¿Puede la comunidad judía hacer más de lo que ha hecho en Estados Unidos?

Se plantea si basta con la defensa o se debe también desenmascarar a las personas, grupos y a quienes están detrás del antisemitismo

Gente asiste a un acto "en solidaridad con el pueblo judío", Washington, 11 de julio de 2021, auspiciado por Alliance for Israel, Anti-Defamation League, American Jewish Committee, B'nai B'rith International y otras organizaciones. (AP Foto/Susan Walsh, File)

Me refiero a la comunidad organizada y a la lucha contra la judeofobia que se ha desatado en EE. UU. Uso tanto antisemitismo como judeofobia, aunque en lo personal prefiero la segunda denominación. En el Infobae del 9 de mayo preguntábamos si estaba preparada la comunidad para la magnitud del odio que surgió después del 7 de octubre y la respuesta de Israel, pero la verdad es que probablemente nadie lo estaba, por lo que la sorpresa fue entendible.

Pero hoy la pregunta central es otra, si acaso la respuesta ha sido lo contundente que la situación demandaba o se puede hacer más de lo que se ha hecho. En otras palabras, como se puede o se debe actuar, y si basta con concentrarse en la denuncia y en la condena a quienes mantienen vigente la fobia más antigua de la humanidad, es decir, si basta con la defensa o se debe también desenmascarar a las personas, grupos y a quienes están detrás, usando todos los mecanismos que permite la ley. Y como explicaré más adelante, creo que, con todas las diferencias existentes, hay en EE. UU. un ejemplo a imitar para estos efectos, el de la comunidad afroamericana

Así como Israel perdió el 7 de octubre parte de la disuasión que poseía en contra de quienes no aceptan su derecho a la existencia, algo similar tuvo lugar a través del mundo, cuando esa extraña idea que no tenía el mismo derecho a defenderse que otros países, se multiplicó urbi et orbi con ataques surtidos en universidades y en la calle, a judíos concretos, de carne y hueso, solo por el hecho de serlo. En EE. UU. la comunidad perdió parte de la disuasión que frenaba a muchos antisemitas, poseedores de ideas que se probaron falsas acerca del “control” judío de los medios de comunicación o de Hollywood (basta con haber visto la ceremonia de premiación de los Oscar para apreciar su falsedad) o del supuesto poder económico, o que además siempre un judío pondría en primer lugar la defensa de otro.

La verdad es que esta pérdida ha sido perjudicial, ya que apareció mucha judeofobia que hoy se muestra sin complejos en las calles. No es algo único o especial, pero llegaron a EE. UU. situaciones que desde hace tiempo se manifestaban en otros países de occidente y que eran de frecuente ocurrencia en universidades, la política, medios de comunicación y en las calles de, por ejemplo, Europa y América Latina. O en el Reino Unido, donde la comunidad tuvo éxito en el caso del laborismo, que expulsó de su interior al equivalente del “squad” estadounidense.

En ese sentido, esperaba más de la comunidad judía estadounidense, ya que eran para mí el estándar a imitar en el mundo, y así lo destacaba siempre. Quizás tenía una visión excesivamente idealizada por desconocimiento, pero ello, no cambia el hecho que la respuesta ha sido insuficiente para la gravedad del desafío, ya que en su milenaria historia, grandes tragedias también han ocurrido cuando se sentían seguros los judíos, como lo demuestran España con el Edicto de1492 y Alemania en los 30s, y no menciono aquí el Holocausto posterior, ya que en su magnitud y maldad total fue una experiencia única, en el sentido que matanzas criminales han habido muchas en la historia, pero Holocausto uno, solo uno en su singularidad.

Como todo cambió el 7 de octubre para Israel y para las comunidades judías a través del mundo, me hubiese gustado ver en primer lugar, una revisión profunda de cómo se actúa, no por cierto a nivel de sinagoga, sino como se vincula y se hace representar la comunidad en la sociedad exterior, para tener una idea clara acerca de donde hay que mejorar, aceptando por cierto lo que dice el Principito de Saint Exupery, que es “mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás” como también lo que enseña la Teoría de la Evolución de Darwin, en el sentido que el mayor éxito no lo obtienen los más fuertes sino aquellos con mayor capacidad de adaptación.

En segundo lugar, me hubiese gustado haber visto una actitud casi automática de judicialización, de llevar a tribunales a las instituciones y personas responsables de actitudes discriminatorias que violan disposiciones constitucionales y tratados de derechos humanos, partiendo por lo que tuvo lugar en las universidades de elites, sus autoridades, sus administradores para que no exista ninguna impunidad de quienes permitieron un clima de intimidación contra alumnos judíos, por el hecho de serlo o parecerlo. Igualmente, contra quienes se tomaron esos recintos con violencia y rostros tapados, para que en tribunales se les identificara con nombre, ya que muchas veces no eran ni alumnos ni funcionarios, sino activistas profesionales, que además crearon un clima no solo contra los judíos, sino profundamente antinorteamericano, preocupante desde el punto de vista de la seguridad nacional. No es lo mismo que en tribunales lo hagan los afectados o judíos individuales, sino que debe ser la comunidad como tal, a través de sus máximos representantes los que transmitan el mensaje que no habrá impunidad alguna.

