La comprensión es la habilidad de pensar y actuar con flexibilidad a partir de lo que uno sabe. Supone comparar, analizar, extrapolar, justificar, vincular, codificar, decodificar, hacer analogías, aplicar conocimientos y hacer actividades usando conocimientos previos para resolver situaciones nuevas.
Los docentes solemos quejarnos porque los alumnos no entienden lo que leen, no comprenden una consigna matemática o porque tienen memoria “frágil” para recordar lo estudiado.
Sin embargo, para romper con la manera de acumular información estéril, es necesario enseñar a comprender y, para ello se necesita que el docente tenga un amplio abordaje del contenido a enseñar y, a su vez, habilidad para usar estrategias metodológicas adecuadas. Desde esta perspectiva se requiere del pensamiento complejo, un pensamiento que examina su metodología y sus puntos de vista y que puede reflexionar sobre los temas a enseñar.
Este pensamiento complejo no es lineal, sino que sus articulaciones abarcan múltiples sentidos y direcciones ya que implica hacer un proceso metacognitivo por parte de un docente crítico y reflexivo. Con esto hago referencia al proceso de reflexión sobre contenidos, valores, contexto, aspectos técnicos y los propios procesos de pensamiento para conocer sobre el proceso de conocimiento. Sólo será posible desarrollar el pensamiento crítico en el alumno si se cuenta con un profesor que genere esta manera de pensar para sus propias comprensiones ya que no se trata de una estrategia cognitiva que pueda enseñarse fuera de los contextos de las actuaciones compartidas en la escuela.
Según Lipman la comprensión es la combinación de lo conceptual con lo procedimental, es convergente y divergente y, principalmente, se vehiculiza a través del lenguaje, pero no como diálogo de palabras, sino de estilos de pensamiento, de perspectivas epistemológicas y metafísicas.
Enseñar a comprender supone enseñar a leer críticamente la realidad y a tomar decisiones ante rutinas, incidentes, situaciones problemáticas y dilemas a fin de poner en acto teorías vulgares y científicas para construir el conocimiento.
Y para enseñar a comprender hay múltiples actividades escolares que favorecen el desarrollo de esta habilidad y de otras capacidades. Algunas de las posibles pautas de acción para trabajar en la clase, con los estudiantes podrían ser: solicitar fundamentación de sus juicios -que aprendan a argumentar- confrontar ideas previas con situaciones problemáticas, generar hipótesis de lo que podría pasar, ejercitar la autoevaluación, trabajar mediante redes conceptuales, predecir soluciones, entre otras.
Ser buen profesor no implica manejar cantidad de información, sino distinguir cómo emplear lo que se sabe, cómo acceder y cómo abordar la información, explicar bien, cómo aprender más y, por, sobre todo, cómo mediar entre los estudiantes y los conocimientos para ayudarlos a construir saberes y a reflexionar sobre lo que se aprende.
La enseñanza es un proceso de construcción cooperativa y, por lo tanto, los alcances del pensamiento reflexivo y crítico se generan en el salón de clase con los sujetos implicados.