Los chicos comienzan su jornada escolar como cualquier otro día. La clase transcurre con normalidad hasta que suena el timbre del recreo. Mientras algunos corren al patio para jugar, otros se agrupan para hacer colectas de dinero y ayudar a sus compañeros a saldar las deudas de juego. Este escenario, cuando menos alarmante, se repite en varios colegios de Argentina y es signo inequívoco de la urgencia de abordar la ludopatía infantil con un enfoque integral.
Según el Observatorio de Adicciones y Consumos Problemáticos de la Defensoría del Pueblo bonaerense, el 12,5% de las personas de 18 a 24 años realizan apuestas online, cifra solo superada por el grupo de 25 a 34 años, con un 15,5%. No obstante, aún no existen cifras de cuántos menores de edad realizan apuestas y, además, la legislación argentina aún carece de regulaciones específicas para abordarla.
Es una problemática multifacética que afecta a niños y adolescentes en múltiples niveles, desde el rendimiento académico hasta las relaciones personales y familiares. Su naturaleza compleja exige una perspectiva holística que involucre a diversos actores de diferentes sectores: comunidad, educación, salud, autoridades gubernamentales, organizaciones, todos tienen un papel crucial en su prevención, regulación e intervención.
En primer lugar, la participación de la comunidad es vital. Los padres y cuidadores deben poder identificar los síntomas tempranos de la ludopatía infantil, como así también poder accionar para prevenirla. El entorno de apoyo y comprensión que una familia proporciona tienen un rol fundamental en su tratamiento.
Por su parte, las escuelas deben ser lugares donde se enseñe sobre los riesgos del juego compulsivo y se fomente el desarrollo de habilidades para la vida, permitiendo a los niños y jóvenes tomar decisiones informadas. Además, los docentes y el personal escolar deben estar capacitados para identificar signos tempranos de ludopatía y actuar de manera oportuna.
En ese sentido, la implementación de programas y talleres de prevención dirigidos tanto a estudiantes como a sus familias es crucial para abordar la ludopatía infantil. Sin embargo, estos sólo pueden ser efectivos si se planifican estratégicamente desde el diseño de políticas públicas diligentes que se adapten a las circunstancias específicas de cada comunidad, dado que las diferencias culturales y socioeconómicas influyen en el comportamiento de las personas.
La colaboración entre organizaciones no gubernamentales, profesionales de la salud y expertos en educación facilitaría el desarrollo de contenido relevante para los programas. Esta triada integraría las perspectivas especializadas de cada grupo, garantizando que los programas se basen en conocimientos sólidos y estén adaptados a los factores subyacentes de la ludopatía infantil.
La participación de las autoridades es fundamental no sólo en ese aspecto, sino también en la regulación adecuada de la accesibilidad de los juegos de azar que pueden atraer a los niños. La colaboración público-privada es esencial para formular e implementar políticas oportunas que protejan a los menores de los riesgos asociados con el juego compulsivo.
Un compromiso compartido entre todas las partes no sólo unificará conocimientos y recursos, sino que también hará sostenible en el tiempo las acciones dirigidas a tratar la ludopatía infantil. Solo a través de un esfuerzo conjunto y coordinado podremos garantizar un futuro seguro para los niños y adolescentes.