La mayoría de los países e innumerables organizaciones internacionales se pronunciaron en contra, o al menos pusieron en duda, los resultados de los comicios de Venezuela el fin de semana pasado, que extenderán la dictadura de Nicolás Maduro por seis años más.
No sólo hubo un enorme desequilibrio en la campaña electoral a favor del gobierno, que contaba con recursos muy amplios en comparación con la oposición, sino que la actualización del registro de votantes se realizó con infinidad de inconvenientes, los ciudadanos en el exterior enfrentaron barreras legales desmedidas para ejercer su voto y la autoridad electoral no proporcionó los resultados desglosados por mesa tras los comicios, entre muchas otras irregularidades.
El chavismo tiene 25 años de experiencia en fraude electoral, una estrategia que maneja a la perfección para esconder los temas que verdaderamente le importan, que lejos están de la legitimidad democrática o la participación ciudadana. Detrás de las elecciones del fin de semana pasado se encuentra la necesidad del eje Rusia-China-Irán de ejercer el control comercial del Océano Atlántico a través del Mar Caribe para tener la supremacía logística.
Hace al menos una década que Rusia brinda entrenamiento militar y armamento especial a Venezuela, con el objetivo de crear un “cinturón de seguridad marítimo” que le permita tener acceso a las aguas del Océano Atlántico, particularmente codiciado en este momento para el país liderado por Vladimir Putin en medio de la guerra con Ucrania.
Entre el arsenal recibido por Maduro de parte de Putin en estos últimos años se destacan drones armados de largo alcance, bombas inteligentes, cohetes y misiles crucero, y lanchas rápidas para asaltos anfibios, además de tácticas de espionaje perfeccionadas por Rusia desde la época de la KGB (hoy FSB, Servicio Federal de Seguridad) y mejoradas por el G-2 cubano (la Dirección de Inteligencia del país centroamericano).
Mediante esta ayuda, la Venezuela de Maduro está por demás preparada para encabezar operaciones asimétricas, comúnmente denominadas guerra de guerrillas. Lo hace a través de su brazo paramilitar, el Tren de Aragua, que no es más que una agrupación terrorista que opera desde Costa Rica hasta la Argentina y comete los delitos más aberrantes y redituables del mundo, como tráfico humano, narcotráfico, extorsión y sicariato.
En estos momentos, Venezuela se prepara para una ofensiva militar contra Guyana y no lo hace por una “batalla por los minerales”, como planteó Maduro en el referéndum del año pasado, en el que “ganó” con el 95% de los votos. La razón detrás del conflicto se explica en el interés del eje Rusia-China-Irán en tomar el control de la vía marítima para tener ventajas logísticas en el transporte de armamento, tropas y otras “mercancías”.
Venezuela es la nueva Cuba: una inmensa potencia aeroespacial que cuenta con 235.000 efectivos listos para atacar (mientras que Guyana sólo tiene 3.000 soldados para defenderse) y bases y centros de Operaciones Especiales rusos, algunos de los cuales se encuentran dentro de la 41° Brigada en Valencia, Carabobo, otra en Manzanares, Miranda, y también en la ciudad de Maracay, a poco más de una hora de Caracas, donde se ha aprobado la construcción de una fábrica para desarrollar el fusil ruso Kalashnikov.
Rusia ha instalado misiles de largo alcance en Venezuela, pero también en Nicaragua y Cuba. El país de Putin ya cuenta con 37 centrales atómicas en todo el mundo y planea abrir más.
Cabe destacar el rol que juega Irán en suelo venezolano, con la creación de plantas de fabricación de drones armados, que luego son exportados a Rusia para ser utilizados en la guerra con Ucrania. Además, Venezuela expande el terrorismo en toda la región al permitir el ingreso y otorgar documentación oficial (pasaportes y documentos de identidad) a las Fuerzas Quds, el grupo de élite iraní que funciona como el brazo paramilitar del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (IRGC).
La presencia del país islámico no es un detalle menor para la Argentina, ya que este accionar de Venezuela permite que el escuadrón especial de operaciones del Hezbollah, denominado Unidad 910, se instale en la Triple Frontera y opere en las zonas limítrofes de nuestro país, con todo lo que ello implica.
En fin, estamos ante una nueva era criminal que no actúa en un sólo país o en un grupo de países, sino a nivel regional; por lo tanto, requiere decisión política seria y un trabajo estratégico en conjunto para frenarlo y que no siga penetrando nuestras fronteras.