Resulta difícil entender cómo, en los tiempos que corren, todavía existen personas que creen que Venezuela no es una dictadura. Sin embargo, como lo denuncié infinidad de veces, Venezuela lo es. Así lo demuestra una abrumadora cantidad de evidencias, desde informes documentados de la Comisión Internacional de Derechos Humanos de la ONU, de la Organización de Estados Americanos (OEA), de los veedores internacionales, hasta los miles y miles de venezolanos que huyeron de su país a buscar un destino mejor, muchos de ellos, a la Argentina.
Venezuela es una dictadura desde el más elemental razonamiento y desde la claridad que ofrecen algunas estadísticas escalofriantes, a saber:
-El Producto Bruto per Cápita bajó de 2.600 dólares en 2011 a poco más de 500 dólares en la actualidad.
-La tasa de inflación promedio de Venezuela es una de las más altas de América Latina. En 2018 se registró una tasa por encima del 65.000% (sí, sesenta y cinco mil por ciento anual). Para el 2019, esa cifra bajó a 20.000%. Para el 2024, se prevé un 100% de inflación.
-La producción del crudo, en un país con yacimientos riquísimos, disminuyó de un 15% de la producción mundial a un 4% actual.
-Cuando Hugo Chávez ganó su primera elección en 1998, Venezuela tenía un ratio deuda/PBI relativamente saludable del 30,7%. A su muerte en 2013, la deuda había aumentado hasta el equivalente al 85,4% del PBI. Desde 2015, la relación deuda/PBI se ha mantenido muy por encima del 100% habiendo alcanzado un nivel récord del 327,7% en 2020.
-A principios de 2010, la tasa de pobreza había caído por debajo del 30% de la población y la pobreza extrema por debajo del 10%. Luego vino el colapso fiscal, monetario y económico. Así, en 2019, el 96% de los venezolanos vivía en la pobreza y el 79% en la pobreza extrema. En 2021, según informó el Financial Times, “por primera vez, el venezolano medio es más pobre que el haitiano medio”. Es decir, la antes rica Venezuela se había convertido en el país más pobre de América Latina.
-De acuerdo con proyecciones de la Confederación Venezolana de Industriales, en 2019 había 2.209 establecimientos industriales en el país. En 1997, antes de la llegada del chavismo, había 12.471 industrias. Muchas de ellas fueron expropiadas, quebraron o se fueron debido a las millonarias pérdidas económicas que registraron por la crisis y los ataques y persecuciones por parte del gobierno de Chávez y de Maduro.
En materia política, social, institucional y de derechos humanos, el descalabro es elocuente como lo demuestran los siguientes datos:
-Al día de hoy hay más de 15 mil presos políticos.
-La independencia de poderes es inexistente: desde que Hugo Chávez asumió el poder en 1999 hasta el 2015, en épocas ya de Maduro, el Tribunal Supremo de Justicia había dictado más de 50 mil sentencias, ninguna de ellas en contra de la posición del Gobierno.
-El Índice de Libertad Humana, que mide la libertad económica, civil y personal de los ciudadanos de 165 países, ha seguido el descenso de Venezuela hacia el autoritarismo desde las primeras etapas del gobierno de Chávez. Desde su clasificación inicial de libertad humana por debajo de la mitad del pelotón en 2000, Venezuela se deterioró constantemente al punto que en 2019 cayó al penúltimo puesto.
-El país caribeño lidera también las estadísticas de ciudadanos que deciden emigrar en búsqueda de un país que ofrezca posibilidades de crecimiento, libertades y seguridad.
Para sostenerse en el poder durante 25 años, el régimen se ocupó con crueldad y sin escrúpulos -característica central de toda dictadura- de encarcelar a cuanto dirigente se expresó como opositor y a quienes osaron presentarse como candidatos en los distintos comicios. Ahora, van por quienes tuvieron la valentía de presentarse en el simulacro de elecciones del pasado domingo 28 de julio.
Fue una metodología represiva implementada desde el inicio por Chávez y que la extiende Maduro, y cimentada a través de un ejército que tiene vía libre y de un sistema electoral estructurado en el voto mediante las máquinas electrónicas, que en los últimos comicios demostraron una vez más a todo el mundo su vulnerabilidad, su fragilidad y su inconsistencia, que afectan cualquier proceso democrático.
Por eso, los que desconocen que Venezuela es una dictadura, lo hacen por afinidad ideológica, por no caer en contradicciones con un pasado sumiso para con el régimen o, simplemente, por añorar un proyecto mesiánico e individualista que en nuestro país fracasó en varias ocasiones debido al acertado voto de los argentinos.
En esa dirección, la conducción del kirchnerismo, al menos hasta el momento de escribir estas líneas, mantiene un ruidoso silencio sobre lo ocurrido el pasado domingo, porque siempre también soñó con quedarse para siempre en el poder, con el “vamos por todo”. Para eso, entendió de entrada que, al fomentar la ayuda social, en vez de articular una política sólida de creación de empleo, se sentaba las bases de una sociedad pobre y dócil, siempre agradecida de la generosidad populista.
Por suerte, la sociedad argentina provocó en las últimas elecciones de 2023 un volantazo basado en la necesidad de libertad, de recuperar los valores institucionales, de acabar con la inflación, de vencer la decadencia y de tener vinculaciones con el mundo moderno.