En tercer lugar, que se ejerciera toda la presión necesaria sobre los profesionales de la inteligencia y el FBI, para identificar tanto a quienes han organizado los desmanes y promovido la violencia como para que no se repita, siguiendo la ruta del dinero de quienes financiaron manifestaciones y acampadas que se llevaron a cabo a nivel nacional.

En cuarto lugar, me hubiese gustado ver toda la presión comunicacional y política de la que se era capaz, a todo nivel, tanto el federal como el estadual y el local.

Por último, que la comunidad como tal desmintiera y confrontara a quienes se presentaron como judíos en marchas y actividades que eran pro-Hamas, aunque lo negaran, para que quedara claro que no representaban a nadie más que a sí mismos.

En el fondo, hay que recordar que la comunidad tiene en EE. UU. una tradición que debe servir de base y ejemplo a los judíos de otros países.

El momento que se vive es particularmente difícil, pero sin embargo han aparecido informaciones recientes que muestran un camino de optimismo para que la comunidad pueda revertir lo que está ocurriendo, uno particularmente importante en una democracia como la estadounidense. Se trata de la derrota de dos conocidos activistas contra Israel y la “influencia” judía, integrantes del grupo conocido como el “squad”. La información dice que fueron derrotados en las primarias del partido demócrata, el representante del Bronx Jamaal Bowman y la representante de St. Louis Cori Bush, quienes en sus respectivos discursos ante sus simpatizantes dieron a entender que ello se debió a la movilización y aportes de organizaciones judías.

Espero que no sea una excusa y sea cierto, aunque fuera parcialmente, ya que muestra un camino que debe ser continuado, y a nivel nacional, al evidenciar una recuperación parcial de la disuasión perdida, ya que eran personas que no habían sido confrontadas con anterioridad en la forma que parece expresar el resultado de estas primarias.

Sin embargo, esta información coincide con otra que no es precisamente buena para la comunidad judía, la de la lista de candidatos de los cuales Kamala Harris seleccionó a su candidato a vicepresidente para las elecciones presidenciales de noviembre.

Policías montan guardia frente a la sinagoga de Hoboken, Nueva Jersey, el 3 de noviembre de 2022. (AP Foto/Ryan Kryska, File)

Uno de ellos era el gobernador de Pensilvania Josh Shapiro, quien fue considerado a pesar de que nada obligaba a la candidata a hacerlo, pero lo grave vino después, ya que hubo una rara unanimidad en el sentido que, en los canales de TV, páginas de periódicos tradicionales y programas radiales dedicados a la política, al igual que en las redes sociales, se dijo una y otra vez que el mayor argumento para que no fuera seleccionado era que no solo era judío sino también que era un defensor de Israel. Y es eso lo inaceptable, ya que se logró derribar otro cortafuego, normalizando, quizás por vez primera el argumento de los amigos de Hamas, que era electoralmente inaceptable la defensa de Israel en uno de los principales partidos del país.

Lo anterior fue noticia porque apareció en muchos medios de comunicación, por lo que presumo que la comunidad hizo ver su posición en gestiones privadas, pero si ello fue así, para mí lo francamente desilusionante fue que algo de esta importancia no fuera acompañado por declaraciones públicas de los portavoces o máximos dirigentes de la comunidad, cuya presencia se necesitaba para representar cuan grave era lo que estaba ocurriendo, que había gente que en importantes medios cuestionaba que un judío hablara como judío. De nuevo, por tratarse de EE. UU. se necesitaba que la comunidad apareciera públicamente con toda la fuerza que dispone, ya que lo ocurrido representa la desaparición de otra línea roja de protección, que se ha borrado repentinamente delante de nuestros ojos.

La falta de protagonismo de la representación comunitaria es llamativo, porque a pesar de lo que está ocurriendo, EE..UU. sigue siendo un lugar especial y excepcional para los judíos, y al respecto, yo soy testigo de ello, toda vez que el mismo 7 de octubre sentí la necesidad de dar testimonio y por primera vez empecé a usar en todo lugar kipá en mi cabeza y un jai en mi cuello, y puedo decir que quizás como contrapartida, en los lugares que frecuento habitualmente, además de supermercados y similares, solo he recogido manifestaciones de simpatía y cariño de gente que no conozco y no volveré a ver, pero quizás también sentían la necesidad de decir que estaban en estas horas con Israel y los judíos.

