La última mutación de Javier Milei

La ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos generó indignación en las filas libertarias y entre los referentes de la derecha mundial. Sin embargo, el Presidente por una vez no se manifestó en ningún sentido. ¿Se estará transformando progresivamente en un moderado?

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, y su par de Argentina, Javier Milei

Hay veces que el destino coloca a un personaje en un lugar inapropiado, incómodo, difícil. Eso sucedió con Javier Milei y la inauguración de los Juegos Olímpicos. El agitador que había llegado para fortalecer a la extrema derecha en el mundo, de repente quedó atrapado en un escenario transgresor, pagano, casi herético.

Lo sucedido puede contarse de esta manera.

El viernes por la tarde, el mundo entero presenció una ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos que fue al mismo tiempo potente, emocionante y muy polémica. Durante varias horas se sucedieron el desfile de las delegaciones de todos los países en barquitos que navegaban en las aguas del Sena, las conmovedoras interpretaciones de Celine Dion, Lady Gaga, y la cantante africana, Aya Nakamura, los juegos de luces que iban cambiando a medida que anochecía, las coreografías a la vera del río, entre los andamios de Notre Dame o incluso en los cielos de la ciudad Luz, las imágenes de fondo de esa capital tan hermosa, el encendido de una llama olímpica muy original que echaba a volar un globo aerostático y los saltos a través de tejados, bibliotecas y museos del parkourista que llevaba la llama olímpica.

Toda esa belleza y potencia cultural fue acompañada por una especie de manifiesto político que expresó, deliberada y provocativamente, un punto de vista muy discutido actualmente en el mundo occidental, especialmente por personalidades como el presidente argentino. Porque en los cuadros se mezclaban también colores de piel de todo tipo –blancos, negros, mestizos-, y especialmente una muy evidente reivindicación de la libertad sexual. La Marsellesa fue entonada por una mujer negra. Mujeres trans, bailarines que usaban polleras, un trío de jóvenes que se besaban y se metían en una pieza juntos, después de cerrar la puerta para que la cámara no pudiera tomar lo que hacían, hombres que caminaban de la mano, fueron ingredientes frecuentes en la muestra.

El evento generó reacciones adversas de personalidades de todo el mundo, desde Elon Musk, el amigo del Presidente, hasta la Iglesia Católica francesa. Eso se debió, por ejemplo, al cuadro más fuerte: un desfile donde se mezclaban modelos cuya identidad sexual era difícil de identificar, entre los cuales había varias Drag Queens y hasta una mujer barbuda. Los distintos fragmentos de la exposición llevaban títulos alusivos: Libertad, Igualdad, Fraternidad, entre ellos. Otro de los capítulos se denominaba “Sororidad”. Era un festival de reivindicación de la libertad individual en todos los terrenos: el sexo, la integración racial, entre ellos. Todos esos valores que diferencian a las democracias occidentales de todo el resto de los sistemas políticos, pero que en los últimos tiempos están bajo ataque por parte de las nuevas expresiones de la derecha.

Ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos

Los principales integrantes del Aparato de Propaganda Oficial expresaban su indignación en las redes sociales. Ese grupito de adoradores del presidente que suelen burlarse de peruanos, bolivianos, gays y mujeres estaba indignado ante lo que definían como “la decadencia de la cultura occidental” y lanzaban las habituales diatribas contra el progresismo woke.

Sin embargo, el Presidente, que suele ser muy expresivo en sus redes, por una vez no se manifestó en ningún sentido. Las relaciones de Milei suelen ser muy buenas con aquellos líderes que resisten estas expresiones en nombre del catolicismo, como la italiana Georgia Meloni o el español Santiago Abascal. Pero en los días previos a la muestra había confraternizado con Emmanuel Macron, el principal responsable de que se vieran las cosas que se vieron en la fiesta de inauguración, un enemigo de todos ellos. No solo eso: unos días antes de viajar, Karina Milei fue a la embajada francesa a pedir perdón por las expresiones de su sector político que agredían al país que se disponía a visitar.

¿Qué ocurrió? ¿Qué puntos de contacto existen entre ese agitador que denunciaba a Pedro Sánchez y provocaba euforia ante un auditorio de dirigentes y militantes de Vox, con este presidente que concurre civilizadamente a una apertura de juegos olímpicos tan disruptiva para sus propios amigos? Por un momento, pareció que Milei privilegiaba su rol como jefe de Estado antes que la mirada del mundo que ha expuesto, por ejemplo, en Davos. Para aquel Milei, Macron pertenecía claramente al mundo de los comunistas asesinos que impulsaban una batalla cultural para tomar el poder a través de una especie de revolución sexual. Para este Milei, es un interlocutor amable con el que habla mal de la vicepresidenta Victoria Villarruel. ¿Se estará transformando Milei progresivamente en un moderado? ¿O será apenas un momento excepcional?

