Vergüenza

Las miserias de la decadencia, que ocupan gran parte del espacio de los medios de comunicación, parecieran estar intentando cubrir el verdadero escándalo que es la humillante pobreza que padecen nuestra clase trabajadora, nuestros jubilados, nuestros humildes

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Marcha por San Cayetano (Jaime Olivos)
Marcha por San Cayetano (Jaime Olivos)

Un grupo de diputados de La Libertad Avanza visita a genocidas y torturadores en la cárcel. Algunos de ellos dicen no conocer las razones de su gesto. Genera indignación que consideren tan ingenua y acrítica a buena parte de la sociedad que escucha perpleja sus descabelladas excusas. Pareciera que las construcciones son todas efímeras. La condena a los genocidas fue total.

Luego, el kirchnerismo quiso apropiarse de esa virtud y la arrastró a su espacio, al adjudicarle el número de 30.000 a las víctimas, dato central que implicaba su visión de la historia. Pero no es menos cierto que fue durante ese período que se reabrieron las causas y se llevaron a cabo juicios y condenas a militares y a civiles cómplices de la dictadura, que las leyes de Obediencia Debida y Punto Final de Alfonsín y el indulto totalizador de Menem -incluidos los jefes de la guerrilla, como Mario Firmenich- habían dejado caer en un imperdonable olvido. Esta visita, además, fue alentada o, al menos, consentida por el gobierno actual desde el Poder Legislativo hasta el Ejecutivo y el Judicial. No daré nombres, todos sabemos de quiénes hablamos.

En otro orden de cosas, la destrucción de la imagen presidencial sigue su penoso curso, merced a la mezquindad de los gestos, la pobreza intelectual de las explicaciones y de los pseudo argumentos de Milei, lo que es, en gran medida, una muestra clara de la degradación que -mutatis mutandis- transitan todas las fuerzas políticas. Finalmente, la desaparición de un niño, con todo el dolor que la impunidad -al menos hasta ahora- conlleva, viene a desnudar las miserias de un interior profundo, cuyo desarrollo desconocemos.

La desprotección de los que soportan la brutalidad de este ajuste supone el sufrimiento de jubilados considerados como casta y de miles de obreros expulsados de su trabajo, porque en una nueva etapa de destrucción industrial, este gobierno imagina que la libertad de importación va a resultar más barata que el esfuerzo propio del trabajo. Nuevamente, se beneficia el modelo agroexportador y nosotros seguimos retrocediendo. Podemos remontarnos a Juárez Celman y sus secuaces -y aún antes- al interrogarnos acerca de los orígenes de la corrupción, los favoritismos de clase y los negociados, que tan livianamente se atribuyen a la llegada del peronismo a la escena nacional.

Las miserias de la decadencia, que ocupan gran parte del espacio de los medios de comunicación, parecieran estar cubriendo o intentando cubrir el verdadero escándalo que es la humillante pobreza que padece nuestra clase trabajadora, nuestros jubilados, nuestros humildes.

El gobierno se debilita, la oposición se distancia gradualmente, pero la opción no surge, no se construye. Podemos creer que la disolución del kirchnerismo constituye una posibilidad de resurgimiento del verdadero peronismo. Sin embargo, carecemos de pensadores y de propuestas. Del otro lado, escuchamos, ya con tedio, la cantilena de algunos políticos cuyo único recurso es la denuncia, curiosamente orientada siempre en la misma dirección. En una sociedad sin destino, seguir denunciando no agrega nada.

Es en el Macri de los 47 mil millones de deuda alegremente contraída por el actual Ministro de Economía, en el Kirchner de la privatización de YPF y en el Menem de la destrucción del ferrocarril y la privatización de los demás servicios, donde encontraremos algunas respuestas a la gravedad de la situación. Reitero conceptos porque la Argentina retomó el rumbo de la degradación con el Golpe de 1976. Y desde hace 40 años, ya en democracia, el único jefe de Estado que intentó levantarla fue Alfonsín. Después no hubo nada o quizá, podamos rescatar un intento que solo funcionó, muy al comienzo, con Néstor Kirchner.

Otra postal de estos días: San Cayetano, la multitud, la fe popular en la oración, y enfrente, algunos sectores a mitad camino entre la clase dominante y el “medio pelo”, que conciben su superioridad desde la riqueza y la trivialidad del consumo. No desde la cultura y los valores humanistas. Digamos que el egoísmo y la intrascendencia pretenden ser asumidos como virtud de los vencedores.

La extrema pobreza conceptual del gobierno y también la de una oposición casi ausente dan muestras de esta etapa de final de ciclo. Quizá sólo ese elemento nos despierte de un letargo desde el cual observamos anestesiados la miseria a nuestro alrededor y permita que afloren expectativas de un pensamiento sólido como nación. Por ahora, solo conocemos lo que va agonizando aunque -como suelo repetir al final de cada artículo- sigamos dispuestos a imaginar el nacimiento de una opción seria, madura, formada y responsable.

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