Pero como ello corresponde a una nueva realidad que incluye una nueva normalidad, se da en un terreno donde existen contradicciones. Por lo mismo, este nuevo escenario necesita no solo mirar hacia afuera, sino también hacia adentro, haciendo los cambios necesarios para integrar a todos aquellos que quieren vincularse ofreciendo su colaboración, grande o pequeña, y que nadie se sienta excluido o rechazado, para lo cual se requiere que todas las instituciones tengan una política de bienvenida a nuevos aportes que se quieran ofrecer, y los casos que se conocen donde ello no ocurre, no ayudan al objetivo común de sumar y no restar.

Seguramente la forma como la comunidad enfrentó su inserción en EE. UU. y que fuera tan exitosa en el pasado, representaba muy bien al país de aquel entonces, pero, por lo mismo, se necesita una rápida adaptación al desafío de la hora presente, donde la judeofobia muestra garras y colmillos en universidades y en manifestaciones masivas pro-Hamas, donde la serpiente ya abandonó el nido y la bestia antisemita está haciendo de las suyas después de haber salido del huevo, al cual ya no hay regreso posible.

Creo que existe un modelo de probado éxito en EE. UU. y es el de la comunidad afroamericana que hoy muestra el camino de lo que hay que hacer y cómo actuar, que, de ser adoptado, sería una vuelta de mano, ya que con frecuencia Martin Luther King mostraba a los judíos como ejemplo a considerar en su lucha por los derechos civiles, aunque hoy día hay muchos grupos e individuos críticos de Israel, a veces, en demasía, pero la forma como posicionan sus temas es digna de atención y estudio.

Es una experiencia muy exitosa acerca de cómo se puede obtener poder político y respeto comunicacional y de la cual se debiera aprender con toda humildad, ya que fue capaz de superar gigantescas dificultades. De hecho, es a portavoces de ellos, congresistas, a quienes escuché en TV una gran verdad, que en el EE.UU. de hoy a jóvenes afroamericanos no les habría ocurrido lo que pasó con estudiantes judíos en esas universidades, podrían pasarles otras cosas, pero no que fueran discriminados e impedidos de ir a clases, solo por parecer judíos.

¿Y porque no les habría pasado lo mismo? Por dos motivos, habría una respuesta automática de la comunidad afroamericana contra los racistas contra quienes, en segundo lugar, se habría hecho un escarmiento inmediato de todos y de cada uno, es decir, una descripción exacta de lo que no ocurrió y como he lamentado que no hubiese pasado. Por lo demás, que bueno por ellos, y que malo por nosotros, que la reacción sea insuficiente.

¿Qué hacer? Cualquier cosa menos lo que algunos parecen decir, que no hay nada que se pueda hacer salvo recomendar el retiro de los jóvenes judíos de esas universidades, y pienso, que, al contrario, lo que debe hacer la comunidad es preparar a esos jóvenes para que los que lo deseen vayan a todas las asambleas que sean necesarias, para cuestionar lo que los activistas dicen, al igual que dar todo el respaldo jurídico necesario para confrontar a profesores que son adoctrinadores más que académicos. Preparación que debe incluir una sólida formación en los temas en discusión, para que sientan una seguridad de la que hoy muchos o algunos carecen.

El momento es oportuno, ¿Cómo se han preparado todos para el regreso a clases? Creo saber la respuesta después de muchos años de docencia universitaria en varios países, los antisemitas están preparados, pero ¿lo está la comunidad?

Los judíos acuden a votar en mayor porcentaje que otras comunidades, pero como minoría pequeña tienen el problema que en general no cuentan con los números como para que entusiasme competir, salvo en contados lugares, por lo que no es fácil ni ser candidato ni menos ganar. En el nuevo escenario, creo que la comunidad judía va a tener que proponerse incentivar la mayor participación posible, creando un programa nacional de estímulo y apoyo que al parecer hoy no existe en la medida necesaria, con un discurso y una narrativa que sirva de fundamento, y que ayude a recuperar ese consenso que ha ido desapareciendo donde no se cuestionaba la alianza con Israel.

En un plano más general, la experiencia vivida con la adopción de resoluciones contra Israel en lugares donde hay poco conocimiento acerca del medio oriente, también debiera hacer reaccionar a la comunidad, en el sentido de impulsar la participación en elecciones que permiten acceder a las juntas escolares, y a debates y recursos de fuerte incidencia en todo lo que tiene que ver con la educación pública. Esto ha sido aprovechado en asambleas de poca asistencia, también las municipales, donde se han aprobado resoluciones claramente antisemitas. Este elemento nunca debe ser olvidado, que la democracia estadounidense se vive no solo en elecciones para el Congreso o la Casa Blanca, sino también en una variedad a distintos niveles, algo tan antiguo que en el siglo XIX impresionó al aristócrata francés Alexis De Tocqueville, autor de “Democracia en América” (1835), clásico que conserva su vigencia. Además, es un país que también elige fiscales y jueces.

