El papel de las familias en la educación de sus hijos es fundamental, pero a veces, en su afán por ayudar, pueden cometer un error común: hacer los deberes por ellos.
Esta práctica, aunque bien intencionada, puede tener repercusiones negativas en el desarrollo de habilidades, de la autonomía y la responsabilidad en los chicos. Es necesario entender por qué ocurre esto y cómo los padres pueden apoyar de manera efectiva el aprendizaje de sus hijos sin caer en la trampa de “hacerlo por ellos”.
Una de las razones más comunes por las que los padres terminan asumiendo la responsabilidad de los deberes de sus hijos es la creencia de que estos no están preparados para enfrentarse a las dificultades por sí solos. Esta percepción puede surgir por la falta de comprensión de los conceptos, la carencia de habilidades necesarias para completar las tareas, o la presión de cumplir con las expectativas académicas. Otras veces, simplemente los chicos no tienen ganas de hacer los deberes, o no han desarrollado los hábitos de estudio adecuados, lo que lleva a los padres a intervenir para evitar el conflicto o asegurar que las tareas se realicen. Los adultos, queriendo proteger a sus hijos del estrés y la frustración, intervienen para asegurar que las tareas se completen correctamente y a tiempo. Sin embargo, esta intervención puede ser contraproducente.
Hacer los deberes por sus hijos les envía un mensaje peligroso: “No sos capaz de hacerlo por vos mismo y tengo que hacerlo por vos”.
Esta idea, aunque no se exprese verbalmente, puede calar hondo en la mente de un niño o joven, generando ansiedad y una dependencia perjudicial. En lugar de sentirse apoyados, pueden desarrollar una baja autoestima y una falta de confianza en sus propias capacidades. Esto no solo afecta su rendimiento académico, sino también su desarrollo emocional y social.
Cuando los padres asumen la responsabilidad de los deberes, también se ven afectados otros aspectos de la dinámica familiar. La constante intervención en las tareas escolares puede generar tensiones y conflictos entre adultos e hijos. Los chicos pueden resentir la intromisión de los mayores, sintiéndose controlados y limitados en su capacidad para aprender y explorar por sí mismos. Además, la relación entre ellos puede deteriorarse, ya que pueden percibir a sus padres más como una figura autoritaria que como un apoyo en su proceso de aprendizaje.
Pero además, y en el contexto de escuela, cuando los padres hacen los deberes de sus hijos, se distorsiona la evaluación del rendimiento académico de los estudiantes. Los docentes no pueden obtener una imagen precisa del nivel de comprensión y habilidades de un estudiante si los deberes son realizados en su mayoría por los adultos. Esto puede llevar a evaluaciones inexactas y a una planificación que no se ajusta a las verdaderas necesidades de los chicos. Y por lo tanto, el objetivo de la educación, que es el desarrollo integral del estudiante, se ve comprometido.
Por otro lado, es esencial reconocer que los deberes, cuando están bien diseñados, tienen un propósito más allá del simple hecho de completar una tarea. Son una oportunidad para que los chicos refuercen lo aprendido en clase, automaticen el contenido, desarrollen habilidades de autodisciplina y responsabilidad, y adquieran hábitos de estudio que les serán útiles a lo largo de su vida. Cuando se les niega esta oportunidad, se los priva de un aspecto fundamental de su desarrollo académico y personal.
Entonces, ¿cuál es el rol adecuado de los padres en el proceso de aprendizaje de sus hijos? La clave está en encontrar un equilibrio entre brindar apoyo y permitir que los chicos enfrenten y superen sus propios desafíos. Los padres pueden ayudar a sus hijos guiándolos, alentándolos y enseñándoles las habilidades necesarias para abordar sus tareas de manera independiente. Pueden crear un ambiente de estudio adecuado, ayudar a organizar el tiempo y estar disponibles para resolver dudas, pero siempre desde una postura de acompañamiento, no de intervención directa.
Es crucial que la escuela comunique a los padres la importancia de no hacer los deberes de sus hijos y fomenten la independencia en el proceso de aprendizaje. Al informarles a los padres sobre los riesgos en relación a hacer los deberes por sus hijos, como la falta de desarrollo de habilidades, la dependencia y la pérdida de interés en el aprendizaje, la escuela puede crear una colaboración más efectiva entre la institución y el hogar. Esto puede ayudar a establecer expectativas claras sobre el rol de los padres en el apoyo educativo, alentando su participación activa en lugar de asumir las responsabilidades de los deberes.
Este papel de la familia es muchas veces tan fundamental como subestimado. Muchas familias, atareadas por las exigencias diarias, pueden no ser plenamente conscientes de cómo sus rutinas y prácticas en el hogar repercuten en el aprendizaje y rendimiento de sus hijos. Numerosos estudios han demostrado que el respaldo y el interés genuino de los padres en la educación de sus hijos influyen de manera significativa en su motivación y rendimiento académico.
Cuando los padres participan activamente, establecen expectativas claras y ofrecen un apoyo constante, los chicos desarrollan una actitud más positiva y entusiasta hacia el aprendizaje.
En cambio, la falta de apoyo o un entorno familiar que no valora la educación puede generar una disminución en la motivación y el compromiso con el aprendizaje. La familia es un pilar indiscutido en la educación de los chicos. Tiene la capacidad de motivar o desalentar su deseo de aprender.
La escuela, por su lado, no solo es un lugar de enseñanza académica, sino también un centro de recursos y aprendizaje para las familias. Por esta razón, es esencial que la escuela incorpore a las familias a través de talleres y charlas que los sensibilicen acerca de su papel vital, fomentando una alianza que potencie el desarrollo integral de los estudiantes.
Hacer los deberes por los hijos puede parecer una solución sencilla en el momento, pero a largo plazo tiene efectos negativos tanto en los chicos como en la dinámica familiar y escolar. Es fundamental que los padres sean conscientes del impacto de sus acciones y del mensaje que transmiten a sus hijos. Al colaborar estrechamente, familia y escuela pueden promover un aprendizaje auténtico y el desarrollo de habilidades esenciales para la vida.