dos hombres, a José y a Herodes, que se definen en su actitud frente al niño Jesús, recogemos una vez más aquella verdad de la historia: el ser hombre se juega en la actitud ante la paternidad (ante la niñez). De ahí que, quien no quiera ser como José termina siendo como Herodes”.

[El autor es párroco de Virgen Inmaculada de Villa Soldati, miembro de Equipo de Sacerdotes de Villas y Barrios Populares, referente de la Comisión Arquidiocesana de Niñez y Adolescencia en situación de vulnerabilidad]

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