Los presidentes son siempre personas complejas. Quien pretenda entenderlos tal vez debería abandonar cualquier simplificación. En el caso de Milei, este no sería el primer banquinazo. Bullrich ha pasado de ser alguien que ponía bombas en jardines de infantes a su ministra de Seguridad. Luis Caputo era alguien que “se fumó irresponsablemente quince mil millones de dólares” a un “rockstar”, “el mejor ministro de Economía de la historia”. El Papa era un comunista, el enviado del Maligno, y luego pasó a ser el argentino más importante del mundo a quien le pidió perdón. Milei nunca negociaría con los comunistas chinos porque eran asesinos, pero colgó en su cuenta de X una bandera argentina enlazada con la bandera roja de la China comunista el día que pudo destrabar un acuerdo que fortalecía las reservas del Banco Central. ¿Por qué, en este contexto, no toleraría un desfile repleto de chicas trans y bailarines negros excepcionales? Tal vez él prefiera un desfile militar como el que protagonizó hace algunas semanas. Pero las circunstancias, son las circunstancias.

Javier Milei y Victoria Villarruel en el desfile militar del 9 de Julio

Las mutaciones presidenciales no se reducen a la política exterior. Milei estaba contra los privilegios de la casta. Pero en pocos meses ha pasado de viajar en aviones de línea, a utilizar el avión presidencial, a pagar fortunas para alquilar aeronaves en las que solo se trasladan los hombres más ricos del mundo. Milei denunciaba la contratación de artistas, pero ahora designa a los suyos en cargos con una retribución económica muy tentadora. Milei sostenía que Eva Perón era “la abanderada de los resentidos”. Pero esta misma semana, una de sus diputadas, Marcela Pagano, emitió una declaración de homenaje a Eva Perón sin que fuera reprendida por nadie. La secta de tuiteros castigó a Pagano, quien se burló de ellos y siguió como si nada.

Esas transformaciones, naturalmente, van dejando heridos en el camino. Cuando Milei explica las regulaciones que mantiene en la economía, que contrastan claramente con su discurso de campaña, los liberales que creían en él se le alejan o lo critican. Ahora confraterniza con Macron. Es lógico que alguna gente quede enojada. Ese es uno de los motivos que explican la pelea con la vicepresidenta Victoria Villarruel. Ella es una católica nacionalista y conservadora. Por eso emitió el famoso tuit antifrancés, y reivindica todo el tiempo la “argentinidad”. Milei es más flexible. De hecho, alguna vez contó que había “participado de varios tríos sexuales, la mayoría de ellos con dos mujeres”. En su carrera hacia el poder, se rodeó de muchas personas de costumbres muy estrictas. Pero no eran las suyas.

El Presidente podrá explicar que su puesto lo obliga a hacer concesiones. No es lo mismo denunciar como “comunistas” a los líderes europeos cuando tambalean que enfrentarlos cuando quedan fortalecidos después de una elección. Un país necesita ayuda de otros países. ¿Cómo conseguir dinero del Fondo Monetario, por ejemplo, si toda Europa está en contra: los españoles, los franceses, los alemanes? ¿Cómo sostener las reservas si se pelea con el comunismo chino? Si Kamala Harris produce un milagro y derrota en noviembre a Donald Trump, ya veremos a Milei girar de nuevo.

De acuerdo. Así es la vida. Pero entonces algunos seguidores pueden sentirse engañados cuando lo ven departir con el presidente que habilita exhibiciones sexuales tan transgresoras. ¿No era que llegaba para cambiar el mundo? Ese contraste deja mal parado a muchos de los suyos. Fue realmente notable como las cuentas mileístas se ensañaban con el colonialismo francés hasta el momento exacto en que “la Jefa” apareció en la embajada. Milei se cuidó, desde entonces, de retuitear cualquiera de las barbaridades que difunden ese grupo de provocadores a sueldo.

En todo caso, las necesidades constantes y sonantes parecen importar más que los valores fundamentales.

Es un clásico.

La gente cambia.

Tal vez sea mejor así.