Si decide dedicar recursos a este camino, la comunidad judía no debe olvidarse de dos cosas, de su rol tradicional como el “canario en la mina”, ya que lo que a ella le pasa advierte de situaciones que después castigarán al resto de la sociedad y que la lucha no es solo por ella y por la existencia del Estado de Israel, sino también por la idea misma de Occidente, que por ahora lo tiene enfrentando en soledad a Irán, que desde 1979 dice que EE. UU. es su gran enemigo, el “gran Satán”, siendo Israel solo el “pequeño Satanás”.

No soy nadie para decirle a la comunidad lo que debe hacer, pero al menos tengo la suficiente experiencia y trayectoria como para decir lo que me gustaría ver. Lo primero es la revisión interna, con humildad y autocritica, que permita un espacio y la bienvenida a todos los que quieran aportar. Después, la disposición a judicializar los ataques que se están recibiendo, incluso internacionalizando los tribunales cuando corresponda. Lo que debe presidir este esfuerzo es la lucha contra toda impunidad, es decir, contra todo acto antisemita, donde el criterio a utilizar debe ser la definición promovida por la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA por sus siglas en inglés), de creciente aceptación a nivel internacional.

El American Jewish Committee emitió un informe el martes 13 de febrero de 2024, según el cual casi dos de cada tres judíos estadounidenses se sienten menos seguros en Estados Unidos que hace un año. Se basa en una encuesta realizada poco antes del inicio de la guerra entre Israel y Hamás. crédito JACK GUEZ/AFP

Promover también los ejemplos donde se ha aplicado mejor la ley. En ese sentido, hay que observar lo que ha ocurrido en Estados donde se ha protegido mejor a los judíos, como es el caso de Florida, donde no se ha visto ni en sus calles ni en sus universidades lo mismo que en otros lugares, siendo la pregunta de porque la diferencia, cuando existen claros mandatos constitucionales para los habitantes y autoridades de todo el país.

El ideal es que lo que se presente debe contar con datos muy precisos y con presencia muy fuerte de la dirigencia nacional, para que se entienda que es la comunidad judía como tal y no algunos judíos los que están detrás, para que se perciba que la respuesta será institucional.

En esta etapa, se debe hacer lo posible por deslegitimar y avergonzar a aquellos que se dicen judíos y que se atribuyen una representación de la que carecen para atacar a Israel, al lado de sus enemigos, de los que quieren destruirlo. Por último, una muy fuerte presencia institucional en medios de comunicación, para que no exista debate en medios importantes sin su presencia, toda vez que existe una apreciable cantidad de personas que consideran que no hay nada censurable o que es mentira que hubo violaciones y secuestros de ancianos y bebes por parte de Hamas el 7 de octubre simplemente porque eran judíos, como también cuan injusto es que las exigencias se hagan solo a Israel y (casi)nada a quienes iniciaron esta guerra.

Lo que comenzó como una cierta desilusión se ha transformado en preocupación, toda vez que ha avanzado el tiempo y todavía no existe una actitud, una disposición a confrontar el desafío de la hora presente. Pensaba, quizás equivocadamente, que la comunidad judía en Chile y en Estados Unidos eran modelos distintos, y la verdad, es que, salvo obvias diferencias como recursos, se parecen más de lo que hace algunos años pensaba.

Por tratarse de EE. UU. esperaba más de Estados Unidos. Hoy Chile en la persona de Gabriel Boric tiene por primera vez en su historia a un antisemita en la presidencia, no solo contra Israel, sino también distanciado de los chilenos de origen judío, no solo ahora, sino a través de toda su trayectoria. De hecho, en la presidencia ha cambiado de opinión en muchas cosas, pero nada en su judeofobia, confirmando cuan persistente es esta fobia.

Pienso que la comunidad judía en EE. UU. debiera considerar seriamente la posibilidad que llegue a la Casa Blanca un/a declarado/a antisemita, orgulloso/a de serlo, no ahora, sino en el futuro cercano, y por lo demás, trabajar activamente en contra de esa posibilidad, es la mejor actitud para que en definitiva no se concrete.

En resumen y como conclusión, que se entienda por todos que nadie va a hacer por los judíos los que estos no están dispuestos a hacer por sí mismos.

@israelzipper

PhD en Ciencia Política (U. de Essex), Licenciado en Derecho (U. de Barcelona), Abogado (U. de Chile), excandidato presidencial (Chile, 2013)