Niñeces (en)redadas: identidad y juego

El impacto en la infancia de una sociedad permeada en todos sus aspectos por las redes sociales y un clima de época en el que la imagen lo es todo y se busca la popularidad a cualquier precio. Modelos deconstruidos que parecen volver

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Niños y redes sociales
Niños y redes sociales

Vivimos en una sociedad que busca compulsivamente el placer mediante sensaciones intensas e inmediatas. De algún modo, sabemos que el efecto es efímero y adictivo, pero ignoramos cómo esto limita el desarrollo del potencial creativo y resolutivo de la mente. La pregunta urgente es: ¿Cuánto de este clima de época impacta en las niñeces de hoy? ¿Cómo está actuando en esa etapa de la vida fundante para la identidad? Repasemos las características que imprime la sociedad donde reinan las redes sociales: existe un gran ímpetu en mostrar aspectos irreales de las personas, en una frenética carrera por el “parecer” más allá del “ser”, buscando caracterizarse como una influencia para otros sin asumir que esa conducta genera la esclavitud de la opinión y de los likes ajenos. Tal como plantea el escritor inglés especialista en liderazgo Simon Sinek, empuja a concentrarse en el ¿QUÉ? de las cosas sin importar el ¿CÓMO? y en ausencia casi total del ¿POR QUÉ? Esto implica, perder noción de lo esencial y crear un hermoso envase vacío al que sólo lo llena la angustia, una angustia infinita no remediable desde la creatividad que quedó ausente.

¿Por qué esto moldea las infancias?

Es mediante el juego y la imitación que los niños van incorporando para sí aspectos que lo identifican para luego desarrollarse y formar parte de una sociedad y una cultura. Si lo que se incorpora es la búsqueda de placer y validación masiva, el resultado son niños y niñas superfluos y en soledad, que evitarán la tristeza porque no la pueden resolver ni soportar. Y que exigirán respuestas inmediatas e instantáneas a situaciones que requieren de tiempos y de espera.

Hoy muchos niños y niñas están sumidos en formar parte de modas que poco aportan a su identidad y que, buscando emular el mundo adulto, atentan contra su desarrollo y nos hacen retroceder a sociedades identificadas por el género, en las que lo masculino conlleva poder y lo femenino, estética. Los ejemplos están a la vista: niños que buscan en las apuestas online no solo dinero inmediato sino también el poder, o niñas fascinadas por tutoriales de skincare o vestuarios hipersexualizados, que ponen a las feminidades en el lugar de lo superficial. Pareciera que aquellos modelos que en los últimos años se han intentado deconstruir vuelven a aparecer hoye replicados en algunas infancias, sostenidos tal vez por un consumismo que pensábamos que ya se había quedado sin clientes.

¿Cuáles son las consecuencias?

Nos estamos encontrando con niños y niñas con severos problemas de tolerancia a la frustración, a la tristeza y con gran dificultad para mostrarse transparentes, en vez de impostar un personaje, y también para tolerar la transparencia de los otros. Sobreviene en ellos mucha incomodidad con los tiempos de espera, con los procesos, con la paciencia y se termina considerando al éxito como el resultado de la condecoración dada por otros y no de la autorrealización construida en el andar. Esto lleva a la creencia de la instantaneidad de los resultados, y por tanto, a la pérdida del valor de las cosas, siendo el mayor de los problemas la búsqueda imperiosa de “Sentirse Bien” sobre el proyecto del “Estar Bien” (bienestar).

¿Cómo calibrar estos (casi) inevitables cambios sociales?

Empecemos con el porqué. La necesidad de ir a la esencia de lo que somos y no tanto en el qué hacemos, esto definirá nuestro cómo. Para ello es necesario trabajar desde la organización, la anticipación y la planificación de lo que nuestros hijos hacen.

Inculquémosles que el éxito también está en los procesos y no sólo en los resultados. Pongamos atención a los cimientos, a cultivar la paciencia y los tiempos de espera.

Propongámosles vivir la angustia como un momento de stop pasajero que, bien transitado, ayuda a tomar nuevas y buenas decisiones.

Asumamos que si bien lo que los otros dicen importa para nuestra personalidad, es también importante confeccionarse a uno mismo. O sea, menos “make-up” y más “make-in”.

Todos, pero sobre todo nuestros hijos, estamos aprendiendo a cómo ser. Ellos necesitan familias y sociedades que los acompañen aportándoles las herramientas necesarias para transitar la vida. Recordemos: “No formamos el camino de nuestros hijos, sino que formamos a nuestros hijos para el camino”.

*El autor es Médico. Subjefe del servicio de Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano de Buenos Aires

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