Algunas personas sienten miedo de hablar en público, aunque fuere ante unas pocas que tienen delante. Incluso, una exposición les genera una fuerte tensión interna que les hace difícil la comunicación.
Sin embargo, más allá de la aprehensión ante cierta situación, es posible familiarizarse con la idea de tener que enfrentarse a una pequeña o gran audiencia. Tener claro qué decir podrá ser el puntapié para planificar el cómo decirlo y, a su vez, expresarse con claridad, sinceridad y respeto; esto es, sin rodeos y siendo auténtico, son otros puntos a tener en cuenta a la hora de hablar.
Si queremos llegar a un público determinado, debemos saber expresar nuestras opiniones, deseos o sentimientos de manera respetuosa y de forma directa y asertiva y, a su vez, ser específicos en el mensaje y conectar con los oyentes.
El uso de figuras retóricas como metáforas, hipérboles o personificaciones ayudarán a explicitar mejor lo que queremos decir. Esa traslación de sentido, ese juego literario entre el objeto real y el imaginario o esa exageración de los aspectos de algo podrán servir para enfatizar o provocar una fuerte impresión en los oyentes. Asimismo, es fundamental la postura corporal, las expresiones faciales, la sonrisa y el contacto visual que se puede hacer con los interlocutores.
Comunicarnos con eficacia implica saber explicar, definir, describir, argumentar o justificar, habilidades que harán nuestra exposición exitosa y nos dará bienestar y tranquilidad. Al decir de la Lic. Rocío Bressia, no se trata de hablar bien (o mal), sino que la clave está en la adecuación, es decir, cómo ajusto el mensaje al contexto y al receptor para potenciar el impacto. Ahora bien, tener habilidades discursivas no significa que se habla bien naturalmente, sino que, a partir de la formación y la práctica, se puede potenciar dicha adecuación, es decir, expresarse de la manera más acertada y efectiva de acuerdo con ese momento y con ese interlocutor.
La oralidad, a diferencia del mensaje escrito, es espontánea, inmediata y efímera y su ventaja es que puede ayudar en la reconfirmación de alguna opinión o en la aclaración de algún malentendido en un momento determinado o, también, puede servir para presentar alguna información compleja que tenga resistencia donde, a través del canal oral, se puede usar el lenguaje corporal y la voz para potenciar la empatía.
En cualquier exposición es necesario identificar cuál es el mensaje que el público debe retener, sostiene Bressia. Es un hecho que el oyente tiende a recordar una o dos ideas fundamentales de un mensaje; es por eso que debemos tener muy claro el contenido que queremos transmitir. El camino a seguir podría ser: una explicación precisa y un ejemplo, el cual podría estar acompañado con alguna humorada que “afloje” el ambiente sin banalizar lo que se está diciendo.
Además, seamos conscientes del buen manejo del volumen y la velocidad de la voz y, sobre todo, qué estamos diciendo con el cuerpo, no dejemos librado a la espontaneidad lo que decimos y lo que no decimos, pero expresamos.
Asimismo, es fundamental saber escuchar porque posibilita comprender al otro, no solo en lo relativo a lo que nos dice, sino en poder percibir sus sentimientos y perspectivas.
En definitiva, para enfrentar una audiencia necesitamos preparación sólida del contenido a transmitir y mensaje claro, una escucha activa y autocontrol, pilares fundamentales para perder la timidez. En definitiva, concentrarse, respirar hondo, usar la herramienta poderosa que es el habla y dar batalla.